Vivo rodeado de fotógrafos. Mi mujer, sus amigos, mis amigos. Están en los medios, en Internet, en todos lados. Los veo, los escucho intercambiar y discutir. Lo hago desde afuera, no soy fotógrafo pero conozco algo de las artes, incursiono en las letras y el pensamiento. Y me pregunto. ¿Por qué los fotógrafos parecen ser la retaguardia de las artes visuales? ¿Qué hay de misterioso en la fotografía, que los vuelve tan conservadores, rígidos y reacios a la aventura de lo desconocido, a lo que rompe con todas las reglas imperantes?
Suelo escucharlos defendiendo a la “genuina” disciplina como la que niega la intervención de las tomas; crucificando al Photoshop y hasta discutiendo la incorrecta situación del horizonte en los paisajes… Presencio intercambios sobre la proporción aurea, el equilibrio de las formas, sobre la belleza y me parece estar ante discusiones de pintores románticos del comienzo del siglo XIX, con conceptos que en la plástica se abandonaron hace más de un siglo.
Busco respuestas, se me ocurren algunas. Pero ¿no sería útil, antes de aventurar afirmaciones, escuchar a los fotógrafos?
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