Paso
Medina sobre la Ruta 6,
a unos
kilómetros al Sur de La Paz,
sobre el
Arroyo Feliciano.
El
Feliciano quien junta las aguas de muchos arroyuelos paceños,
que
transportan lágrimas de tristeza y alegría;
el perfume
de la más variada vegetación
y el
sonido del agua al correr se entremezclan con la más
bella
música que producen las Aves.
Paso
Medina, la señal que estamos llegando desde el Sur
por un
camino rodeado de campos y
unas pocas
casas aisladas, muchas aun de adobe y paja
que
parecen que hubieran crecido como salen
los
hormigueros de la Tierra.
El puente,
iluminado por la Luna llena es tu guía,
el puente
iluminado por el Sol del amanecer entre la niebla,
hacen que
esa mole de hormigón
también
tenga su vida propia entre la vegetación que lo rodea.
Campesinos
tienen cientos de historias que contar
entre
fogones a la vera del arroyo
mientras
que no le quitan el ojo a la boya
a la
espera de un pez para su chupín del medio día.
Cada vez
que llego, mi parada obligada,
los brazos
de cemento del Puente
son como
un cargador de pilas del Corazón
e
inspiración fotográfica.
Cada vez
que regreso, me despido y
un gualicho ingresa en mi sangre que me motiva
regresar.
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