FELICITAS GUERRERO, LA MUJER QUE SE CONVIRTIÓ EN LEYENDA
Nacida un 26 de febrero de 1846, Felicitas Antonia Guadalupe Guerrero y Cueto provenía de una familia adinerada y bien conectada. Hija de Carlos guerrero y de felicitas Cueto. Desde su adolescencia era dueña de una belleza que cautivaba en los salones que frecuentaba de la clase alta porteña. Además era interesante y culta. Le apasionaba el teatro, la pintura y tocaba el piano. Más de uno soñó con pedir su mano. Pero no pudo elegir a ninguno. Los padres lo hicieron por ella, como se estilaba en la época y los intereses económicos primaron sobre el amor.
Hoy en Domingos de curiosidades voy a contarte, la verdad sobre su trágica historia y los detalles que, tal vez, no conocías.
LA TRÁGICA HISTORIA DE FELICITAS
A los 18 años, el padre de Felicitas, le arregló el casamiento con un candidato que era 32 años mayor, Martín Gregorio de Álzaga, tenía 50 años, quien, además de ser nieto de Martín de Alzaga, aquel que había tenido una actuación destacada durante las invasiones inglesas y había sido fusilado en julio de 1812 cuando el secretario Bernardino Rivadavia, lo involucró en una conspiración para derrocar al Primer Triunvirato, tenía una fortuna de 60 millones de pesos, con lo cual, el casamiento era perfecto para estrechar lazos que iban más allá de los sentimientos.
De nada sirvieron las protestas de Felicitas. Se casaron el 2 de junio de 1864. A partir de ese momento, comenzó a dividir su tiempo entre su barrio, actualmente Barracas, y el campo, donde realizaba sus actividades su flamante marido. Con el paso de los meses, Felicitas aprendió a quererlo, a tenerle cariño y comenzaron a llegar los hijos. Primero Félix, quien le dio una de las más grandes alegrías de su vida, y también su mayor tristeza, ya que falleció a los 3 años, el 3 de octubre de 1869, por la epidemia de fiebre amarilla. Felicitas estaba embarazada de 4 meses de su segundo hijo, en ese momento. Una gran angustia debió pasar desde mucho antes de la muerte de su hijito; ya que, la presencia de María Camino vino a ensombrecer aún más su vida. María Camino era una francesa nacida en 1826, con quien Martín de Álzaga había mantenido una relación de hecho durante su exilio en Brasil en la época de Rosas y de es
a relación habían nacido cuatro hijos: Ángela, María del Carmen, Martín y Enrique Francisco. Si bien no estaban casados, Martín de Álzaga reconoció a todos sus hijos y siempre se hizo cargo de ellos. Pero ésta situación sólo la conocían don Martín y Carlos Guerrero.
Felicitas ignoraba el pasado de su marido. Esto produjo un quiebre en la relación de la pareja, pero luego la enfermedad y la tragedia de la muerte de su hijo ayudó a que se superaran todos los problemas.
El 2 de marzo de 1870 Felicitas dio a luz a su segundo hijo, al que llamaron Martín, como su padre, pero el niño nace muerto según consta en el certificado de inhumación transcripto en el testamento de Martín de Álzaga.
Deteriorada su salud y agravada por la depresión causada por la pérdida de sus hijos, Martín de Álzaga fallece quince días después de su segundo hijo, el 17 de marzo de 1870.
A los 24 años Felicitas queda viuda y heredera universal de la fortuna de su marido: 71.000 has. y más de setenta millones de pesos, además de propiedades. A pesar de ello, Martín de Álzaga contempló en su testamento a sus hijos naturales a quienes también les dejó una suma importante de dinero, al igual que a María Camino..
Felicitas guardó un año de luto y tomó las riendas de todos los negocios de su difunto esposo, algo inusual para la época. Además, comenzó a frecuentar reuniones sociales. Fue en esos salones donde su presencia se destacaba; el poeta Carlos Guido Spano comenzó a llamarla “la mujer más bella de la república” y “la joya de los salones porteños”. Los pretendientes no tardaron en acumularse, no solo por su belleza y juventud, sino también porque al ser heredera universal de su esposo, y al no tener hijos vivos, poseía una gran fortuna.
Uno de los muchos pretendientes de Felicitas era Enrique Ocampo, tío abuelo de las escritoras Silvina y Victoria Ocampo.
Una tarde mientras paseaba con su carruaje por tierras alejadas de su estancia, la sorprendió una tormenta y se perdió. De pronto, se cruzó con un jinete que la tranquilizó y la acompañó en el regreso. Se llamaba Samuel Sáenz Valiente, era joven y estanciero. Ese encuentro imprevisto, tal como en las novelas, se convirtió en idilio.
Enrique Ocampo la visitaba con la esperanza de poder llegar a formalizar una relación, aunque Felicitas mantenía una distancia amistosa. Él la celaba intensamente y estaba profundamente enamorado de ella. No obstante, también se especulaba que su interés podría haber estado motivado por la fortuna de Felicitas, ya que Ocampo atravesaba graves problemas financieros, prácticamente en la bancarrota. Al mismo tiempo, a él también le adeudaban dinero, por lo que decidió partir hacia Europa en busca de una solución para su situación precaria.
Cuando Ocampo regresó de Europa, esperaba que ella aceptara su propuesta de matrimonio. Al rechazarlo, él la amenazó con quitarle la vida. Sus palabras fueron minimizadas y nadie creyó que sería capaz de cometer tal acto.
Por ese tiempo Felicitas ya había anunciado su compromiso con Sáenz Valiente, noticia que Ocampo no pudo digerir. El evento sería el 29 de enero de 1872. La reunión se haría en la casa de descanso que los Guerrero poseían en Barracas, donde antiguamente estaba la “Quinta de la Noria”, junto a la Calle Larga, que era el primitivo nombre de la avenida Montes de Oca.
Ese día, Ocampo apareció en la casa para exigirle una respuesta definitiva. Se retiraron a una habitación para hablar, pero cuando ella volvió a rechazarlo, él sacó un arma y le disparó por la espalda, alcanzándola en el omóplato. Aturdida y asustada, Felicitas intentó huir de la habitación, pero su vestido largo se enganchó en un mueble, provocando que tropezara y se golpeara la cabeza. Ocampo volvió a dispararle, esta vez el tiro atravesó su pulmón y destrozó su médula.
En la casa también se encontraban su hermano Antonio (abuelo de Josefina Guerrero), de tan solo 14 años, junto con su primo Cristián Demaría. Al escuchar la discusión y luego el disparo, corrieron para socorrerla e intentaron abrir la puerta, pero ella estaba tendida en el piso y no lograban entrar. Finalmente, Antonio, el más menudo, logró abrir la puerta y entrar en la habitación. En ese momento, Ocampo le disparó, aunque no se sabe si fue intencional o si el arma se disparó accidentalmente. La bala rozó el cuero cabelludo de Antonio y se incrustó en el dintel de la puerta. Asustado, se escondió debajo de un escritorio.
Cristián Demaría logró entrar a la habitación y se enfrentó a Ocampo. Luchó para quitarle el arma y lo consiguió, la colocó en la boca de Ocampo y disparó, lo que le causó, en apariencia, una muerte instantánea. Sin embargo, al ver que Ocampo aún tenía signos vitales, Cristián le disparó nuevamente a quemarropa en el pecho, acabando así con su vida definitivamente.
En ese momento, el padre de Cristián y tío de Felicitas, Bernabé Demaría, interviene, quitándole el arma a su hijo y entregándosela a Antonio con la instrucción de esconderla y mantener en secreto lo que habían presenciado. Fue él quien manejó todo el asunto con la policía. Esa misma noche, su hijo fue arrestado, pero tres días después, el juez ordenó su liberación y el caso se cerró como un crimen pasional seguido de un suicidio por parte de Ocampo.
Felicitas agonizó unas horas y falleció en la madrugada del día siguiente, 30 de enero. Fue velada en la casa familiar de México 524, en el barrio de San Telmo y enterrada en el Cementerio de la Recoleta. La ironía del destino quiso que su cortejo fúnebre coincidiera, en la entrada de la necrópolis, con el de su asesino, Ocampo.
Todas las familias involucradas pertenecían a la aristocracia y estaban muy vinculadas al poder político y judicial. Por lo tanto, el incidente se encubrió por completo y no se volvió a hablar del tema. Con el tiempo, el expediente desapareció de los archivos judiciales.
La noticia de su trágica muerte fue publicada en todos los diarios y se extendió por todo el país.
Los padres de Felicitas, desconsolados, mandaron construir una iglesia en el lugar donde la habían matado. Así nació el 30 de enero de 1879 la iglesia de Santa Felicitas, sobre Isabel La Católica 520, frente a Plaza Colombia, en Barracas. Sus padres murieron esperando en vano la autorización para sepultar allí los restos de su hija.
Años más tarde, los vecinos de la zona empezaron a decir que escuchaban pasos en la nave de la iglesia durante las noches, cuando ya estaba cerrada.
Así empezó a generarse la leyenda del fantasma de Felicitas y una tradición que consiste en que, las mujeres que desean casarse dejan un pañuelo atado a las rejas de la iglesia. Si al día siguiente está húmedo, significa que el fantasma de Felicitas Guerrero les desea suerte a través de sus lágrimas para que no les suceda lo mismo que a ella.
Lugar de la tragedia. La casa de descanso de la familia Guerrero, en Barracas, cuando ya existía la iglesia Santa Felicitas
Antonio mantuvo el arma oculta durante toda su vida, siguiendo las instrucciones de su tío, hasta que cumplió 64 años. En ese momento, decidió reunir a su familia para mostrarles el arma y revelar lo que realmente sucedió esa fatídica noche. No quería llevarse ese secreto a la tumba.
Podríamos decir que el crimen pasional de Felicitas guerrero, fue en realidad, el primer femicidio de la aristocracia.
Pero la historia tras la muerte de Felicitas...no termina acá...

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Isa, tu nota es atrapante y dolorosa a la vez. Lográs contar la historia de Felicitas con sensibilidad y detalle, sin perder el contexto histórico. La lectura fluye, conmueve y deja pensando, no solo por la tragedia, sino por todo lo que revela sobre la época. Una de esas historias reales que parecen ficción… y que gracias a tu mirada siguen vivas.
ResponderBorrarLaura, gracias amiga por tus palabras. Realmente una trágica historia. Una vida de novela. Un amor que no pudo ser vivido, engaños desamores y muerte y una leyenda. Todo esto en tan corto tiempo. La vida y la muerte de Felicitas perdurarán en el tiempo, sin lugar a dudas. Me alegra mucho que te haya gustado amiga, las verdad es que disfruto mucho de hacer los Domingos de Curiosidades. 💜💚
BorrarSilvia Elena Lanza .- Excelente, costumbrista y triste relato de una época en que los valores sentimentales de las mujeres eran nulos. Conozco la hermosa Iglesia que levantaron sus padres en memoria de Felicitas y la tradición de los pañuelos, ahora remplazados x cintas que también se aprecia en el mausoleo de Recoleta donde descansan sus restos. Gracias Isa por mantener viva, con tus palabras, la memoria de Felicitas Guerrero y con ella, la estoica forma de vida que debían afrontar las mujeres en esos años.
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