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viernes, 18 de septiembre de 2020

El Cuento del Mes Presenta: "VIENTO Y POLVAREDAS" - de Marta Leonor Puey.

 


Queridos amigos, este mes los invitamos a disfrutar una nueva entrega de "CASIVEINTE", 
obra inédita de la escritora Marta Puey.

En "Septiembre" Editorial Online de Atrapados por la Imagen, se complace en presentar: "Viento y Polvaredas".

Agradecemos a cada uno de ustedes por sus visitas y valoraciones.

 Afectuosamente

Administración de Atrapados por la Imagen




-CASIVEINTE-

CUENTOS CORTOS

"VIENTO Y POLVAREDAS"







Invierno. En Los Caldenes el viento levanta polvaredas.
El cortejo se detiene ante la iglesia, el cura se acerca al coche fúnebre y los vecinos cautivados por el auto de Alejandro murmuran: uno así nunca pisó el pueblo. Terminado el responso los cinco vuelven a subir al auto. Alejandro conduce, sentado a su lado Juan, atrás, Lucila, María y su marido.
 

Haciendo esquina con la plaza, a pocos metros de la iglesia está el almacén de Roque, allí se despachan bebidas y se juega a las cartas. Roque parado detrás de la puerta observa pasar el acompañamiento fúnebre. Raúl mezcla las cartas para empezar la partida, Don Esteban lo observa.  
            -¿Quién murió? –pregunta Raúl.
            -Don Genaro - contesta Roque -dicen que estuvo agonizando una semana.
-Merecida la agonía un crápula menos -murmura don Esteban. 
Roque sorprendido por el comentario mira a Raúl quien responde con un guiño, deja de barajar, pone el mazo sobre la mesa y dice:
-Corte don Esteban -éste se endereza toma el mazo con la mano huesuda y lo divide.
Roque se dirige al mostrador y comenta:
-Están todos, el Alejandro pasó en un auto que debe valer una fortuna, atrás iban sentados la María con el marido y la Lucila, adelante el Juan; lo que es la vida don Genaro tuvo que morirse para que los hijos se vuelvan a juntar.




-Se habrán juntado para repartir lo que dejó –comenta Raúl con el mazo en la mano –por algo le decían toallón, te envolvía y te secaba, la usura siempre es negocio.
-Repartí las cartas de una vez -ordena don Esteban con la mirada baja.
Roque con la botella de grapa y dos vasos se acerca a la mesa, los sirve. Raúl antes de empezar a repartir las cartas dice:
-Con el Juan hasta que me casé no nos perdíamos un baile, nunca se le conoció novia – toma un trago y continúa -, a la Lucila le decían la colorada.

-Pelirroja como la madre, hermosa mujer –musita don Esteban.
Roque acodado en el mostrador escucha a Raúl que agrega:
-El Alejandro se fue a Buenos Aires antes de cumplir los veinte. La Lucila es la más chica y no se parece en nada a los hermanos, a mí me dijeron que en Santa Rosa la vieron haciendo la calle; tenía menos de un año cuando murió la madre y fue la María quien la cuidó hasta que se fue del pueblo, ¡bah! se escapó cansada de las palizas del padre. 
-¿Vas a repartir las cartas de una vez? –pregunta don Esteban y sin darse cuenta empuja el vaso que cae al suelo rompiéndose. Roque se acerca a limpiar y dice:
-No se haga problema don Esteban le pasa a cualquiera ya le sirvo otra vuelta.
Raúl comienza a repartir las cartas y pregunta:
-¿De qué murió la madre? 
Don Esteban toma una a una las cartas, se revuelve en el asiento. Con el dedo índice empuja los anteojos sobre su nariz. 
Roque contesta:
-Hace mucho tiempo escuché que tomó veneno para las ratas, decían que desde que nació la Lucila don Genaro la tenía a maltraer.
-Dicen, dijeron -masculla don Esteban, tira las cartas sobre la mesa, se levanta toma la bufanda del respaldo de la silla y se va.
-¡Eh! don Esteban, ¿adonde va? todavía no empezamos la partida -dice Raúl. Sin contestar sale por la puerta de la esquina. Atónitos Roque y Raúl lo observan parado en la esquina. Pasados unos minutos parte.
-Parece que no le gustó la conversación -acota Roque. 
 
María con el marido vive en el puesto de la estancia consumiendo los días. Alejandro y Lucila escaparon del pueblo a la ciudad; él logró hacer fortuna, ella con su exaltada adolescencia como único equipaje no había logrado cumplir sus sueños. Juan nunca despegó de la carpintería, el olor a madera recién cortada pudo más que el temperamento de su padre.
Alejandro con voz ronca rompe el silencio:
-Qué pueblo de porquería, acá no cambia nada. 
-A mí me podrían haber avisado con más tiempo, apenas llego para el entierro –reprocha Lucila. 
María justificándose dice:
-Tu celular estaba cerrado y no había forma de ubicarte, no pasó lo mismo con Alejandro que en cuanto lo llamamos atendió Teresa.
El marido de María pregunta:
-¿Alejandro, qué le pasó a la Teresa que no vino? -por respuesta recibe un codazo de su mujer, el silencio de Alejandro y la acotación de Lucila.
-Que le va a pasar que el viento la altera.
Alejandro ignorando los comentarios se dirige a su hermano: 
-Juan, ¿y ahora qué vas a hacer?
-No sé -contesta Juan con la mirada perdida.
-Alguien debe saber que se va a hacer con la casa, la carpintería y todo… o para qué nos juntamos -acota Lucila sin recibir contestación alguna.
Seguidos de unos pocos autos llegan al cementerio, bajan y se acercan al coche fúnebre. Los hermanos, el cuñado y el empleado de la funeraria se ponen a la par del cajón, toman las manijas y lo llevan hasta un costado de la fosa recién abierta. Allí lo depositan en el suelo sobre las sogas. Los sepultureros lentamente lo bajan; Juan toma un puñado de tierra, lo tira, cuando cae se escucha el golpe seco sobre la madera, Alejandro se levanta las solapas del sobretodo negro y baja la mirada, Lucila finge un sollozo, María la abraza para ella la tierra tapa el cajón, pero no los recuerdos. Todo termina rápido. Sobre el montículo queda una única corona que dice: “TUS HIJOS”. 
Suben al auto, nadie habla. Cuando llegan a la casa bajan. Juan invita a pasar, nadie toma la iniciativa, Alejandro prende un cigarrillo, Lucila pregunta:
-¿No tienen nada para decir? -nadie parece escucharla -entonces si deciden algo sobre la casa y todas las cosas avisen, yo me voy, no quiero perder el colectivo -cierra su tapado de piel sintética imitación leopardo, cruza su cartera en bandolera y se va montada en sus botas altas.




María y el marido, pegados el uno al otro, dan tiempo en silencio a que alguien se expida sobre qué se va a hacer con la casa y todas las cosas cuando escucharon a Alejandro decir: 
-Juan, te espero afuera, hacé el bolso y te venís conmigo estoy necesitando un encargado en la fábrica.  
-No, yo me quedo, en la carpintería hay trabajos para entregar. 
María y el marido saludan suben a la camioneta y parten.
Alejandro sube al auto, antes de arrancar baja el vidrio polarizado y le grita -Juan si cambiás de opinión llamame y te vengo a buscar. 
Juan entrando a la casa sin darse vuelta levanta la mano despidiéndolo.
Lucila camina por las veredas desiertas y desparejas sujetando con las manos las solapas de su tapado para protegerse del viento que hace remolinos con su pelo. En una esquina un hombre con la bufanda envuelta alrededor del cuello se detiene, la ve pasar, la observa hasta perderla de vista…  

Marta Puey
Julio de 2014
Buenos Aires.


Fotografías Marta Leonor Puey.

Diseño de Tapa.: Laura Jakulis

Obra inédita - No musical

Número RE: 2020 - 02914244 - APN - DNDA#MJ

Referencia RL: 2020 - 02914217 - APN - DNDA#MJ

7 comentarios:

  1. Una nueva entrega de nuestra escritora, Marta Puey que nos comparte este cuento que habla de la vida ( y también de la muerte), donde los que asisten a un duelo, ponen de manifiesto sus egoismos, ingratitudes, intereses materiales, indiferencia.Surgen los comentarios maliciosos de los vecinos.Y Marta sabe llevar el relato, para que sugerir las causas de sus mezquindades y dejar al lector para que decifre el final.
    Acompañan a su narración las fotos que también realizó, muy acertadamente la autora.
    Gracias Marta por confiar en Atrapados , estamos muy contentas de difundir cultura. Felicidades amiga. Un abrazo.

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  2. Tesi! que devolución la tuya... gracias por la minuciosidad de tu crítica.

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  3. Realista (quién no reconoce a alguien en uno o más de los personajes?) y crudo (un vacío frío, incómodo como el viento que arremolina los cabellos de Lucila). Me gustó mucho.

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  4. Interesante cuento!! Lo escueto de las palabras da cuerpo vivo a lo compejo de las vidas. Historias, ocultas o conocidas,se leen entrelíneas.Las marcas, leídas y escritas,en tan escasos datos, esparcidos casi al descuido,muestra un gran cuento y gran escritora

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  5. Uf Marta!!! las mezquindades de los velorios. (las hemos visto) Muy bien retratadas. Felicitaciones

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    1. Gracias Mabel, sí... La mezquindad es inocultable.

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