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lunes, 17 de abril de 2017

De Poetas y Poemas.....





Porfirio Barba Jacob fue un conocido poeta oriundo de Colombia, nacido en Santa Rosa de Osos en el año 1883 y fallecido en Ciudad de México en 1942. Se conoce que fue criado por sus abuelos y que cuando tenía tan sólo 12 años de edad comenzó un viaje por distintos puntos de su país y, una década más tarde, llegó hasta Norteamérica. En medio de esta larga y particular travesía, fue fundador de un diario de interés cultural llamado "El Cancionero Antioqueño", del cual fue asimismo director. Como otros escritores, no escondió su homosexualidad, aunque esto le trajo consecuencias negativas en varias ocasiones; un ejemplo fue la censura de su primera novela, la cual jamás se publicó. A lo largo de su vida, este autor adoptó diversos seudónimos, siendo el presentado en esta biografía el que mantuvo por más tiempo; otros de ellos fueron Marín Jiménez y Ricardo Arenales.
Su obra es el reflejo de su vida: apasionada y nostálgica, en constante movimiento. Entre sus libros publicados encontramos "Campiña Florida", "Canciones y Elegías" y "Rosas negras". Para conocer su peculiar estilo poético, contamos con una selección con títulos como "Canción de la vida profunda" y "Elegía de un azul imposible".


ELEGÍA DE UN AZUL IMPOSIBLE
Porfirio Barba Jacob


¡Oh sombra vaga, oh sombra de mi primera novia!
Era como el convólvulo —la flor de los crepúsculos—,
y era como las teresitas: azul crepuscular.
Nuestro amor semejaba paloma de la aldea,
grato a todos los ojos y a todos familiar.

En aquel pueblo, olían las brisas a azahar.

Aún bañan, como a lampos, mi recuerdo:
su cabellera rubia en el balcón,
su linda hermana Julia,
mi melodía incierta... y un lirio que me dio...
y una noche de lágrimas...
y una noche de estrellas
fulgiendo en esas lágrimas en que moría yo...

Francisco, hermano de ellas, Juan-de-Dios y Ricardo
amaban con mi amor las músicas del río;
las noches blancas, ceñidas de luceros;
las noches negras, negras, ardidas de cocuyos;
el son de las guitarras,
y, entre quimeras blondas, el azahar volando...
Todos teníamos novia
y un lucero en el alba diáfana de las ideas.

La Muerte horrible —¡un tajo silencioso!—
tronchó la espiga en que granaba mi alegría:
¡murió mi madre!... La cabellera rubia de Teresa
me iluminaba el llanto.

Después... la vida... el tiempo... el mundo,
¡y al fin, mi amor desfalleció como un convólvulo!

No ha mucho, una mañana, trajéronme una carta.
¡Era de Juan-de-Dios! Un poco acerba,
ingenua, virilmente resignada:
refería querellas
del pueblo, de mi casa, de un amigo:
«Se casó; ya está viejo y con seis hijos...
La vida es triste y dura; sin embargo,
se va viviendo... Ha muerto mucha gente:
Don David... don Gregorio... Hay un colegio
y hay toda una generación nueva.
Como cuando te fuiste, hace veinte años,
en este pueblo aún huelen las brisas a azahar...»

¡Oh Amor! Tu emblema sea el convólvulo,

la flor de los crepúsculos!

1 comentario:

  1. Gracias Laura, por hacerme conocer este poeta y muy bello el poema seleccionado. Gracias . Bss

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