ATRAPADOS POR LA IMAGEN
Cuentos y Relatos Presenta a...
mARIO KELMAN
"Artista de Atrapados por la Imagen"
en...
"Uno nunca sabe"
Fotografías: Mario kelman
"Cuento inédito para Atrapados por la Imagen"
Edición: Editorial Atrapados por la Imagen
RL-2022-18030193-APN-DNDA#MJ
Registro de propiedad intelectual
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"Uno nunca sabe"
Mario Kelman
El paso de una estrella fugaz hiende la negrura del cielo dibujando una parábola de fuego.
Una y otra vez, la misma línea hace su trazo con el mismo intervalo.
En el espacio físico despoblado reina la tranquilidad que brinda lo mismo en su lugar.
No obstante, nada es lo mismo en la ciudad.
El primer signo del cambio, lo da el mismo cielo.
Repentinamente el paso de la estrella fugaz invierte el sentido de su órbita.
El planeta entero altera su rotación, noticia que los diarios publican con asombro.
En lo sucesivo, el sol amanece por el oeste y el poniente tiñe de rojo el este.
El frío congela gélido y el calor quema ardiente.
Los extremos se reúnen en la misma hoguera, roja y azul.
Los ríos dejan de llevar su tributo al mar.
Por el contrario, el agua de mar asciende por los ríos como un tóxico que corre por las venas.
El agua salobre irriga la tierra fértil y la convierte en desierto estéril.
La lluvia ahora color negro, cae con fuerza inusitada.
Derriba a su paso, defensas y edificaciones.
La peste se extiende y nada la detiene.
Las gentes dejan de reír y celebrar la vida.
Los niños pierden la infancia y los juegos a corta edad.
Los adultos buscan refugio ante la desnudez del desamparo.
Sin advertencia, las calles se han poblado de colchones y abrigos desesperados por las inclemencias del clima.
Sin saber cómo ni desde cuándo, la mayoría de las escuelas lucen sin vidrios ni revoques. El frío intrusa lo que otrora era un cálido segundo hogar.
El soplo helado vaga por los pasillos y aulas apenas confortados en torno a una mesada con mate cocido humeante y alguna hogaza de pan con que afectuosamente abrazan maestras y preceptoras que, pese a todo, mantienen viva su sensibilidad.
Sin darse cuenta, maestros y maestras han dejado de lado la enseñanza para dedicarse a dar consuelo, acompañar y en lo posible, mantener apartado el toque quemante del consumo de drogas.
Pero los maestros beben de la misma agua y padecen el mismo sufrimiento.
En derredor de las escuelas, la ruindad se extiende a casas y familias.
¿Familias?
Algunos lazos sobreviven al naufragio social cotidiano como sargazos llevados por la corriente líquida.
La miseria engendra violencia y voluntad de durar en el rigor del tiempo.
¿Cuándo comienza esto?
¿Nadie lo advierte?
¿Cómo termina?
¿Dónde se refugia la vida?
Las elites pujan por el poder, tras gruesas expresiones y promesas que jamás cumplirán. Sólo buscan alinear los rebaños y medrar con la desmesura.
La multitud en silencio.
Rostros serios, de mirada urgente y esquiva.
Barbas desparejas y cabellos enredados expuestos al viento inclemente.
Bocas desdentadas mastican en vano, crujiendo el hambre y la escasez.
Manos abarrotadas y pies desnudos.
Hombres sagrados que no cuentan.
En Hospitales y Centros Comunitarios, médicos y enfermeros comparten la misma pena. Reciben cuerpos deshechos para reunir fragmentos que no encajan ni terminan de fraguar. Médicos y enfermeros se conduelen y compadecen de la imposibilidad, humedecidos también ellos por la brutal violencia que corroe los lazos.
Mientras, sin que nadie lo advierta, un adolescente, aún niño, cae en una caída interminable, silente y muda.
Esto ocurre a diario y conmueve el lugar del testigo.
No nato a pesar de su nacimiento.
Abortado el acceso a una vida digna y al amor, su cuerpo de niño se pierde en el abismo de un remolino de indiferencia desolada, confirmando su destino trágico.
Nadie responde,
porque,
Uno nunca sabe.
¿Uno?
¿Quién?
¿Saber?
¿Alcanza?
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Septiembre 2025

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