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lunes, 21 de julio de 2025

©EDITORIAL ATRAPADOS POR LA IMAGEN PRESENTA : "Regalame una tarde" - de Emilio Bertero - Buenos Aires

 


Edición: Editorial Atrapados por la Imagen

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REGISTRO DE PROPIEDAD INTELECTUAL


 ATRAPADOS POR LA IMAGEN


Cuentos y Relatos Presenta

 a...

EMILIO BERTERO


"Artista de Atrapados por la Imagen"

en. . . .


"Regaláme una tArde" 

- Cuento inédito -


Editorial Atrapados por la Imagen, es un espacio dedicado al arte.




Edward Hopper (1929)


"Regalame una tarde"

Emilio Bertero

 

Sin mirarla, contemplando la lluvia a través de la ventana de la confitería, Luis le hablaba a Matilde arrastrando las palabras. Ella lo escuchaba sin interrumpirlo.

—¿Estás seguro? —balbuceó la mujer cuando al fin comprendió.

—No cabe duda, tres médicos coincidieron.

Allí sí, Luis le clavó la mirada. Matilde bajó la suya diciendo:

—No puedo creer que esté ocurriendo esto...

—Esto...—murmuró el hombre perdiendo de nuevo la vista en la lluvia.

—Luis, por favor...

Se hizo un largo silencio. Matilde trataba de dominar la conmoción que le causaba aquel espectro de su pasado, apareciendo de improviso con esta noticia terrible.

—Regalame una tarde, sólo una mientras me quede tiempo —suplicó Luis tomándola de las manos.

La mujer encontró en el pocillo de café, ya frío por entonces, pretexto para retirarlas. Él insistió:

—Quizás sea la romántica locura de un desahuciado, lo que te pido es despedirme de un recuerdo tan intenso como vos, ¿lo entendés?

—No puedo, perdoname pero no puedo —negó la razón de Matilde.

—En septiembre, si llego, cumplo cuarenta. Decime si no parece una burla, ¿te acordás de que siempre embromaba con eso de que cuarenta años eran suficientes?

—Tengo que irme Luisito —Matilde apeló al “Luisito” para suavizarse la necesidad de huir.

—Por las dudas te doy mi teléfono, podés llamarme a cualquier hora.

—No quisiera negarme, creeme —siguió ella resistiendo.

—Anotá el número, si no me llamás que sea porque no querés, y no porque no podés.

Diez días después, a la hora de la siesta, Matilde iba al encuentro de Luis en un hotel de Constitución.

 

Cinco años atrás, Matilde y Luis habían sido amantes. La mujer, agobiada por sentirse “la otra”, frustró la relación casi antes de que comenzara. El tiempo no había hecho perder en Luis, una sensación de “tema pendiente” que ahora lo había movilizado.

Buscar a Eugenia en cambio, obedeció a la nostalgia de una amiga con la que había compartido sexo generoso y desprejuiciado. El mismo día que la citó, ella le regaló la tarde llevándolo en su coche a un albergue señorial. Luego de la despedida, él se quedó pensando en que tal vez había sido innecesario hablarle de la enfermedad.

 

A Ofelia —su novia de la adolescencia— sólo la vio desde lejos. Demasiado gorda y envejecida como para angustiarla con algo así, juzgó a la distancia. Sin embargo, de la vuelta al barrio rescató un café con Iris, la hembra inalcanzable desvelo de todos los chicos de la cuadra, la que se rendía únicamente con los estudiantes de la provincia o con los más grandes que ya andaban en el auto del padre.

—Boba no era, yo me daba cuenta de cómo me mirabas.

—Si supieras...

Iris rio con ganas del gesto con el que Luis acompañó la frase inconclusa, se arrobó cuando él dijo que la veía tan atractiva como entonces y —mujer simple— se puso seria, amagó con ponerse de pie y marcharse, cuando comprendió de que se trataba aquello de que le regalara una tarde.

Pero las lágrimas de Luis no la dejaron marchar y la tarde que le regaló fue la del día siguiente.

—Mañana Pepe sale de viaje —necesitó explicar ella.

 

Mercedes, una compañera de trabajo, le regaló una tarde en un hotelito de Once, medio desvencijado, donde el conserje miró a Luis con cara de qué vergüenza podría ser su hija.

Zulma, la del inquebrantable acuerdo de nada de sexo para conservar la amistad, le regaló una tarde de sorprendente pasión. Por un momento me olvidé, se justificó llorando en el momento del adiós.

En una tarde con Helga, Luis concretó la quimera de que una prostituta no cobre por sus servicios. Y en una con Natalia, la fantasía que suelen despertar las cuñadas.

La vecina de al lado, su oculista y una sicóloga, la quiosquera de diarios y la hija del almacenero, la esposa del encargado y la del dueño del garage, su jefa y una agente de policía, la maestra de su hijo menor, Luis vivió estas y muchas tardes más, que sin la muerte a corto plazo no hubiesen pasado de sueños utópicos.

Sin embargo, hacia finales del invierno, regresado de la tarde con una catequista de la parroquia, se sintió agotado, sin fuerzas. Caminando despacio, fue hacia la cocina y se hizo un té que bebió con lentitud. El sol abandonando el horizonte sembraba el ámbito de crepúsculo. Quizás ya sea suficiente, dijo para sí.

 

Rodeado del cariño de sus seres queridos, Luis murió una cálida mañana de septiembre. Unos días antes había cumplido noventa y siete años.


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©Emilio Bertero

Buenos Aires - Argentina

Ilustración: Edward Hopper - Chop Suey (1929)

Edición: Editorial Atrapados por la Imagen
Julio 2025


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Afectuosamente...


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8 comentarios:

  1. Te felicito Emilio,siempre pensé que podrías, publicar

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  2. Bravo Emilio, Yo se que podes felicitacione

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  3. Excelente relato Emilio, con un final insólito!! Me encantó! Felicitaciones!!

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  4. ¡Excelente y divertido cuento sobre un personaje que manipula a sus amantes!!! El final es sumamente sorprendente! Felicitaciones querido Emilio!! Gracias por compartir tu arte, vamos por mucho más!!!

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  5. Impecable el ritmo de este relato que arriba a un final asombroso e hilarante
    Gracias Emilio Bertero

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  6. Me encantó tu forma de escribir. Excelente y atrapante. Has logrado que Luisito sea mi ejemplo a seguir jajajaja. A los 40 empezó y recién partió a los 90 y pico. Tengo 75 largos, ya mismo busco en la agenda 😉
    Un abrazo, Emilio 🤗

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