Edición: Editorial Atrapados por la Imagen
ATRAPADOS POR LA IMAGEN
Cuentos y Relatos Presenta
a...
EMILIO BERTERO
"Artista de Atrapados por la Imagen"
en. . . .
"Regaláme una tArde"
- Cuento inédito -
Editorial Atrapados por la Imagen, es un espacio dedicado al arte.
![]() |
Edward Hopper (1929) |
"Regalame una tarde"
Emilio
Bertero
Sin mirarla,
contemplando la lluvia a través de la ventana de la confitería, Luis le hablaba
a Matilde arrastrando las palabras. Ella lo escuchaba sin interrumpirlo.
—¿Estás seguro?
—balbuceó la mujer cuando al fin comprendió.
—No cabe duda,
tres médicos coincidieron.
Allí sí, Luis le
clavó la mirada. Matilde bajó la suya diciendo:
—No puedo creer
que esté ocurriendo esto...
—Esto...—murmuró
el hombre perdiendo de nuevo la vista en la lluvia.
—Luis, por
favor...
Se hizo un largo
silencio. Matilde trataba de dominar la conmoción que le causaba aquel espectro
de su pasado, apareciendo de improviso con esta noticia terrible.
—Regalame una
tarde, sólo una mientras me quede tiempo —suplicó Luis tomándola de las manos.
La mujer encontró
en el pocillo de café, ya frío por entonces, pretexto para retirarlas. Él
insistió:
—Quizás sea la
romántica locura de un desahuciado, lo que te pido es despedirme de un recuerdo
tan intenso como vos, ¿lo entendés?
—No puedo,
perdoname pero no puedo —negó la razón de Matilde.
—En septiembre,
si llego, cumplo cuarenta. Decime si no parece una burla, ¿te acordás de que
siempre embromaba con eso de que cuarenta años eran suficientes?
—Tengo que irme
Luisito —Matilde apeló al “Luisito” para suavizarse la necesidad de huir.
—Por las dudas te
doy mi teléfono, podés llamarme a cualquier hora.
—No quisiera
negarme, creeme —siguió ella resistiendo.
—Anotá el número,
si no me llamás que sea porque no querés, y no porque no podés.
Diez días
después, a la hora de la siesta, Matilde iba al encuentro de Luis en un hotel
de Constitución.
Cinco años atrás,
Matilde y Luis habían sido amantes. La mujer, agobiada por sentirse “la otra”,
frustró la relación casi antes de que comenzara. El tiempo no había hecho
perder en Luis, una sensación de “tema pendiente” que ahora lo había
movilizado.
Buscar a Eugenia
en cambio, obedeció a la nostalgia de una amiga con la que había compartido
sexo generoso y desprejuiciado. El mismo día que la citó, ella le regaló la
tarde llevándolo en su coche a un albergue señorial. Luego de la despedida, él
se quedó pensando en que tal vez había sido innecesario hablarle de la
enfermedad.
A Ofelia —su
novia de la adolescencia— sólo la vio desde lejos. Demasiado gorda y envejecida
como para angustiarla con algo así, juzgó a la distancia. Sin embargo, de la
vuelta al barrio rescató un café con Iris, la hembra inalcanzable desvelo de
todos los chicos de la cuadra, la que se rendía únicamente con los estudiantes
de la provincia o con los más grandes que ya andaban en el auto del padre.
—Boba no era, yo
me daba cuenta de cómo me mirabas.
—Si supieras...
Iris rio con
ganas del gesto con el que Luis acompañó la frase inconclusa, se arrobó cuando
él dijo que la veía tan atractiva como entonces y —mujer simple— se puso seria,
amagó con ponerse de pie y marcharse, cuando comprendió de que se trataba
aquello de que le regalara una tarde.
Pero las lágrimas
de Luis no la dejaron marchar y la tarde que le regaló fue la del día
siguiente.
—Mañana Pepe sale
de viaje —necesitó explicar ella.
Mercedes, una
compañera de trabajo, le regaló una tarde en un hotelito de Once, medio
desvencijado, donde el conserje miró a Luis con cara de qué vergüenza podría
ser su hija.
Zulma, la del
inquebrantable acuerdo de nada de sexo para conservar la amistad, le regaló una
tarde de sorprendente pasión. Por un momento me olvidé, se justificó llorando
en el momento del adiós.
En una tarde con
Helga, Luis concretó la quimera de que una prostituta no cobre por sus
servicios. Y en una con Natalia, la fantasía que suelen despertar las cuñadas.
La vecina de al
lado, su oculista y una sicóloga, la quiosquera de diarios y la hija del
almacenero, la esposa del encargado y la del dueño del garage, su jefa y una
agente de policía, la maestra de su hijo menor, Luis vivió estas y muchas
tardes más, que sin la muerte a corto plazo no hubiesen pasado de sueños
utópicos.
Sin embargo,
hacia finales del invierno, regresado de la tarde con una catequista de la
parroquia, se sintió agotado, sin fuerzas. Caminando despacio, fue hacia la
cocina y se hizo un té que bebió con lentitud. El sol abandonando el horizonte
sembraba el ámbito de crepúsculo. Quizás ya sea suficiente, dijo para sí.
Rodeado del
cariño de sus seres queridos, Luis murió una cálida mañana de septiembre. Unos
días antes había cumplido noventa y siete años.

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Muchas gracias Atrapados!!!
ResponderBorrarTe felicito Emilio,siempre pensé que podrías, publicar
ResponderBorrarBravo Emilio, Yo se que podes felicitacione
ResponderBorrarExcelente relato Emilio, con un final insólito!! Me encantó! Felicitaciones!!
ResponderBorrar¡Excelente y divertido cuento sobre un personaje que manipula a sus amantes!!! El final es sumamente sorprendente! Felicitaciones querido Emilio!! Gracias por compartir tu arte, vamos por mucho más!!!
ResponderBorrarImpecable el ritmo de este relato que arriba a un final asombroso e hilarante
ResponderBorrarGracias Emilio Bertero