lunes, 27 de enero de 2025

©EDITORIAL ATRAPADOS POR LA IMAGEN PRESENTA A : MARIO KELMAN - "De peluqueros y barberos"

 


ATRAPADOS POR LA IMAGEN


Cuentos y Relatos Presenta a... 



MARIO KELMAN


"Artista de Atrapados por la Imagen"


EN...


"De peluqueros y barberos"


Relato inédito

Editorial de Atrapados por la Imagen


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REGISTRO DE PROPIEDAD INTELECTUAL
EDITORIAL  ATRAPADOS POR LA IMAGEN


Editorial Atrapados por la Imagen, es un espacio dedicado a difundir...



¡El arte de todos!







"De peluqueros y barberos"

Mario Kelman




El verano estalla con intensidad.

El viento norte lleva el calor y acaricia con consuelo a las personas que hoy caminan lentamente por las calles de la ciudad. 

El cielo extrañamente se pinta de amarillo, con algunos esbozos de nubes que reposan en el aire, producto de la evaporación que no deja humedad sin secar ni materia por derretir.

Varios días sin lluvia recalientan el cemento y los metales, que sólo encuentran alivio y escape por las noches.

De todos modos, esta ciudad no sería tal, si no se repitiera puntualmente la cita con el estío. 

Con resignación y alegría, comienza la aventura diaria de caminar la calle.

Qué sensación de tranquilidad emana del disponer de tiempo. 

Parece algo obvio y natural, pero no va de suyo. 

Habitar un lugar con tiempo propio disponible, hace de uno, un ser afortunado.

Lograr eso requiere de la capacidad de acto.

Atesoremos eso.

En la calle de siempre, la peluquería de siempre.

La puerta se abre con el chirrido infaltable, que agita la cortina con pendientes que chasquean el vidrio hasta calmar el impulso.

La vitrina opalescente cubierta por una cortina inglesa de finos bastones grises, deja entrar la cantidad adecuada de luz solar, protegiendo del exceso.

¡Qué descubrimiento! 

Notable.

¿Lo percibe también Ud. estimado lector?

¿Dispone de algún tiempo?

 Venga, venga…. Es por aquí…Le acompaño…

Al frente, el gran espejo se extiende de pared a pared, atrayendo las miradas. 

Dos sillones rellenos y orondos permiten sentarse con comodidad y a la altura adecuada. El rostro del cliente se refleja en el espejo, justo en el centro del óvalo dibujado por medallas pegadas en la superficie bruñida, desde tiempos inmemoriales.

Bajo el espejo se extiende a lo largo, un estante de roble con el ancho requerido. 


Sobre la madera, en un orden razonable y no aleatorio, reposan tijeras, peines y navajas de diverso tamaño, con hojas delgadas y gruesas, dentadas tijeras de entresacar, fijador, rociador de agua, cremas y afeites, lociones y hasta pócimas secretas y misteriosas, ocultas en frascos de vidrio color caramelo.

El toque moderno admitido yace en sendos cajones bajomesada. Entreabiertos, dejan asomar los únicos implementos eléctricos incorporados. Al final de un respetable recorrido de cables negros, un secador de cabello con selector frío-calor y una máquina eléctrica de cortar cabello para emparejar al ras.     

No se asombre estimado lector. En su momento, la máquina eléctrica de cortar pelo constituyó la piedra del escándalo que dividía a los peluqueros de oficio de los llamados peluqueros modernos. 

Hoy la división la materializan las barberías, con sus barras icónicas blancas, azules y rojas, girando en un movimiento incesante que promueven un efecto hipnótico. Bienvenida la posmodernidad.

Dicen las malas lenguas que quién mira más de cinco segundos las barras, no pueden evitar el influjo irrefrenable de entrar al local, refrigerado a full, al son de estridentes sones de rock metal y trap. 

En su interior, la oferta se extiende desde el corte de cabellos y barbas, hasta tatoos y nails.

Aquí se trata de imaginación y ofertas que compiten en el éter, exhibiendo sus figuraciones y rituales.

A la entrada un cartel invita a ingresar con un mensaje en el que la ironía linda con el desinterés y el desprecio. “- La cara no tiene arreglo; pero el corte de pelo, sí.” 

Jóvenes barberos, ataviados con vestiduras negras o multicolores, con cadenas y piercings, reposan informales pero prestos y raudos para ejecutar la menor solicitud. 

Por lo general, son ambientes oscuros iluminados con lámparas leds cuidadosamente dispuestas en sala, escaparates y gabinetes. 

Sobre el estante vítreo, tijeras, clippers inalámbricos, trimmers y shavers con sus correspondientes juegos de cuchillas; acompañan las ofertas de cortes fade, crop, difuminados, degradados, desvanecimientos y hasta depilaciones laser. 

Una pantalla de ordenador informático muestra imágenes scanneadas del cliente, que anticipa los efectos de las variantes alternativas ofrecidas, para facilitar la elección.

No se trata de calificaciones, sino de convalidaciones. 

La intrusión de la técnica, sus modos de influencias y de seducción anónima, un dilema ético que se esparce veloz en el espacio social.  

¡Ah, la moda! 

El ansia de ser distinto para terminar siendo igual a todos, Barthes dixit. 

Pero volviendo a nuestra antigua peluquería, el viejo aire acondicionado de pared aún refrigera trabajosamente el ambiente, pero a una temperatura y humedad justa, sin secar las mucosas. 

Sobre el final de la sesión, el prolijo delantal es quitado abriendo el cierre abrojo, un cepillo suave y abundante con generosa cantidad de talco, quita los pelos cortados de cuello, orejas; suavizando las irritaciones de la piel.

Los dos peluqueros conviven desde hace años en el lugar, colegas y amigos. Han sido testigos del tiempo y de tantos acontecimientos, propios y ajenos. 

Han logrado un saber sobre la vida y han aprendido a envejecer con dignidad.   

En un rito repetido comparten la norma tácita. Un cliente cada uno por vez, sólo alterada por el derecho de elegir a uno de ellos, asignado a cada cliente, si la preferencia se manifiesta. 

Sin ofensa ni vanidades.

Mientras los clientes buscan el dinero del pago, los peluqueros barren el piso con destreza y rapidez, recogiendo los pelos cortados. Con un movimiento presuroso, lo portan con la pala hasta el bote de residuos, dejando impecable el ambiente para recibir al próximo cliente y amigo. 

Infaltable, junto al pago, una propina.

El descubrimiento referido. 

Nada es casual, nada es aleatorio. 

En cada lugar, en cada elemento natural y artificial, en cada objeto, luz, clima, objetos e instrumentos, hay un saber-hacer. 

El hecho es que el oficio sólo se anima cuando cuenta con un toque de amor. 

El oficio es un saber-hacer en el cual infaliblemente, interviene el amor.

Saber-hacer va lejos. E la nave va…ello confiere maestría en la vida. 

Ir a la peluquería puede ser un hecho banal y anodino o puede ser una ocasión para reencontrarse y festejar la existencia de un saber hacer, siempre con un alcance inusitado, que compromete tanto a peluqueros como a clientes, cada cual con el suyo.

No se paga una práctica mercantil, se paga un saber hacer recibido, hecho con un toque de amor. 

Saber hacer, aún…


Todos los Derechos de Autor y Propiedad Intelectual, pertenecen a: 


©Mario Kelman

Rosario- Argentina

2025

Ilustraciones: Imágenes libres de la Web

 ATRAPADOS POR LA IMAGEN



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Afectuosamente...

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2 comentarios:

  1. ¿Y la revista El gráfico? ¿Y las charlas en las que intervienen todos: los clientes bajo las tijeras, los peluqueros y los que esperan, sentados, su turno? Temas recurrentes: minas y fútbol...¡Qué universo! Entre los peluqueros tradicionales y los barberos actuales, se encajan los coiffers unisex...¡Excelente crónica Mario! Me pareció entrar a la peluquería que cerró a la vuelta de casa: idéntica a la que describís, solo que había un único peluquero que ¡lástima! se dió por jubilado. Convivían en el estante el spray fijador Roby, pote de Lord Cheseline y gel efecto mojado. ¿Agua de Colonia?: Lavanda inglesa. Perdón, me dejé ir. Culpable tu estupenda visita guiada.

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  2. Me encanta este relato, ¡la línea histórica que refleja es maravillosa! De peluqueros y barberos, ayer, hoy y siempre, ¡un oficio muy requerido por personas de todos los géneros! Voy a la peluquería cuando tengo una fiesta, cuando necesito verme bella, cuando estoy deprimida… En la peluquería, encontramos la palabra justa para vernos y sentirnos mejor; también nos enteramos de las noticias que acontecen en el mundo, muchas veces con una información errónea, pero ¿quien se atreve a contradecir a dicho peluquero/a, justo cuando tiene las tijeras en sus manos? Jaja.¡Gracias, Mario, por este relato encantador!

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