La historia de Edith Aron, "La maga" de la vida real.
¿Qué mujer en los años 60 no quiso ser La Maga? Esa musa de Julio Cortázar que enamoró al protagonista de Rayuela en las calles de París y que estuvo inspirada en una joven real: Edith Aron.
Edith Aron. Nació en Alemania el 4 de septiembre de 1923. De familia judía, poco antes de la Segunda Guerra Mundial emigró con sus padres a la Argentina, donde ya tenían parientes. “Fui al Colegio Pestalozzi, a cuyos profesores les voy a estar por siempre agradecida.
Me permitieron mantener una identidad alemana como la de ellos, profundamente distanciada de la política e ideología nazi.”
Llegó a la vida de Cortázar un 6 de enero de 1950, cuando tomaron en Buenos Aires, Argentina, el mismo barco (el italiano Conte Biancamano) con destino a Europa. Ella tenía 23 años y él 36.
Cuenta Edith: "Lo vi por primera vez en la oficina de cambios del barco. Vi a un muchacho joven, alto, que hablaba con acento argentino, pero pronunciando la r en la garganta a la manera francesa".
"Yo estaba en tercera clase, no pasaba nada demasiado interesante y, de pronto, vi a un muchacho tocar tangos en el piano a cuatro manos con otro chico . Una chica italiana con la que compartía la cabina me dijo que me miraba y que como era tan lindo, por qué no iba a invitarlo a nuestra mesa. Pero estábamos sentadas con gente muy rara, el mozo era muy viejo y no me animé.”
En un comienzo sus travesías tomaron caminos separados. Ella se bajó en Cannes y Cortázar siguió hacia Génova. Al tiempo se encontrarían por las calles de París.
“Recuerdo vernos por casualidad tres veces. La primera yo estaba en una librería en el Boulevard Saint-Germain. Él estaba mirando el escaparate y me acordé enseguida. Es difícil olvidar una cara si has estado más de dos semanas en el mismo barco”, pero en aquella oportunidad tampoco conversaron, fue la segunda vez que los reunió el azar.
“Yo había ido a ver al cine Jeanne d’Arc, con una conocida. Al girarme, Cortázar estaba sentado justo detrás. Allí sí que hablamos, pero poco... Luego, en los Jardines de Luxemburgo, también por azar. Tomamos un café cerca y nos dimos cuenta de que teníamos algunos amigos argentinos en común que vivían en París. Eran Sergio Castro, un joven pintor alumno de Torres García, y la escultora Alicia Penalba”.
Aquí ya se pueden trazar los primeros paralelos con la historia narrada en Rayuela. "Era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a La Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico", se lee al inicio del libro".
Cortázar estaba muy influido por los surrealistas, que creían que las coincidencias eran algo importante. La casualidad fue para él reveladora, bastante más que la lógica. La invitó a un café y le dio un poema que se titulaba "Los días entre paréntesis". Y nació una compleja historia de amor. Un día, mientras Cortázar jugueteaba con unas migas de pan, le anunció: "Quiero escribir un libro mágico". Ese libro fue "Rayuela" y, según confesó después a su editor y a la propia Edith por carta, ella le inspiró "La Maga".
Claro que no todo fueron encuentros casuales, recuerda Edith. “Cortázar trabajaba en una exportadora de libros en la esquina de mi casa en París, y venía a verme para almorzar. Era muy entretenido. Por ejemplo, me decía que le hiciera una ensalada azul. Yo no tenía idea de qué era eso. Entonces, él tomaba cualquier ensalada y la llenaba de estampillas azules. Hacía todo el tiempo ese tipo de juegos, en los que yo nunca me sentí a la par. ¡Me acomplejaba porque él sabía tanto y yo sabía tan poco! No me decidí a irme a vivir con él justamente porque quería estudiar. Además, sabía que él admiraba mucho a Aurora Bernárdez, que estaba en Buenos Aires”, confiesa con un susurro.
En una entrevista para la revista Diners, le preguntaron a Edith: ¿Usted estaba enamorada?, a lo que ella respondió: "No lo sabía. Cierta noche Cortázar me dijo que Aurora vendría a pasar fin de año a París, y me preguntó qué era más importante para mí, Navidad o Año Nuevo. No sé por qué le dije que Año Nuevo, que Navidad la iba a pasar con mi papá. Cuando nos volvimos a ver, él había pasado Navidad con Aurora y se había decidido por ella. Fue sólo al perderlo que me di cuenta de que lo quería".
Pero usted ya estaba para siempre asociada a él por Rayuela. Entonces , le pregunta: ¿Se siente identificada cuando lee el personaje de La Maga?
"Él me escribió diciéndome que había basado su personaje en mí, y nos pasaban, es verdad, cosas espontáneas como las de la novela. También hay algunos episodios, como ese en el que encontramos un paraguas viejo en las calles de París y le damos una ceremonia de entierro, que ocurrieron más o menos como los cuenta. Pero la Maga es un personaje literario".
Edith Aron fue una escritora, traductora literaria y docente alemana. Tradujo al idioma alemán las novelas, cuentos y poemas de Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Silvina Ocampo, Adolfo Bioy Casares y Julio Cortázar entre otros reconocidos escritores de la literatura latinoamericana.
Edith Aron quiso que el resto de su vida transcurriese en el anonimato. Murió en Londres, en mayo de 2020, con 96 años, a causa de una neumonía que pudo ser provocada por el coronavirus, pero como La Maga, vivirá por siempre...
Carta de Julio Cortázar a Edith Aron.
Agoto de 1951
“Querida Edith:
No sé si se acuerda todavía del largo, flaco, feo y aburrido compañero que usted aceptó para pasear muchas veces por París, para ir a escuchar Bach a la Sala del Conservatorio, para ver un eclipse de luna en el parvis de Notre Dame, para botar al Sena un barquito de papel, para prestarle un pulóver verde (que todavía guarda su perfume, aunque los sentidos no lo perciban).
Yo soy otra vez ése, el hombre que le dijo, al despedirse de usted delante del Flore, que volvería a París en dos años. Voy a volver antes, estaré allí en noviembre de este año. Y desde ahora pienso, Edith, en el gusto de volverla a encontrar y al mismo tiempo tengo un poco de miedo de que usted esté ya muy cambiada, sea una parisiense completa, hablando el lenguaje de la ciudad, y los hábitos de la ciudad, y todo eso que yo tendré que ir aprendiendo poco a poco, con cuanto trabajo.
Tengo además miedo de que a usted no le divierta la posibilidad de verme, que al contrario le fastidie este recuerdo de Buenos Aires –ya que yo soy un poco Buenos Aires, eso que usted dejo atrás–. Por eso le pido desde ahora, y se lo pido por escrito porque me es más fácil, que no vaya a crearse problemas de “buena educación” cuando yo la busque en París. Si usted está ya en un orden satisfactorio de cosas, le pido que me lo diga sin rodeos. ¿Por qué no? Sería mucho peor disimular el aburrimiento.
Si le choca este tono un poco vehemente, le pido perdón. Sobre todo cuando nunca le escribí una sola línea, ni hice nada por comunicarme con usted. La verdad es que deseaba volver, no escribir; arreglar mis cosas para volver a París, y allí, un buen día, encontrármela, y seguir siendo buenos camaradas como antes. A usted no le reprocho que no me haya escrito. Me parece perfectamente natural. Demasiado intensamente estará viviendo para dedicarse a las pálidas tareas epistolares. Pero me gustaría que alguna vez se haya acordado de mí, como yo me he acordado mucho aquí, cada vez que el recuerdo de aquel tiempo me volvía como un aire fresco.
Creo que estaré en París en la primera semana de Noviembre. Gané una de las becas del gobierno francés, y probablemente iré a alojarme a la Cité universitaire. Por lo demás, estoy quemando aquí las naves, y tengo la firme intención de quedarme en París. Algunos amigos que tengo me buscan en estos momentos algún trabajo para completar mi presupuesto (las becas son miserables y no alcanzan para nada); espero poder irme arreglando.
(…)
Con toda franqueza le digo que me fue bastante mal con sus amigos. Por supuesto que Miss Mayer fue gentilísima, pero Gerber y yo no sintonizamos, y mucho menos con Zubrisky. Cumplí con sus encargos, repartí las postales y lo que usted me había dado, y me volví a mi rincón. Es evidente que no siempre se puede simpatizar con una persona por intermedio de otra. La simpatía es cosa directa y personal.
Por correo aparte le mando un libro de cuentos que he publicado en estos meses. Ya me dirá si le gusta. Jorge D’Urbano me dijo que le había encontrado en París, y que usted estaba bien. Pero como no agregó nada más, supuse que no había ningún mensaje especial para mí. (Esto explica un poco el tono inicial de esta carta, que me hace reír ahora que la releo).
En fin, me gustaría verla y que usted esté igualita, y que todavía vaya a Chantecler a escuchar suites de Bach. Me gustaría que siga siendo brusca, complicada, irónica, entusiasta, y que un día pueda prestarle un pulóver o que usted pueda prestármelo a mí –aunque esto último va a ser trágico, porque apenas me va a llegar al estómago.
Querida Edith, no se enoje por esta carta o si se enoja, que sea un enojo bonito y que pase pronto. Me gustaría que le gustara –vea como repito las palabras, y eso que mi maestra de quinto grado se mataba corrigiéndome el vocabulario y enseñándome sinónimos–, me agradaría que le agradara alguno de mis cuentos. Si usted ya no está en la dirección donde le mando mi carta, y con todo se la hacen llegar, ¿será buena y me mandará su dirección para que yo, una tarde, lleno de alegría, pueda…? (¡Suspenso! Lo que quiero decir es que no me gustaría encontrar la casa vacía, o que usted se mudó a Burdeos, o a Lyon, o que vive en la tour d’Olivier de Clisson, que tanto me gusta). ¿Verdad que me va a mandar su dirección, si ha cambiado?
Edith, hasta dentro de poco, con el mucho afecto de
Julio Cortázar
Lavalle 376, 12° “C”
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¡Una nota muy hermosa Isa!! ¡Descubrir a Cortázar desde lo más íntimo de sus sentimientos es maravilloso!! Extraigo estas líneas, donde se puede vislumbrar su alma sensible!! "Tengo además miedo de que a usted no le divierta la posibilidad de verme, que al contrario le fastidie este recuerdo de Buenos Aires –ya que yo soy un poco Buenos Aires, eso que usted dejó atrás–. Por eso le pido desde ahora, y se lo pido por escrito porque me es más fácil, que no vaya a crearse problemas de “buena educación” cuando yo la busque en París. Si usted está ya en un orden satisfactorio de cosas, le pido que me lo diga sin rodeos. ¿Por qué no? Sería mucho peor disimular el aburrimiento". Muchas gracias y Felicitaciones Isa!!!
ResponderBorrarGracias Isa! Sabés bien que Cortázar es mi escritor favorito. Este artículo,con carta incluída fue un placer enorme. Gracias!
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