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lunes, 29 de enero de 2024

©EDITORIAL ATRAPADOS POR LA IMAGEN: Mario Kelman


Cuentos y Relatos Presenta a:

Mario Kelman

en...

"Crónica sobre el vacío y las contingencias callejeras".

Ilustraciones:  << Nora Kleinerman>>

 Relato basado en hechos reales. 


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REGISTRO DE:

EDITORIAL  ATRAPADOS POR LA IMAGEN


Editorial Atrapados por la Imagen, es un espacio gratuito dedicado a difundir... 


¡El arte de todos!





 "Crónica sobre el vacío y las contingencias callejeras".

Mario Kelman


La calle vuelve a ser el escenario que aloja y muestra la vida.

Cada momento del día pinta con acuarelas los tonos, superficies y acentos. 

El amanecer tiñe la urbe con auroras pasteles; el atardecer con matices crepusculares pesando sobre los bordes superiores de las nubes. Las mañanas esplendentes abren la jornada a la aventura y el entusiasmo mientras que las noches pliegan la luz sobre el manto oscuro, donde reverberan luces y estrellas; con el encanto de los brillos y la negrura furtiva que alienta los encuentros de cuerpos cómplices y hambrientos en el amor, y ardientes en las peleas sordas.

¿Qué mejor lugar que la calle para leer lo que es contemporáneo?

Según los relatos de los mayores llevados por susurros que se filtran por hendijas y alcantarillas, hace años un encantamiento desconocido hizo que los hombres dejaran de ver la calle y sólo tuvieran ojos para televisores y celulares. 

Grandes, medianas y pequeñas pantallas muestran el mundo plano y depurado por la matrix. Publicidades parpadeantes y gadgets prometen una felicidad pret a porter, al alcance de la mano. La pobreza no se elude pero se la muestra como un souvenir lejano, segregada y al margen; cuando no, como invitada estrella del espectáculo.

La imagen en la pantalla muestra en colores y mediasluces las escenas que se suceden mientras el encantamiento opera adormeciendo al espectador, en una vida insípida, inmaterial, continua y monótona. 

Por el contrario, el encuentro con la calle, despierta, incomoda. Trae calores y fríos, olores, sabores, roces, sudor, hambre, dolor, alegrías y placeres. Es decir, toma cuerpo.

No obstante, en las calles pobladas de transeúntes, multitudes van y vienen sin ver. 

La carta invita a aprender a detenerse, hacer pausas y contemplar detenidamente en derredor. 

Haga la prueba, estimado lector. Por qué no lo intenta un día. Elija un lugar, deténgase un momento y observe.

Un ver sostenido es saber leer. Lo cual modifica al espectador y lo lleva a adoptar un punto de vista, y a que se manifieste dejando huella. La política es la incidencia.

Salir a la calle, detenerse, leer, escuchar.

Cada uno encontrará lo que en él ya estaba ahí; más atreverse a encontrar lo otro desconocido.

Pero, ¿salir de dónde?

Seguramente ustedes preguntarán por los que no se detienen. Ellos, pues, aceptan por propia responsabilidad, vivir en la inercia y la inexistencia de rumbo propio.

Quienes en lugar de asumir la interrogación y responsabilidad propia, se abandonan al encantamiento del hechizo. 

Cerca de la esquina, en un costado apartado, sentado y recostado sobre un recoveco donde la pared hace un hueco, una pequeña figura indefinida.

Cabellos oscuros y sueltos al viento, sujetados en la frente por una vincha de tela roja que se destaca sobre su piel morena oscura, lisa con arrugas convertidas en surcos tallados en la superficie. Por lo general, se atenúan en estado distendido pero se tensan cuando su ánimo cambia y sólo así sus emociones se expresan como única manifestación en su inmutable semblante. 

Sus ojos imperturbables no pestañean. Fijos y centrados en sus pupilas negras que le dan a su mirada un efecto quemante. Pura mirada vacía que parece no ver, pero no es así, sino todo lo contrario.

Sus brazos cruzados sobre su plexo erguido, y sus piernas dobladas en algo parecido a un loto, recubiertos por lienzos que le confieren un aspecto atérmico, desértico y desprovisto de rasgos que lo identifiquen.

Su presencia silenciosa, inexpresiva y casi inmóvil pasa inadvertida para la mayoría de las personas. 

Los lectores podrían acudir a la misma esquina y comprobarán motu proprio, su vigilia. Siempre allí con el mismo gesto, como un actual Enigma citadino. Presencia silenciosa que sale al cruce del transeúnte e interroga, interpela, cuestiona.

¿Antiguo? ¿Moderno? ¿Aborigen? ¿Oriental? ¿Oráculo? ¿Gurú?

Memoria.

Una calle se abre al paso, y ofrece sendas hileras de casas de alto. Frentes cuidados pese a los años transcurridos, cada edificio con sus puertas decoradas con maderas rústicas y cálidas, ornamentos de herrería que combinan hierros, bronces y dorados. 

En el horizonte, la casa de gobierno. Portales robustos y generosos de estilo clásico, resguardan con celo el interior. 

Recintos amplios y frescos tras gruesos muros resistentes al asedio de las gentes y de las pasiones. 

Paredes exteriores pobladas de ornatos y balcones, interrumpidas por los ventanales amplios que dejan entrar la claridad del día y las penumbras de la noche. Ventanales abiertos de par en par, vestidos con cortinados agitados por la brisa matinal, enmarcan el vacío, las ausencias.

El vacío muestra la inconsistencia y lo que se ha dado en llamar crisis de representatividad.  Las ausencias apenas disimulan los tráficos ocultos en otro tiempo, en otro lugar.

¿Pero qué de las gentes?

Lo notable es lo que el vacío y las ausencias producen en las personas.

Como una creciente marea se moviliza e inunda de un creciente fervor en las multitudes, reclamando una presencia que se apersone en el vacío y responda.

Llama la atención y bien vale preguntarse sobre este raro fenómeno.

¿Qué extraño resorte impulsa a pedir con tanta pasión y angustia? Por otra parte, ¿qué extraño pedido será ese? ¿Qué se pide cuando se pide? 

A más vacío, más intenso el clamor. 

Se intensifican los reclamos de justicia y se multiplican las apelaciones de derechos socavados, como una manga de langostas que devoran y corroen el verde prado fértil.

Se potencia la necesidad de identificaciones que sostenga la existencia y el mundo conocido, ante el nihil que evidencia el desamparo, la orfandad y la falta de garantías.

Y sobre todo, la puesta de manifiesto de la fragilidad de la vida humana. 

Las olas del mar devuelven incesantemente a la orilla arenosa, la insistencia de la espera, clamando por la llegada de una respuesta. Como el Sr. Godot, una y otra vez. 

Sólo se obtiene silencio al atronador enrollado de la cresta de las olas, que rompen y sesean el desliz alargado y acariciante, sobre la playa.

La respuesta no llega. 

No por desidia... 

Sino porque se pide lo imposible y para eso no hay otra respuesta que un síntoma.

Algo retorna del vacío político. 

Eh, la nave va… 

No se trata de una respuesta sino lo peor asomando por los visillos. 

La imposición de una política de la excepción.

Como afirma Benjamin, la excepción se constituye en política.

Del otro lado de la orilla, la increencia sume la peor tiniebla sobre el paraje yermo del exilio, del desplazamiento o del destierro del suelo propio.

Los hechos siempre constituyen una buena referencia.

Una calle de un país vecino. Anochece y la fina garúa humedece el asfalto. Una voz amiga surgida del ulular del viento, aconseja apurar el paso, por la cercanía de la hora en que se inicia el Toque de Queda. A metros de allí, los arbustos a ambos lados del camino dan testimonio de lo ocurrido una semana atrás, sobre el paso de un auto con un matrimonio de ancianos turistas, que no escucha la voz de Alto, y son asesinados a tiros por la soldadesca.

¿Cómo es posible? 

No queda nada allí que haga saber lo ocurrido en forma anónima, tragedia, injusticia, impunidad. 

Solo permanece el susurro de vientos y arbustos, sensibles sólo para quien quiera saber de ello.

En la esquina ya casi de regreso, un hombre mayor en la parada de ómnibus, muestra un durazno gastado por el manoseo durante el regreso a casa. Con voz débil, comparte.


¿Lo ve? Es todo lo que tenemos para comer y se lo llevo a mi esposa que está convaleciente. 

Angustia. 

Inolvidable. 

Ante la oferta de una ayuda, la rechaza con dignidad, sabiendo que en su reclamo no se trata de eso. Llora su pena amarga y le alcanza con ser escuchado y recibir el respeto del interlocutor. Alimenta su alma.

Fin de viaje. Despedidas en un país extranjero. Es la hora y aún el amigo no llega. A punto de partir, se anuncia como vendaval envuelto en su poncho y ushutas, con su humildad y hombría de bien. Se disculpa por la tardanza, absorbido  por la cocción en su horno de barro de dos mates de arcilla, en cuya base grabado a cuchillo se lee el nombre, la fecha y el abrazo fraterno. Un homenaje que atraviesa su cultura e invita a la aceptación y convivencia en la diferencia. Sabe de la afición argentina hacia los mates para beber esa misteriosa infusión de yerba, en el rito compartido que reúne, invita a hablar, a escuchar y a hacer pausa. Pausa necesaria para escuchar, para ver, para comprender.

Gestos que habitan las calles.

Gestos que surgen sin autor ni dueño, en la contingencia. Encuentros e intersecciones de los caminos de la vida, que convocan en ese momento irrepetible a hacer comunidad.

Una comunidad se hace y existe en acto.

Una última sugerencia.

Estimado lector, conserve su disposición al encuentro. 

De eso se trata.

Estar. Estar dispuesto. 

La memoria persevera.

Necesariamente advendrán acontecimientos. 


Mario Kelman

Nora Kleinerman

Artísta plástica

Enero 2024

Rosario - Argentina


Agradecemos a todos nuestros amigos, lectores y seguidores, por sus visitas y valoraciones.


Afectuosamente...


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Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.

12 comentarios:

  1. Bauman nos habla de la sociedad líquida.
    Mario Kelman advierte y describe minuciosamente los sentires, imágenes y personajes que la componen.
    Apostemos a la percepción humana, a recordar que hay otros mundos que eligen dar la espalda a los conglomerados citadinos.
    Los hay
    Gracias Mario!

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    1. Agradezco su lectura. Me deja la curiosidad sobre los otros mundos. El problema más crítico de la época, sin dudas, es la segregación.

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  2. ¡Querido Mario, una vez más, la calle y su gente dan protagonismo a tus historias, en ellas encontramos miles de sentires diferentes! ¡Pero este mundo, que cada vez parece más autista ante el dolor y la desesperación del otro, no podrá cambiar, hasta que entendamos que la salida es colectiva!!! ¡Excelente relato amigo, al igual que los dibujos maravillosos de Nora! ¡Gracias infinitas a los dos, por elegir este espacio, como expresión cultural!!! Les deseo muchos éxitos!!! Miles de abrazos!!!

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    1. Gracias Laura. Comparto la afirmación que la salida es una construcción colectiva. Con lo cual, la pregunta se desliza: ¿cómo se construye lo colectivo? Es una política diferente a la lógica del sistema político basado en la verticalidad y las jerarquías. ¿Una excluye a la otra? No sería conveniente. Ambas políticas coexisten. Una es arquitectura de gobierno, siempre sintomática. La otra política, es la del telar que hace tejido social.

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  3. Tiempo para detenrse y contemplar, leer y coincidir con ese narrar pausado, pero rítmico de Mario que muestra esta sociedad en la que estamos inmersos. Ese mirar y contar, descarnado, crudo y sin embargo lleno de compasión! Gracias

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    1. Gracias Susi por el comentario. Qué tema el tiempo. La época empuja a la aceleración, sustrayendo tiempo, cultura del instante, de lo inmediato. Hagamos la operación inversa, introducir tiempo, dar el tiempo que cada paso requiere.

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  4. Gracias Mario, por describir con tu relato y los dibujos de Norita, con tanta realidad la sociedad en la que vivimos y las relaciones entre quienes formamos parte de ella.

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    1. Le agradezco Clara su mensaje. Aprecio mucho el trabajo de Nora. Excelente!!

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  5. "Haga la prueba, estimado lector. Por qué no lo intenta un día. Elija un lugar, deténgase un momento y observe..."
    "...Los hechos siempre constituyen una buena referencia...."
    "... sólo para quien quiera saber de ello". ¿Qué mejor descripción de una sociedad mayoritariamente, ignorante, indiferente y zombie? Bravo, Kelman! Crónica bellamente ilustrada por Nora Kleinerman.

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    1. Gracias amigo. Los estados de la sociedad son cambiantes. Hagamos un voto de confianza a que haya un cambio, la sorpresa del acontecimiento.

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  6. Mario, coincido plenamente con vos , basta pararse en una esquina o quizá, mirar a través de la ventana de un bar, para ver pasar la vida a través de la gente que va sumida en su burbuja sin ver lo que sucede a su alrededor. Vivimos en una sociedad que mira para otro lado. En la cual, el otro, pareciera no existir. Un gran relato bellamente ilustrado por Nora Kleinerman. Felicitaciones!

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  7. Muchas gracias Isa. Los lazos sociales están muy agredidos. Pero no se trata sólo de la inexistencia del otro, sino también de sujetos ausentes de sí mismos, privados de su sensibilidad.

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