Él sigue
presente en estas tierras. El día en que se marchó físicamente ha dejado sus
marcas en la tierra.
Hoy, la tierra
muestra sus arrugas por tantos años pasados. Inviernos con heladas que formaron
escarchas sobre ella, congelando la poca humedad existente.
Veranos nada
benévolos que también dejan sus huellas resecando las hierbas, yuyos, arbustos
y la misma tierra. Es seguro que estas grietas son tan profundas como el dolor
sufrido por Tuvicha Mirim y su pueblo cuando partió.
Ese pueblo,
mezclado en la tierra, sale de sus profundidades resquebrajando la superficie
con el deseo de resucitar en cuerpo y alma nuevamente y expresar su grito de
libertad.
Hoy se trasladan
con los diferentes cursos de agua moldeando su llanura, su hogar eterno.
El agua los
arrastra y los deposita en diferentes lugares, dibujando nuevos paisajes. Ellos
sin lugar a dudas, son esa arquitectura polimorfa que construyen: crecen y
luego vuelven a desaparecer o
trasladarse, como nómade pueblo que fueron, a través de las ondulaciones de la
llanura.
Se aferran a los
árboles o sacan a relucir las raíces, como muestra de que sus venas se
prolongan hasta las copas para respirar mejor y fortalecerse.
Caminos, puentes
de madera o fierro, casas de ladrillo y hormigón, crecen y parecen afirmarse
sobre la tierra. Pero ellos, desde abajo, fuerzan por respirar y salir latiendo
fuerte y agrietando todo lo que se posa sobre la superficie.
Gritan “¡Estamos
vivos! No habrá modernidad que pueda tapar tanta historia de nuestros
antepasados”.
Socavando
terraplenes como una eterna y silenciosa guerra de la naturaleza, de la que
ellos fueron elemento esencial.
Río Salado, Roque Perez, Ricky Kimmich
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