Editorial ATRAPADOS POR LA IMAGEN Presenta:
DISEÑO DE TAPA - LAURA JAKULIS |
CARDO RUSO
CAPÍTULO
I
PH: Ana Maria Zorzi |
Pedro
-¡Médanos! -anuncia el guarda del tren sacándome del letargo. Sigue caminando hasta salir por el otro extremo; luego el portazo. Ahora escucho a mis espaldas otro golpe; giro la cabeza, veo una mujer agachada en medio del pasillo que trata de cerrar una valija de la que se le escapaban pomos de pintura; ofuscada intenta dominar la situación. Cuando el tren reduce la marcha, pasa a mi lado con la valija y un bolso en cada mano hacia la puerta. La observo; de la boina asoma su cabello rojizo. Vuelvo la cabeza hacia la ventanilla, las luces mortecinas alumbran secuencias lentas que muestran calles de tierra y, entre sombras, algunas casas desperdigadas. El tren se detiene, tomo el bolso y bajo.
El jefe de la estación toca la campana; sigue la pitada que indica la partida. Avanzo sin apuro y alcanzo a ver, velada por el vapor de la locomotora, cómo la mujer se pierde doblando al terminar la galería de la estación. No queda nadie en el andén, las luces se van apagando, camino, yo también doblo hacia la salida; allí, a pocos metros, la playa de estacionamiento. Ya se retira el último coche con pasajeros. Me detengo, miro la calle larga que empieza en la estación, una luz en el centro de cada bocacalle, las figuras espectrales de los árboles que empiezan a cubrir su desnudez con los brotes incipientes de la primavera, el cielo no es un recorte, el silencio de la noche apenas interrumpido por el ladrido de algún perro, el resto, olor a tierra ya humedecida por el rocío. Camino por las calles desiertas y poco iluminadas hasta llegar a una esquina. Me detengo ante la puerta vaivén de madera oscura ubicada en la ochava, a los costados ventanas con vidrios repartidos dejan ver, mesas y sillas de madera y en los laterales del edificio una hilera de ventanas. Todo indica que es un hotel, entro, detrás del mostrador de madera, chaquetilla blanca y ojeras de trasnochado, encuentro a quien oficia de mozo y conserje:
-¿Tiene una habitación?
-¿Por cuánto tiempo?
-Por un tiempo.
Toma la lapicera, abre el libro de registros y dice lacónico:
-Nombre.
-Pedro Falcón.
-Edad.
-Treinta años.
-Profesión.
-¿Hace falta?
-Da lo mismo. -El trasnochado da media vuelta y descuelga la llave del tablero que está a sus espaldas.
-Sígame -murmura; camina delante de mí balanceándose como todo el que se precia de mozo con muchos años de bandeja. Salimos a una galería, la media luz deja ver baldosas blancas y negras, columnas de hierro que sostienen el techo festoneado por la cenefa de zinc. Las puertas asoman iguales y en procesión; se detiene en la tercera, la abre y me da la llave:
-A las siete y media empieza el desayuno y se sirve hasta las diez. Buenas noches.
Entro, el haz de luz se filtra a través de las cortinas caladas y dibuja filigranas en el piso de calcáreos grises; en la penumbra puedo ver al lado de la puerta la llave de luz; giro la perilla de loza, se enciende la lamparita velada por la tulipa con forma de campana que cuelga del centro de la habitación. La cama de plaza y media es de hierro y está cubierta por una colcha arratonada. A los pies, doblados, una toalla y un toallón, dos mesitas de luz la escoltan; en una, un velador con la pantalla apenas sostenida por el aro de alambre; en la otra nada. Nada adorna la vieja cómoda de roble con espejo manchado y nada adentro del ropero de tres cuerpos. Empiezo a acomodarme en el espacio que, de tan despojado, ofrece la ventaja de no llevarse nada por delante. Me acerco a la ventana, miro hacia la calle, todo es sosiego. Apago la luz y me acuesto vestido. Despierto por el frío, tiro de la colcha y quedo enredado en ella; el cuerpo se vuelve a templar, el amanecer ya se cuela por la ventana y el sol no tarda en entrar. Me doy cuenta de que la orientación es hacia el este, los árboles de la vereda garantizarán siestas con sombra hasta que se calmen las aguas de la política.
Me levanto, con el toallón en la mano voy al baño compartido con la esperanza de encontrar agua caliente. Son las diez, entro al salón; detrás del mostrador, parado al lado de la caja registradora, un hombre. Frente a la cafetera express, rodeada de pocillos y platos de loza piedra, el que me ha atendido la noche anterior, chaquetilla blanca, repasador al hombro, sacude filtros de café. Hay sólo dos mesas ocupadas; puedo elegir y me siento en la que está al lado de la ventana. Se acerca y pregunta:
-Buen día, qué se va a servir. -Con una mano pasa el trapo de rejilla sobre la mesa y con la otra sostiene la bandeja que lleva debajo del brazo.-Café con leche con medialunas.Se aleja hamacándose sobre sus cayos plantares. Cuando regresa con el pedido pregunto:-¿Puede ser algún diario?Concentrado en la proporción de café y leche contesta:
-La Prensa o La Nación de ayer, los de hoy recién llegan en el tren de las doce. Termina de servir, al momento regresa con los dos ejemplares. Empiezo el día como las noticias, sin apuro alguno. Hacia el mediodía comienzan a llegar los clientes del vermouth, me levanto, salgo a la vereda y camino unas cuadras en busca de una librería, la encuentro: “Librería Mitre”, dice el cartel; abro la puerta pesada y chirriante, una vez adentro me invade el olor a papel, goma y pinturas; avanzo, el piso de madera cruje, no tardo en reconocer la figura, otra vez de espaldas, como en la estación cuando se perdió en la oscuridad. Opuesto a ella, detrás del mostrador, está el librero.
Levanta la vista, me mira por encima de sus anteojos y sigue atendiendo a su clienta. Me acerco, ella da media vuelta, retira el cabello de su cara, me indaga con la mirada, gira nuevamente hacia el mostrador, termina de elegir entre los pinceles que hay sobre el mismo, paga y sale casi rozándome. El librero dice:
-¿Señor?-¿Tiene algo de Sartre?-¡No!, librería solamente y algunas cositas que voy agregando, pero de ropa nada.Insisto:-Digo… si tiene novelas, algo que tenga que ver con la corriente existencialista.-¡Ah!, le entendí mal, mire, libros no traigo más que los que me encargan los chicos de la escuela.-Está bien, voy a llevar un block de papel rayado.El librero me lo alcanza rápidamente, satisfecho de haber recompuesto la comunicación.-Dígame, dónde puedo encontrar una biblioteca.-¡Ah, eso sí! -contesta complaciente mientras me cobra-. En la avenida Roca, la del boulevard, frente al colegio allí la va a encontrar; abre a las cuatro de la tarde.
Hoy, segundo día en Médanos, me despierta una marcha militar, los tambores y la estridencia de los vientos se escucha cada vez más cerca. En este país todos nos quieren hacer marchar, el que se fue en la cañonera hizo su propia marcha, estos, las marchas históricas… a marchar, a marchar argentinos. Sin elección estoy participando de los actos del aniversario del pueblo. Miro el techo, que en algún tiempo habrá sido color marrón y noto la tierra que cubre a la tulipa; así permanezco un rato hasta que decido cumplir el rito del baño más temprano que ayer, deduciendo que hoy llegaré a bañarme con agua caliente.
Desayuno ocupando la misma mesa. Observo el salón comedor, han reforzado el personal, dos mozos ultiman detalles de la mesa principal; mantel blanco, flanqueada por dos columnas bajas envueltas en papel crepe con los colores de la bandera, ambas sostienen macetas con plantas; ocupa todo el fondo. Esparcidas, otras mesas también con manteles blancos y vajilla dispuesta simétricamente. Miro por la ventana; un grupo se concentra en la esquina, pocas mujeres; estaciona un Ford negro modelo 40, lo conduce un chofer, bajan dos hombres, juntos se dirigen al auto que acaba de detenerse detrás de ellos, también negro con cromados impecables; de la parte atrás de éste bajan otros dos, uno de ellos con uniforme militar, se saludan, entran al salón del hotel seguidos de un cura. Recuerdo lo que decía mi padre, español, anarquista teñido de republicano: “el día que con las tripas del último cura ahorquen al último militar el mundo se va a arreglar”. La comitiva ocupa su lugar en la cabecera, la distribución de los personajes tiene el orden castrense que la Revolución Libertadora ha dado al país. Con observar poco se pueden adivinar las jerarquías, el resto puja por conseguir la mesa más cercana a ella… seguro que de éstos habrá unos cuantos que han cantado la marcha peronista hasta hace poco. Harto del espectáculo me retiro en busca de un lugar donde almorzar. Recorro las vacías calles del pueblo hasta encontrar un local de comidas, entro y elijo la única mesa ubicada contra la ventana. El olor a locro me despierta el apetito; se acerca una jovencita que me toma el pedido. Termino el locro, ahora vuelve y ofrece postre; le pido un café:
-¿Chico?-No, doble.-¿Cortado?-No.-Tenemos el licor de la casa.
Molesto por la insistencia doy vuelta la cabeza hacia la ventana, la vuelvo a ver, ahora cruzando el boulevard. La jovencita que me atiende, parada al lado de la mesa y empecinada por establecer diálogo, acota.
-Ya debe abrir la exposición de la biblioteca, ahí va la Victoria, dicen que se animó a llevar las pinturas.
La obstinada me da una información inesperada y queda a la espera de que confirme el licor. Sin mirarla contesto:
-Café doble, solo.
A última hora de la tarde visito la exposición. Hay poca gente, algunos parecen ser los organizadores del evento. En el fondo, sola, está ella. Avanzo mirando los cuadros hasta llegar donde se encuentra y le pregunto si las pinturas son obra suya.
-Sí - me contesta con pocas ganas.
-Pintás el pueblo con colores que no tiene.
-Pinto el pueblo con los colores que yo le veo. -Toma un mechón de pelo, lo enrosca alineándolo entre sus ojos y agrega-: ¿Ves?, yo ahora te veo partido en dos.
-¿Y quién te dijo que estoy entero? -respondo
.
Recoge el mechón detrás de la oreja; sin contestar gira hacia la mesa que está detrás de ella para tomar su cartera y unos papeles. No dejo de observarla. Vuelve a girar hacia mí, se cuelga la cartera del hombro. La recorro con la mirada; los pies pequeños dentro de las sandalias de taco alto; a los tobillos finos le siguen piernas bien formadas; la falda en cada uno de sus movimientos pretende pegarse a sus muslos sin conseguirlo; la cintura está marcada por un lazo anudado al costado; los pechos pequeños se insinúan debajo de la seda del vestido, el escote muestra la piel blanca, casi traslúcida; en el cuello se enmaraña el cabello ondulado y rojizo. Cuando llego a la altura de sus ojos, no sé de qué color son, miran desde tiempo atrás; y pregunto:
-¿Desde cuándo pintás?
-Desde que me divierte -contesta. Se da vuelta y camina hacia la salida.
Recorro lo que me falta de la muestra para luego irme del lugar.
Días después vuelvo a la biblioteca. Estoy hurgando entre los libros, cuando escucho un breve diálogo con la bibliotecaria seguido de un ruido, reconozco su voz; me vuelvo para mirar, con energía corre una silla que le entorpece el paso. Lleva una falda roja, avanza y abre una puerta lateral, entra y vuelve a salir con cuadros que va apoyando en una de las mesas. Me acerco, le ofrezco ayuda:
-Sola no vas a poder con todo.-Sos el único que se interesa por lo que hago.-Te ayudo.-Puede ser, no son muchos.-Dejame los más grandes a mí.
Los selecciona y con ellos debajo del brazo pasamos por delante de la bibliotecaria que no se ha perdido nada. Ya en la calle pregunta:
-Cómo te llamás.-Pedro.-¿Como el que puso la primera piedra? Yo me llamo Victoria.-Tenés nombre de reina y no parecés del pueblo.-Estoy en el pueblo desde hace unos años, ¿vos de dónde venís?-Estoy buscando adonde ir
Llegamos a la puerta de la casa.
-Aquí vivo.-¿Dejamos los cuadros adentro?-No, yo los entro.Me acerco, huele fresca, siento su aliento.-¿Cuándo te vuelvo a ver?-En este lugar todos nos vemos todos los días. Es así, aquí nos vemos y nos ven todos los días -responde turbada
Continúara el próximo domingo..... a las 15hs en:
Atrapados por la Imagen
EDITORIAL - ATRAPADOS POR LA IMAGEN -
Segunda edición 2023
Clasificación Comercial Nacional: LITERATURA / LITERATURA ARGENTINA / NARRATIVA / NARRATIVA CONTEMPORÁNEA ARGENTINA
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
¡Querida Marta, hoy comenzamos a adentrarnos en la historia de Cardo Ruso, conocimos a Pedro y a la joven artista, maravilloso encuentro... no veo la hora de que se publique el capítulo II, gracias por esta joyita literaria!!!
ResponderBorrarCuánto pusiste en esta edición! Gracias
BorrarGracias Martu!! me encanta trabajar con vos!! te quiero mucho!
BorrarMe encanta esta historia y el
ResponderBorrarClima de los pueblos que relata.
Gracias por tu devolución y tiempo
BorrarQuerida Marta, qué maravilla, no pude parar de leer y, obviamente, me quedé con ganas de más, ahora tengo que esperar hasta el próximo domingo y será un verdadero placer! Gracias!
ResponderBorrarGracias Isa por tus ganas, son un halago
BorrarMarta, comenzamos a vivir esta nueva entrega tuya, conocimos los personajes, esa vida calma de los pueblos tan bien pintada por vos, y esperamos con ansias los nuevos capítulos. Gracias Marta por compartirlos y mucho éxito. Estoy segura que nuestros amigos también esperarán el próximo domingo para continuar la lectura. !!! Un abrazo.
ResponderBorrarTesi, tu devolución un honor!
BorrarFelicitaciones Ma!!!
ResponderBorrar❤️ mi amor!!!
Borrar¿Escritora-Fotógrafa o Fotógrafa-Escritora? Como sea (valoro a Marta Puey en ambas artes) nos cautiva con su estilo vívido introduciéndonos en una historia apasionante. La prosa traduce en palabras, imágenes captadas con un objetivo magistralmente calibrado y con el micrófono abierto. ¡Un placer, leerla!
ResponderBorrarPablo, agradezco tu tiempo y reconocimiento, es un estímulo !
BorrarExcelente idea! Una novela por capítulos!
ResponderBorrarEstimada/o Anónima/o,mérito de "Atrapados por la Imagen"que me ha dado la oportunidad, gracias por pasar.
BorrarMarta, es una maravilla como describes el ambiente tranquilo y desolado de los pueblos. En este capítulo los encuentros inesperados entre los personajes, destaca la atracción incipiente entre Pedro y Victoria con un sentido de misterio y curiosidad en torno a ellos y sus motivaciones, que sin dudas dan muchas ganas de seguir leyendo. Me encantó y espero con ansias el próximo capitulo!! Muchas gracias querida amiga, por tu entrega y confianza. Felicitaciones y muchos éxitos!!
ResponderBorrarQuerida Ly, los pueblos son una micro-muestra de lo que ocurre en las sociedades a la que pertenecen.Agradezco que lo entiendas, como así tu participación en este generoso espacio que es Editorial "Atrapados por la Imagen", Abrazo!
BorrarDeje mi
ResponderBorrarGracias por tu interes, todo me hace pensar quien eres Abrazo
BorrarMarta gracias! Ya estoy esperando eĺ domingo. Me atrapó desde la primera frase. Me metiste al pueblo, vivencié cada momento con apasionada intensidad. Excelente escritora. Abrazo
ResponderBorrarQuerida Susy, qué bueno tenerte cerca y que privilegio como lectora.
ResponderBorrarAbrazo, hasta el próximo domingo!!!!