MARIO KELMAN
"Crónica de hechos poco conocidos. 2"
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"Le lupanar" Vincent Van Gogh |
Crónica de hechos poco conocidos. 2
Por Mario Kelman
El sol baña el día con su luz cálida y apacible. Regala un cielo celeste y límpido, hasta bajar por los árboles en flor y provocar el juego incesante y divertido con sombras danzantes, que se agitan sin respetar la física.
La imagen se apresura en desplegarse cubriendo el espacio, al modo de un tapiz sobre el vacío. En esta ocasión, la escena es recorrida por sonidos que la atraviesan. Un coro de murmullos apenas audible pero muy familiar, que viene de vaya saber dónde, separado de lo que la escena muestra.
Invitación inesperada a formar Minian para orar el Kadish en torno a una tumba del cementerio
Aunque no se sepa su significado a ciencia cierta, se intuye lo que se trata. Invitación a hacer el número mínimo de presentes para la oración en conmemoración del muerto.
Invitación que es repetición de un gesto milenario que reúne familiaridad con misterio, y encuentra un eco sensible en la aceptación a participar, como reconocimiento de la convocatoria y la pertenencia a la resonancia de los sonidos musicales de los rezos.
La invitación produce sentimientos encontrados, contradictorios. Ternura y afecto, pero también, rechazo del rito religioso; de la rigidez ortodoxa, que si bien sostiene una transmisión de más de 5.000 años, no está exenta de la crueldad de un Dios tirano, sabio, caprichoso y pasional. Para ello es necesario animarse a la herejía en un buen sentido. Pertenecer pero sin captura ni sumisión por el efecto de alienación propio de cualquier identificación. Esto es, otro modo de estar en el mundo, cuando es posible estar y no estar. Construcción de exterioridad en continuación a lo interior, o de un interior exteriorizado; que permite superar la lógica aristotélica, estar y no estar. Y sobre todo, conservar la capacidad de decisión, cuando decisión equivale a acto.
Los ancianos hacen ronda y debaten siempre. ¿Qué lugar y participación de las mujeres? ¿Aceptadas pero en espacios laterales, segundos? ¿Qué de la aceptación de quienes contraen matrimonio con no-judíos? ¿Y del derecho religioso a convalidar o impugnar sobre la condición judía o acaso el mismísimo Estado de Israel? ¿Qué de los judíos diaspóricos?
Claramente la condición judía excede la definición religiosa.
Judío es una resonancia de la lengua.
Judío, más allá del derecho religioso o civil; entonces, judío por resonancia de la letra cuando alcanza el ser, ya perdido.
La letra “judío” origina y sostiene una transmisión entre otras. Letra abierta a la singularidad, pero que hace carne, mundo y universo en algunos vivientes, en cada nacimiento y vibra en cada acontecimiento.
En la letra abrevan y se abastecen los discursos múltiples y diversos, que llevados por el ansia de hacer Totalidad, compiten y pujan.
El racismo es un hecho de discurso-Uno cuando falla la articulación entre la alteridad y la diferencia, y el otro no reconocido como semejante va al lugar de la excepción del desecho, que sostiene la estructura.
Más allá de lo cuál, nuevamente Minian convoca al enigma.
¿Por qué tienen que ser 10?
El número introduce un saber de otro orden. Es lo que nos enseña la Kabbalah, via electiva a recorrer que se recomienda al amable lector.
El número sabe lo real. Es también la intuición de Pitágoras.
¿Entonces, qué sabe el diez del Minian? ¿Qué sabe el diez de la constitución de una comunidad? ¿O qué sabe el diez de la estructura de las emanaciones Divinas y de la Creación? Diez también son los enviados por Abraham a confirmar el arribo a la Tierra Prometida.
Una respuesta dice: del cero al nueve son diez cifras.
Entonces, diez que hacen Uno, sistema.
O diez que hacen Una, decena.
El viento del tiempo diluye el Minian ocasional y lleva los acordes de la oración a su viaje inexorable. Sólo la piedra del cementerio permanece incólume. Y el silencio…
Pero aún la piedra, ¿por cuánto tiempo más?
¿Y el silencio? El silencio sólo se aprehende cuando una voz lo interrumpe.
El sol concluye su travesía, decayendo en el ocaso para lucir una belleza agónica.
Las calles se tiñen de naranjas y ocres tardíos hasta desfallecer en las penumbras. Apenas algunos rayos rojizos postreros reflejan destellos en la humedad de los adoquines.
De regreso a casa. Las salas largamente frecuentadas, habituales y repetidas, con parquet oscurecido por los innumerables encerados de pasta, que a fuerza de acumularse capa tras capa, impregnan la madera con el olor profundo del solvente. Los antiguos muebles cómodos, enormes pero austeros y confiables. El viejo sillón mullido de cuerina marrón, despliega sus brazos a ambos costados del respaldo casi vertical y en el rellano central, el almohadón aplacado por el uso y los años. La mesa del comedor y las sillas, con paso apretado y justo. La cama de estilo, ancha, generosa junto a las mesitas de luz, con estante para los calzados, a cada lado; sobre las que reposan los viejos veladores de base cerámica y pantalla que irradian luces opacas y mortecinas.
Ha concluido otra jornada y el estío se repite con una humedad y sopor que espesan el aire, aunque alivianado por el avance del atardecer.
El hombre se recuesta en la cama y no puede evitar que imágenes y recuerdos acudan a su mente.
Algunas vagas imágenes de un padre de respetable estatura y porte, con presencias fugaces y largas ausencias, gestos firmes, breves y siempre distante. Su calvicie se continúa en un fino bigote que recubre labios siempre tensos en un rictus atento. De contextura fuerte, delgado y enjuto; con brazos y piernas alargadas, grandes manos de dedos finos. Hombre de pocas palabras y comunicaciones breves y escasas.
Los duros días de crianza compartidos con su madre, en una casa en los andurriales de la ciudad, bajo la sombra de dos frondosos árboles, cuya entrada se abre a un bar-cantina que atrae parroquianos a beber su diaria, conversar en voz alta, entre risas y discusiones que a veces terminaban en bravos entreveros.
Su madre de rasgos fuertes y curtidos por la vida, marcan con dureza su rostro, acentuados por un temperamento vehemente. Pasa el día cuidando el hogar, la huerta, las gallinas y la vaca que acompaña su crecimiento, proveyendo alimento aún en los días de frío y escasez. Alternando por las noches con el trabajo duro de la taberna que regentea, con hombres igualmente rudos y ásperos a los que no duda en poner en vereda cuando es necesario.
El camino diario a la escuela es parte de la rutina habitual, atravesando descampados y pastizales, sigue el sendero hasta llegar a destino. A veces, interrumpe su marcha para hacer escala en la casona donde funciona el prostíbulo, siempre bien recibido entre el saludo cordial y las bromas pesadas que pintan sus mejillas con rubor. Sentado en una silla, juega con el sombrero de su padre y pasa el tiempo compartiendo con las mujeres del viejo oficio, una vida de supervivencia, sueños esperanzados y hastío.
El golpe de la persiana sobre el contrafuerte de la ventana, azotada por el viento súbito, lo devuelve al presente.
Más allá del marco de la ventana, la ciudad también entornada por la oscuridad envolvente del ocaso, oculta en las penumbras los secretos sombríos, con movimientos suaves y discretos.
Ciudad que cuenta con el triste récord de la existencia pasada de una banda de trata de blancas integrada por judíos. Posiblemente el único antecedente en la historia de la humanidad, del cual seguramente se pueden encontrar vestigios si se busca con atención.
Ningún judío perteneciente a dicha banda es aceptado en el cementerio de la comunidad judía, negándoles el reposo post mortem en tierra santificada. Comunidad por otra parte, que recibe una sanción por lo cual, durante muchos años no se le asigna un Rabino, designando en su lugar, autoridades de menor jerarquía; ni tampoco se permite la realización de algunos ritos relevantes como por ejemplo, las conversiones.
Curioso gesto que revela que la falta ética de algunos es considerada como una falta que afecta a la comunidad entera, haciendo responsable al conjunto. Parece tratarse de la misma lógica que Levi Strauss y Freud descubren en el Tabú, postulando que la transgresión de alguno de sus integrantes afecta el ordenamiento de la comunidad entera. La enfermedad es leída como efecto de una transgresión y la cura implica un procedimiento ritual comunitario.
La ética y la transgresión son responsabilidad del individuo y de la comunidad, conclusión muy interesante, que permite interrogar sobre la contemporaneidad de esta cuestión.
El golpeteo de la persiana obliga al hombre a levantarse de la cama, arrastrando la pesadumbre de su cuerpo, ya en el declino de su vejez.
Ha llevado una vida austera, sin privaciones pero sin grandes lujos. Ha aprendido a vivir con dignidad.
Una familia que alberga con orgullo, su mujer e hijos que acompañan; pero a pesar de lo cual no logra llenar su soledad; en alguna instancia, infinitamente honda, triste e inalcanzable.
Cada día es una jornada que llena con trabajo. En sus ratos libres se dedica a su afición, la carpintería; con el orgullo de haber hechos sus muebles y los de sus hijos.
Ha dedicado sus esfuerzos a un noble oficio organizando una cooperativa. Produce y enseña a cuanta persona se aproxima y mostrara interés por hacer y por adquirir una herramienta que le permita ganar su pan y salvar su vida.
Paso a paso, disfruta de los progresos de sus alumnos, enseñando su maestría y trabajando a la par de ellos hasta que están en condiciones de emanciparse.
Siempre amable y de gestos delicados, con una sonrisa anticipa su mano extendida al saludo o al regalo de una muestra de su cosecha.
Esfuerzos sostenidos y denodados día a día, que se repiten en detrimento de sus sueños propios, alimentando el sacrificio del deseo. Con eso paga cada vez y de allí nace su solitaria tristeza, intocable y negada a cualquier voz en contrario.
Es su ofrenda a la comunidad, su entrega calculada, su redención personal de quién paga por los pecados de su padre.
Mario Kelman
Rosario - Argentina
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Mario, un relato donde la pérdida del padre del protagonista es el disparador para que surjan, imágenes, recuerdos y reflexiones . Todo ello teñido de melancolía y una dolorosa tristeza, excelentemente trazadas con tus palabras. Gracias Mario por tu aporte, por confiar en Atrapados por la Imagen, te deseo muchos éxitos. Afectuosamente.
ResponderBorrarMuchas gracias Tesi. Es atinado el comentario. El padre se pierde a partir del momento en que naufraga éticamente. Su naufragio en el crimen destituye la función paterna. En el lugar vacante, el sacrificio del hijo pagando por sus pecados, intenta restituir un padre.
BorrarLas grandes paradojas de la vida, una contradicción casi tragicómicas de gigantescas dimensiones. Me encantó!! Excelente creación, felicitaciones Mario!! Gracias por tu bello arte.
ResponderBorrarGracias Luisiana. La crónica también revela una circunstancia poco difundida que efectivamente afectó a la comunidad judía de la ciudad de Rosario
BorrarComo siempre, la escritura de Mario, nos atrapa desde el primer instante, su poder descriptivo, genera que podamos imaginar a cada uno de los personajes, una vez más, felicito al autor por su creatividad narrativa, por su calidez humana y porque Atrapados tiene un nuevo amigo!!!!! bravo amigo!!!!
ResponderBorrarQuiero que sepan que para mí es muy importante contar con nuevos amigos. Son los lazos de afecto los que nos sostienen en la existencia.
BorrarLa muerte del padre lleva al protagonista a una profunda indagación sobre su pasado y presente, a ello Mario Kleiman suma una impecable descripción dando al lector la oportunidad de situarse en su vida y costumbres. Felicitaciones!
ResponderBorrarQuerida Marta, valoro mucho tu comentario.
Borrarhermoso Mario!
ResponderBorrarMuchas gracias. Lamentablemente en la publicación del comentario no figura el nombre de su autor.
BorrarAprovecho para transmitir que para que figure el nombre, pueden inscribirse en el blog Atrapados por la Imagen, enviando un mail solicitando la suscripción, y formar parte de una comunidad cuyo interés común es el arte.
Mario...gracias ,. senti profundamente hermandad con el relato.
ResponderBorrarparte de mi historia.
mi viejo en la carpinteria...disfrutando y preocupado...
En su entierro ...despues del kadish ..resaltaban sus palabras "yo no creo en nada..pero con el no se jode"
Agradezco el comentario. Cada lectura produce resonancia en el texto y en el cuerpo propio. Que frase impresionante: "yo no creo en nada..pero con él no se jode" Las creencias son transmitidas e imborrables. La doble negación del "no" y del "nada" obviamente, constituyen una afirmación de la creencia. Cada uno encuentra su forma de coexistir con sus marcas fundamentales. La extimidad es una de ellas. Respondo sin saber el nombre del interlocutor. Vale la misma respuesta que el comentario anterior respecto de la suscripción al blog.
BorrarCrónica que enriquece a quien la lee. Hace reflexionar sobre los mandatos ancestrales y sus impactos sobre cada individuo en particular, sobre su comunidad y finalmente sobre la sociedad toda, a través de la mirada objetiva de quién conoce en profundidad el tema y tiene las competencias necesarias para analizarlo. Planteo de carácter universal porque los cuestionamientos atraviesan a todas las culturas. La historia en particular, por el modo en que es contada, envuelve acariciadoramente al lector, suavizando pero no escondiendo la dureza de fondo.
ResponderBorrarCaro amico. No es casualidad que comience la respuesta en italiano. Agradezco tu comentario afable y aprovecho para subrayar el valor incuestionable de las resonancias de cada lengua. De eso estamos hechos. Abrazo.
ResponderBorrarMario, conociendo la historia prostibularia de Rosario, tu relato me sume en un aspecto nunca indagado. Vivencio cada momento en un recorrido triste, solitario, angustioso, duro, muy duro. Excelente crónica llevada con maestría. Bravo!
ResponderBorrarEstimada Susi. Le agradezco su lectura y su comentario. Historia trágica y poco difundida de Rosario. Gracias
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