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domingo, 2 de marzo de 2025

DOMINGOS DE CURIOSIDADES. HOY, CONFITERÍA "LAS VIOLETAS".

 LAS VIOLETAS, UNA CONFITERÍA CON HISTORIA.

 


El 21 de septiembre de 1884, en los confines de una Buenos Aires de calles adoquinadas, casas bajas y malvones en los jardines, dos inmigrantes, uno ruso, Marcos Feldmann y otro español,  José María Rodríguez Acal, inauguraron Las Violetas en la esquina de Rivadavia –ex Camino Real del Oeste– y Medrano. 



En aquella época, la calle Medrano marcaba el límite de la entonces ciudad de Buenos Aires. Cruzando Medrano hacia el oeste, se ingresaba al partido de San José de Flores, lleno de quintas y mucho campo. Se accedía desde el centro por la calle Rivadavia, que era la conexión hacia el oeste, una arteria que llevaba ese nombre desde 1857. 

Las afueras eran el refugio de artistas, intelectuales y la alta sociedad. Ellos habían abandonado sus casas del sur de la ciudad por el último golpe mortal que había dado la epidemia de la fiebre amarilla en 1871, que aniquiló, aproximadamente, al 9 por ciento de los porteños. Murieron unas 13614 personas, en una población de 187 mil habitantes, según la Asociación Médica Bonaerense. La causa fue atribuida al hacinamiento en los conventillos, a la contaminación del Riachuelo y a los soldados que regresaban de la Guerra de la Triple Alianza.
 

Argentina aparecía como una nación en desarrollo que auguraba un futuro de grandeza. Los “tramway” eran tirados por dos caballos con campanillas en los arneses y un jinete con blusa verde precedía cada coche para alertar al peatón del posible peligro.

 


Desde su apertura, Las Violetas se caracterizó por su suntuosidad. Sus propietarios no se ahorraron un centavo en sus instalaciones con una clara vocación por emular los estilos europeos, ya Argentina comenzaba a ser llamada "la París de Sudamérica". Destacaban en su interior una delicada boiserie, sus magníficos vitrales, mármoles traídos de Italia y los muebles de París. Se cree que su nombre Las Violetas se debe a las plantas que adornaban los maceteros de su ochava.

Ese año, el mundo conocía la pluma estilográfica, la Academia de Medicina de París daba su aprobación al método Pasteur de curación de la rabia y Thomas Edison descubría el “efecto Edison”, base de la electrónica moderna. 

El día de la inauguración, contó con la presencia de quien sería el futuro presidente, Carlos Pellegrini, que en ese entonces era el Ministro de Guerra y Marina, del primer gobierno de Julio Argentino Roca. Por ese entonces se acababa de promulgar la histórica Ley 1420, que garantizaba la enseñanza primaria gratuita, obligatoria y laica para todos los habitantes del país. Pellegrini llegaba a la gran apertura, en un tranvía alquilado para los invitados especiales que lucían atuendos elegantes de la época: ellos usaban frac, sombrero de copa, jabot (en lugar de corbata) y chaleco y las mujeres, enormes vestidos que marcaban una cintura ceñida de forma exagerada por un corset. La moda llegaba también de París.

El actual local de Las Violetas luce hoy según la última remodelación que volvió a cambiar su fisonomía en 1920, con sus salones de doble altura, columnas interiores con capiteles dorados, pisos de mármol, apliques de bronce y los característicos grandes ventanales de vidrios curvos y vitrales que son marca registrada de su exclusiva arquitectura.

Espejo, yeso y lujosos tapizados del mobiliario en tonos pastel terminan de engalanar una obra distinguida y de refinado gusto.

 

 
Se calcula que Las Violetas tiene unos 80 metros cuadrados de vitrales. El creador de esas joyas fue un pintor catalán radicado en el país en 1910. Se trata de Antonio Estruch y Bros, quien también fue director de la Escuela de Bellas Artes.




Las Violetas siempre fue un punto de encuentro de artistas e intelectuales, e incluso miembros de la realeza. Así fue como sus puertas se abrieron para recibir a la Infanta Isabel de Borbón, que había llegado de visita por los Festejos del Centenario en mayo de 1910.

Entre sus fieles clientas figuran la poetisa Alfonsina Storni, que era vecina del barrio. Sus mesas eran frecuentadas por el escritor Roberto Arlt. Y también era común encontrarse con Carlos Gardel y su amigo uruguayo Irineo Leguisamo, el jinete más importante de la época, quienes ocupaban un espacio en el fondo del salón. Mercedes Sosa y más personalidades se sentaron a disfrutar del clásico café con leche con medialunas. Félix Luna y Arturo Frondizi, también disfrutaron del té de la tarde.

Las Abuelas de Plaza de Mayo también la eligieron como punto de reunión, cuando simulaban festejar cumpleaños para redactar las primeras cartas que difundieron la desaparición de sus nietos en organismos internacionales. 

 

Una historia particular

La gran producción de exquisiteces que se pueden encontrar en la confitería es parte del secreto de la marca. La usina proviene del gran subsuelo que uno de los primeros herederos de los que se tiene registro, don Pedro Anzola, mandó a construir en 1928. Él dotó a la confitería de sus vitrales curvos y sus columnas de mármol; pero fue arrastrado por la crisis de la Gran Depresión, con una deuda que no pudo saldar, contraída para llevar adelante esa gran remodelación, ya que, para financiar la construcción, hipotecó el inmueble, y al cabo de cuatro años, no pudo responder por ella, por lo que entró en remate judicial. La propiedad terminó siendo rematada y adquirida por Mateo Figallo, el 8 de septiembre de 1933 y escrituró el 29 de diciembre de ese año.

Su esposa Adela, gran filántropa, fue la que se encargó de tomar las riendas de la propiedad y la que, diez años después, en 1943, encaró la obra de sumarle los tres pisos superiores a la estructura, al estilo Art Nouveau, apoyados en el local existente, preparado para ello. En esta etapa de transformación se construyó un sótano, y se agregaron arañas de bronce.

Entre 1945 y 1947, el ingeniero civil A. Portinari puso fin a la obra que es la que se conoce hasta hoy. 



Un folleto de los años 30, donde se aprecia la confitería sin el edificio que se construyó después.

 

En el año 1998 y afectada por la profunda recesión que aquietaba la economía y en consecuencia al consumo, Las Violetas cerró sus puertas, ante la tristeza y la perplejidad de sus clientes y de todos quienes conocieron la confitería.  El año anterior su dueño de entonces presentó la quiebra y huyó a España. Sus empleados intentaron resistir vendiendo medialunas en la puerta del local, lo cual fue inútil. Pero gracias a las inquietudes de los vecinos que realizaron intensas gestiones ante el gobierno porteño, un año más tarde la Confitería fue declarada Sitio de Interés Cultural de la Ciudad de Buenos Aires. Aun así se mantuvo cerrada, pero salvándose de la piqueta en una esquina muy codiciada por los negociantes inmobiliarios.

En 2001 reabrió sus puertas con una restauración muy meticulosa de sus detalles más finos, en particular los delicados vitraux que le dieron fama, entre otras particularidades.

 




En pleno siglo XXI Las Violetas mantiene sus mesas siempre ocupadas y además de las generosas meriendas, también las célebres reposterías son como un canto de sirena para los transeúntes que pasan por sus veredas.

Como no podía ser de otra manera, éste símbolo de la "porteñidad" también cuenta con un tango. Se trata de la pieza titulada “Sueño de Vitró”, del poeta almagrense Omar Granelli y música de Tito Ferrari. Las Violetas se lo merecía. 



 

Algunas Historias
 

Luciano Correa, uno de los mozos que trabajó durante veinte años en la confitería, recordó que Jorge Guinzburg era uno de los mejores clientes: "Él venía y se sentaba en su mesa a escribir los libros de lo que hacía en el diario. Era una persona buenísima".


 
El juez Norberto Mario Oyarbide también era cliente. "A él no le gustaba el ruido cuando se destapaba la botella de champagne, pero se sentaba y pedía champagne con canapés. Los mozos ya sabíamos que no teníamos que hacer 'sonar' el corcho cerca porque se enojaba".

 

"En sus últimos años y cuando todavía disfrutaba de tomarse un trago solo, el bandoneonista, compositor y director de orquesta Aníbal Troilo se sentaba en una mesa pegada a la ventana y se tomaba entre dos y tres vasos de whisky. En el invierno, llevaba siempre un tapado de paño largo, que dejaba en la silla de al lado. Una tarde, vio a una persona pidiendo dinero afuera; se levantó, agarró el tapado y se lo regaló, sin palabra de por medio".

 

Desde diciembre de 2022, en el cartel nomenclador de la esquina de Rivadavia y Medrano dice "Esquina Las Violetas".




Matt Damon cruzó el umbral de la confitería acompañado por su esposa, la salteña Luciana Barroso, y sus hijas, Isabella, Gia y Stella. El famoso actor de Hollywood no se encontraba trabajando, sino que estaba disfrutando, y uno de sus objetivos en Buenos Aires fue tomar un té tan sabroso como inolvidable.

Según reveló Fernando Arredondo, encargado del local, luego de degustar un suntuoso té, el actor no tuvo problemas en posar sonriente junto a otros clientes que lo reconocieron. Además, saludó a los miembros del personal y recibió un inesperado regalo: un vino Las Violetas Malbec, hecho especialmente para la confitería por Bodega Arístides, que el actor agradeció exclamando un “Muchas gracias” en perfecto español.




Isidro Montes, un asturiano que trabajó en Las Violetas, contó un emotivo recuerdo:  "hubo muchos cumpleaños de 100". "Me acuerdo de uno en especial, con toda gente mayor, en el que se acercó una señora con bastón hasta la caja y nos dijo: 'Yo vine acá porque pasé toda mi infancia y mi juventud en Almagro y hoy cumplo cien años. Quiero que me cobren a mí... que no le cobren a nadie más", recordó aún conmovido por el gesto. 


Roberto Arlt, el novelista, cuentista, dramaturgo, periodista e inventor argentino, era habitué de Las Violetas, y en uno de sus cuentos incluyó la descripción del local.

“Abona el viaje. Entra al café. Se sienta a una mesa. Mira en redor. Está bajo un plafón de yeso con filetes dorados, que soportan frías columnas jónicas, de mármol jaspeado con motas de oro y ceniza y mostaza. Un friso de espejos ciñe la pared artesonada de cuadros de cedro. Cada espejo es un embudo rectangular de encendidos cristales escalonados”, compartió en Noche terrible.

 

En el libro sobre Borges que escribió Bioy Casares, se cuenta cómo el 12 de septiembre de 1957, mientras regresaban de la zona de Caballito (recordemos que en aquel tiempo, Rivadavia era doble mano a esa altura), al pasar por Medrano, Bioy dijo: “Ahí está la confitería Las Violetas”. Borges respondió: “Sí, famosa por las letras, muy feas, del nombre. Un día le comenté a una señora que era un lugar muy bueno para encontrarse. "El inconveniente –me contestó–, es que todo el mundo piensa lo mismo, así que lo más seguro es que ahí una se encontrará con la hermana de su marido”. 

 

Las Violetas, fue elegida en 2017 como mejor Bar Notable de Buenos Aires. Es una confitería imponente, que transporta en el tiempo y tiene un nivel de belleza que atrapa.

 

 

Idea, Investigación y Edición: Isa Santoro.

Administradora de Atrapados por la Imagen.

 

 


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