Queridos Amigos de Atrapados por la Imagen, como mencionamos en el comunicado que compartimos con ustedes, esta semana destacamos a uno de los grandes fotógrafos de la historia, Robert Doisneau, a partir de la próxima continuamos con la selección habitual.
Robert Doisneau (1912/04/14 - 1994/04/01)
Fotógrafo francés.
Nació en Gentilly. Cursó estudios de artes gráficas y grabado en el École Estienne de París (1926-1929) para dedicarse después a la fotografía industrial y comercial.
Robert Doisneau fue uno de los fotógrafos urbanos y documentales con mayor sensibilidad para captar la belleza efímera de lo cotidiano.
Registraba espontáneamente la cotidianidad desde una perspectiva poética y humana.
«Los gestos corrientes de gente corriente en situaciones corrientes». Así definía sus fotos Doisneau.
Quizás por ello se le haya calificado también como el poeta de los momentos puros.
Hemos encontrado en los archivos web, un relato de Doisneau donde describe el momento en que captó esta imagen y quisimos compartirlo con todos ustedes.
¡¡Esperamos lo disfruten!!
"Parece que fue ayer. Pero ha pasado mucho tiempo. Pero no tanto como para que no recuerde todos los detalles, como si la foto la hubiese tomado ayer mismo.
Era el mes de noviembre de 1953 y, como muchos días, cogí mi cámara Leica y me dispuse a recorrer las calles de París para observar ese espectáculo gratuito que permanentemente me ofrecían mis contemporáneos.
Había dejado de llover, el día era gris y frío. La abundancia de nubes me iba a proporcionar en la calle una luz suave aunque también poco contrastada, pero esto era lo habitual en París. Cargué mi Leica con un rollo de 36 exposiciones de la película Panchromatic Hipersensitive de Ilford, la famosa HP3 de 200 ASA, y dirigí mis pasos hacia el Pont des Arts.
Este puente era el museo de arte más efímero que el género humano haya inventado. Sobre su asfalto infinidad de artistas practicaban la pintura con tiza a mano y sus obras eran lavadas por el primer chubasco o reducidos a polvo bajo los pasos de los viandantes.
Caminando por el puente observé que, a pesar del frío, un hombre estaba pintando sobre un lienzo en un caballete. En un principio pensé que estaba pintando el paisaje urbano que se veía detrás de la barandilla al otro lado del río, pero al acercarme más pude observar que sobre su lienzo aparecían los esbozos de algo parecido a la Maja desnuda de Goya. Mi sorpresa aumentó cuando pude ver a la mujer que estaba sentada en un banco frente al pintor, casi oculta a mi vista tras el cuerpo de éste. Mientras me movía buscando un punto de vista interesante que me permitiese ver a través del visor al pintor, al lienzo y a parte de la modelo, un hombre se acercaba caminando desde el lado opuesto del puente con un pequeño fox terrier sujeto por una correa. De manera casi automática tomé las decisiones técnicas necesarias.
El objetivo de 50 mm de mi Leica me proporcionaba una perspectiva muy parecida a la de mi propia visión, lo que consideré muy adecuado a mis pretensiones compositivas. La sensibilidad de la película HP3 forzada a 400 ASA me permitió utilizar un diafragma lo suficientemente cerrado para conseguir la profundidad de campo necesaria de manera que todos los elementos de la imagen tuviesen una nitidez aceptable, a pesar de las pobres condiciones lumínicas que me brindaba el cielo de París. Opté por un f8 de apertura, con una velocidad de 1/60, suficiente para evitar la trepidación con el objetivo de 50 mm.
En ese momento el viandante que caminaba con su perro se detuvo justo entre el pintor y mi cámara y, de espaldas a mí, se asomó con curiosidad para escrutar el lienzo mientras el fox terrier, ajeno a la creación artística, se paró frente a mí mirándome con atención.
Y esa fue mi suerte. De pronto ese azar fotográfico que rara vez se muestra favorable hizo que todos los elementos de la fotografía se organizaran y me ofrecieran esa combinación de luces y sombras que cuando apreté el disparador de mi cámara oscureció las sales de plata de la película y creó, al mismo tiempo, una imagen latente en mi alma fotográfica que se revela cada vez que se enciende la ampliadora de mis recuerdos.
Pero en esta imagen que se ha formado en el cuarto oscuro de mi cerebro tampoco se ve a la mujer que está sentada en el banco frente al pintor, oculta por él. Tan solo su pie calzado con un elegante zapato de tacón da testimonio de su misteriosa presencia.
Robert Doisneau, 1990.
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