Fotografías de autor

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lunes, 14 de agosto de 2017

Atrapados te invita a ver: Diane Arbus y su pasión por lo diferente......





Retrató como nadie la excentricidad y el universo de los extravagantes, los diferentes y los escenarios sórdidos

Lady on a bus”, N.Y.C. 1957.
Nació en 1923 pero volvió a nacer en 1956, cuando decidió ponerle fin a la sociedad con su marido y continuar sola con la cámara a cuestas. O tal vez no. Es posible que su último nacimiento haya ocurrido en 1962, cuando abandonó la comodidad que le ofrecía el mundo de la moda y salió a las calles con su Rolleiflex a registrar las perturbadoras tomas por las que se hizo conocida. Diane Nemerov vivió todas sus vidas en Nueva York y también en Nueva York eligió su muerte, en 1971: el prestigio y la celebridad no siempre son antídotos contra el padecimiento. Bajo el título "En el principio" El  MALBA realiza la primera exhibición de sus fotos en la Argentina. La muestra, integrada por unas cien fotografías de la artista que se propuso como nadie antes mostrar lo excéntrico y lo sórdido en medio de lo cotidiano, contó con la curaduría de Jeff F. Rossenheim, curador en jefe del Metropolitan Museum de Nueva York.

La primera cámara que tuvo para ella sola, una Graflex, se la regaló Allan Arbus, el hombre a quien amó a los 14, con quien se casó a los 18 y que fue el padre de sus hijas y su socio en el negocio de la fotografía comercial, en donde ella oficiaba de directora de arte mientras él disparaba a los cuerpos y ropas que eran sus objetivos. En rigor, la primera cámara se las regaló a ambos papá Nemerov en la década del 40, con la idea de que la joven pareja se hiciera cargo de las producciones fotográficas para su gran tienda de pieles "Russeks", ubicada en el cruce de la Quinta Avenida y la calle 36. Y así lo hicieron, mientras también trabajaban para revistas como Esquire, Vogue y Harper's Bazaar.


“Young Man in Curlers”, una foto clásica de Diane Arbus


“Two Women”, de Diane Arbus.
Los Nemerov eran una familia judía adinerada: los billetes habían llegado temprano de la mano de Gertrude, la madre de Diane. Quien con el tiempo se convertiría en una de las fotógrafas más influyentes del mundo creció en el seno de ese hogar privilegiado económicamente, como hija del medio entre Howard, el mayor y Renée, la menor. Howard (1920-1991), el primogénito, fue un poeta laureado y ganador de un Pulitzer. Su nombre hizo estruendo poco tiempo atrás aunque no por razones literarias.

Ocurrió cuando apareció Diane Arbus: Portrait of a Photographer, una biografía en la que el periodista de The New York Times Arthur Lubow probó buscar las razones de la obra de la artista no tanto en su formación y sus elecciones estéticas sino en su propia vida. Fue Lubow quien, luego de investigar en los papeles de una ex psicoanalista de Arbus, reveló el vínculo prohibido entre hermanos, tal vez el mayor fantasma y gran explicación para su universo de freaks, perversión y deformidades monstruosas tan centrales en su trabajo.

Niño con una granada en el Central Park, 1962


Boy stepping off the curb, N.Y.C. 1957–58.
Cuando decidió dedicarse a sacar fotos, a mediados de los años 50, Diane Arbus tomó clases con la fotógrafa austríaca Lisette Model, quien ejerció sobre ella una gran influencia y también con August Sander. Model describió alguna vez a la mujer que entró a su clase como "alguien que acaba de sufrir un un colapso nervioso o está a punto de sufrirlo". Arbus no estaba contenta con su trabajo. Ante su insatisfacción con los resultados, Model fue terminante: le advirtió que debía controlar su ansiedad o abandonar la práctica. "Era mi responsabilidad como maestra hacerlo, pero no soy responsable moral de lo que vino después", ironizó una vez. Fue también por esa época que Diane se divorció de Allan.

En 1960, la revista Esquire publicó su primer ensayo fotográfico. Poco después tuvo una iluminación. Un día, mientras unas nenas posaban en el estudio para una producción de Vogue, Diane Arbus comprendió que había llegado el momento de concluir una forma de vida. "No puedo hacerlo más", dijo. "No voy a hacerlo más", decidió. Y ahí mismo emprendió el cambio radical cuando, armada con su Nikon 35 mm, llegaron sus días más productivos, aquellos en los que construyó el modelo de artista que sigue siendo hoy, tantos años después de su muerte.


No escondía la cámara, no disimulaba: entendía que la foto era un trabajo en colaboración con el fotografiado. "Todo es tan soberbio y sobrecogedor. Avanzo arrastrándome sobre el vientre como en las películas de guerra", explicaba su modus operandi. Como una estudiosa del comportamiento humano, cruce singular de antropóloga y cronista, recorría los barrios de Nueva York, aún los más peligrosos, para seleccionar a los personajes que iba a fotografiar, entre ellos la ya célebre fauna extravagante de marginales de todo tipo, enanos, gigantes, prostitutas o gemelos idénticos y horrorosos. Personas siempre en los bordes de la sociedad.


Tomaba notas de libros, diarios y hasta guías telefónicas para preparar su tarea. La mayoría de las veces, los fotografiados miran a cámara, lo que "constribuye a hacerlos parecer más raros, casi desquiciados", como señala Susan Sontag en un ensayo incorporado a su célebre libro Sobre la fotografía. Sontag fue una de las más grandes críticas de la obra de Arbus, en quien señalaba una matriz frívola en el origen de sus elecciones y una falta absoluta de compasión por el otro. "La obra de Arbus es una buena muestra de rectora de las bellas artes en los países capitalistas: la supresión , o al menos la reducción, de los escrúpulos morales y sensorios", escribió Sontag. Pero ella los llamaba "genios" y decía adorarlos. Veía su diferencia casi como un estado más elevado de la humanidad.


En 1967, realizó junto con Lee Friedlander y Gary Winograd la exposición New Documents, que la ayudó a hacer conocida su obra por un público más amplio, mientras seguía retratando freaks pero también celebridades como Norman Mailer, Mae West y Jorge Luis Borges.

En 1971, como corolario de una larga depresión y seguramente agotada de sus propios demonios, eligió para morir los barbitúricos y una hoja de afeitar con la que se cortó las venas. Un año después, se exhibieron en la Bienal de Venecia ampliaciones de diez de sus fotos en las que había estado trabajando antes de morir. Algo más tarde se inauguró en el MOMA de Nueva York una gran muestra retrospectiva de su obra, a la que acudieron más de 250.000 personas.



"Diane Arbus. En el principio". Desde el 14 de julio al 9 de octubre de 2017. Entrada general: $100 salvo los miércoles, que cuesta $50. Estudiantes, docentes y jubilados acreditados: $50. Menores de 5 años: sin cargo. Personas con discapacidad: sin cargo. Horario: de jueves a lunes, 12:00 a 20:00. Miércoles: 12:00 a 21:00. Martes: cerrado. Feriados: abierto de 12:00 a 20:00. En el MALBA, Av. Figueroa Alcorta 3415, Buenos Aires.




4 comentarios:

  1. Creo que el trabajo de la autora es impresionante!!!!

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  2. Qué buena nota. Hay que visitar la muestra.

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  3. Laura, un excelente artículo, una fotógrafa excepcional, diferente, arriesgada, original. Gracias por la información. Bss

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