lunes, 17 de julio de 2023

EDITORIAL ATRAPADOS POR LA IMAGEN PRESENTA: Hotel Ocean - Pedro Pablo Lilli.

 

Hotel Ocean
Relato inédito de:
Pedro Pablo Lilli.


Registro de Atrapados por la Imagen
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Hotel Ocean

Bañista en el río, 2018 - Fernando Botero.




  “¡Hermosa cetácea!” pensó Martín, mientras sumergía un croissant a la crema en el cappuccino, sin dejar de mirar a la mujer que nadaba en la piscina del Hotel Ocean. En la sala-desayuno los comensales podían observar el nado de los otros huéspedes desde el fondo de la pileta, ya que ambas instalaciones compartían una pared completamente vidriada.
La nadadora era una mujer de formas y dimensiones generosas que se movía con solvencia. El croissant ensopado en el cappuccino rellenó con café, crema azucarada y especias, la cavidad oral de Martín, estimulado gratamente en todos sus sentidos. Dos hilitos líquidos se derramaban calientes por las comisuras de los labios y restos de espuma con cacao brillaban en su bigote.
La bañista se desplazaba, ora con vigorosas patadas y braceadas, ora con movimientos a lo tirabuzón, rotando el torso sobre la pelvis, rozando un muslo blanquísimo contra el otro, completando varios giros con gracia voluptuosa. Parecía danzar al ritmo de la música de chill out que ambientaba la sala-pecera. Martín la siguió extasiado, hasta que, al cabo de un rato, la mujer se aprestó a salir del agua. Viéndola de espaldas, de cuerpo entero, subiendo sensual la escalerita, blanca y carnosa, aprisionada en el traje de baño, expresó en un susurro inaudible: “¡Hermosa!”
Bruscamente sus pensamientos fueron interrumpidos por una llamada en el celular. Miró la hora y salió del Hotel enfrascado en la conversación telefónica.

  Regresó tras un largo día de reuniones de negocios. Exhausto, cobró coraje y se dio una ducha. Apoyado contra la pared del box, cerró los ojos y sintió el agua caliente caer sobre su cabeza y bajar por el cuerpo hasta los pies, inmerso en una relajante nube de vapor. Aspiró la  fragancia del shampoo y, finalmente, envuelto en un mórbido toallón, se desplomó en la cama. La luz tenue del velador hacía más acogedora la habitación decorada sobria y elegantemente con estampas antiguas de cazadores a caballo, secundados por sus perros, en el claro de un bosque.
Revisó el celular donde lo esperaban infinidad de notificaciones que ignoró sin abrirlas. El cansancio le sugería quedarse allí, confortablemente echado boca arriba, y dormir hasta el día siguiente, pero el ruido de una puerta al cerrarse y voces en el pasillo que se dirigían hacia el ascensor, lo sobresaltaron. Tomó una latita de agua tónica del frigobar, encendió desganado la TV para comprobar que ofrecía las mismas estupideces de siempre; en el zapping, un canal gourmet le despertó el apetito: presentaba diversos tipos de antipastos mediterráneos, entre los cuales una fritura mixta de berenjenas, zucchini y flores de zapallo.
Se vistió  para ir  al restaurant de siempre, al de cada vez que paraba en el Hotel Ocean, toda vez que iba a esa ciudad.


  En el ascensor, para superar el tedio de las noches que le tocaba estar fuera de casa, por trabajo, bromeó para sí, recordando a la mujer que había visto nadar durante el desayuno: "¡Moby Dick: voy por tí, ballena asesina!". Luego, se acomodó el cuello de la camisa con gesto presumido frente al espejo, guiñándose un ojo, divertido por la ocurrencia. 
Al abrirse la puerta de la cabina en Planta Baja, se enfrentó a un inesperado espectáculo: la bañista, la hermosa cetácea, la ballena asesina, calzada sobre tacos altos, lucía un vestido rojo bien ceñido a su cuerpo redondo, sobre el cual caía una espesa cabellera que le enmarcaba el rostro y el amplio escote. La tenía ahí, frente a frente a un palmo de distancia, desde donde podía percibir su embriagante perfume. Junto a ella, empero, posaban además, con aire de guardaespaldas, un enorme y redondo marido junto a tres enormes y redondos muchachitos, en tarda edad escolar. Eran cinco coloridos  personajes de Botero, cinco esferas humanas de distinto tamaño, que al unísono lo miraban con curiosidad, que lo escrutaban con exasperante estupidez, que parecían leer su pensamiento y sus intenciones.
Tomado de sorpresa balbuceó un "Buenas noches", acompañando el saludo con  un ligero movimiento de cabeza. Se dirigió a la barra del bar del Hotel que a esa hora, extrañamente, estaba vacía y pidió un negroni para apaciguar una improvisa e inexplicable sensación  de incomodidad. De espaldas a la barra y apenas apoyado en el taburete, mientras el barman preparaba el cocktail, abrió el móvil sin saber qué buscar; indicaba “Batería baja”. Lamentó  no tener encima el cargador.
Levantó la vista y pudo ver a los cinco integrantes de la familia, inmóviles como estatuas en el centro del hall, que seguían observándolo con bovina curiosidad. Les dirigió una sonrisa afable para  generar algún tipo de comunicación, pero no obtuvo respuesta. Bebió un sorbo del aperitivo, se acomodó en el taburete dándoles la espalda y recorrió con la mirada la selección de botellas de whiskies y licores dispuestas en los estantes frente a sí. Le costó concentrarse dado que, debajo de la estantería, había un espejo donde se reflejaban los Botero, que no cesaban de fijarlo. Miró el reloj de pulsera sin auténtico interés e, impaciente y malhumorado, posó el vaso sin terminar en el mostrador y se dirigió al baño.

  Se lavó la cara y se refrescó, pasándose una mano mojada por el cuello. Estaba molesto. La familia de gordos lo incomodaba, no sabía bien por qué; probablemente se trataba de gente sencilla, de alguna diminuta localidad de provincia, intimidada por la gran ciudad, curiosa, que se comportaba de ese modo extraño sin darse cuenta de lo indiscreta que resultaba. De todos modos se sentía acosado por esas enormes piezas de matrioska, por esas estúpidas esferas con bigotes ralos.
Lo mejor era salir cuanto antes rumbo al restaurant y pedir una fritura mixta, como la vista momentos atrás en televisión, y olvidarse del asunto. "Con vino blanco" precisó. "La fritura mixta va con vino blanco seco!". Asomó precavidamente la cabeza fuera de la puerta y los vio, firmes en sus posiciones. Decidió esperar unos minutos hasta que se fueran. Regresó hasta el lavabo, se acomodó los cabellos con ambas manos, aprovechó para estirarse, acto seguido controló un incipiente lunar en el pómulo izquierdo y sonrió falsamente a su imagen reflejada en el espejo. Miró la hora. Moby Dyck y sus ballenatos ya tendrían que haber salido. Volvió luego a la puerta para ver la situación: se encontró con la mirada, esta vez hostil, al menos así le pareció, de los cinco cetáceos inmóviles frente a los ascensores. Echó la cabeza hacia atrás.
¿Pero... qué querían de él? Se asomó una vez más: estaban debatiendo una estratagema, seguramente, porque hablaban bajito y con gran disimulo, mirándose alrededor.
Apoyado con las manos en el lavabo, Martín recorrió su rostro desencajado en el espejo y murmuró: “¡Calma!”. Volvió a asomarse; uno de los muchachitos lo vio y alertó al resto. Martín retrajo la cabeza, el corazón había comenzado a latirle fuerte. Tomó el celular pero había quedado sin carga de batería. Miró fuera de la puerta y vio que el pelotón de gordos había copado las vías de fuga: la salida del Hotel, las puertas de los ascensores y el ingreso a la escalera, creando un cerco.
Tenía que serenarse y pensar. Antes que nada, comprender qué estaba sucediendo y por qué. ¿Querrían secuestrarlo, o -peor aún- matarlo? ¿Por qué? En realidad, no tenía tiempo para analizar. Debía prepararse para una confrontación que parecía inevitable. Las causas las buscaría después, si salía vivo de esa aventura.
Se revisó los bolsillos, lo único punzante que tenía para atacar y defenderse era la pequeña Vitorinox que llevaba siempre consigo por sus multiusos. Contaba, además, con el spray desodorante bucal, que lanzado a los ojos no es inofensivo. Aferró uno en cada mano. Controló nuevamente las posiciones adversarias: ya no había dudas: él era el objetivo del Comando Botero. La cetácea estaba atrincherada en la puerta del hotel, el supuesto marido en la escalera y los más jóvenes en los elevadores. Observó el campo de batalla en cuclillas para no ser visto y pergeñó un plan: avanzaría cuerpo a tierra detrás de los sillones del bar y una vez cerca de la puerta tomaría de rehén a la mujer, apoyándole el cortaplumas en la yugular… No hizo a tiempo, notó extraños movimientos en el área ascensores-escalera. Se ubicó mejor para detectar las maniobras de los terroristas. Se disponían al ataque. Podían perpetrarlo con total libertad porque no había nadie del personal de servicio ni huéspedes a la vista. Adelante avanzaban sigilosamente los tres muchachos  y cerraba filas el líder del comando. Lo habían dejado sin opciones, debía emprender una retirada estratégica. El baño no tenía ventanas ni salida de emergencia. Generó un cortocircuito en un tomacorriente, dejando a oscuras todo el piso; se encerró en un retrete, cruzó el pasador y se subió a la taza del WC, evitando respirar…

  Martín Pkeminson murió en el sanitario de PB del Hotel Ocean, en Playa Ballena. Entrevistados por los cronistas televisivos, tres jovencitos presentes, cuando llegó la policía, declararon que habían estado esperándolo toda la tarde junto a sus padres, para solicitarle un autógrafo. Lo habían confundido con el boxeador Amintor Gómez.

Pedro Pablo Lilli
Junio 2023

 


¡¡Muchas gracias Pablo, por confiar en Atrapados!! 
¡¡Felicitaciones y muchos éxitos!!

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20 comentarios:

  1. ¡Un relato, cuyo personaje principal, nos atraviesa psicológicamente, con obsesiones, locuras e intrigas... un final genial, tal como nos tiene acostumbrados a todos los que seguimos a Pablo Lilli!!! Imperdible!!!! Felicitaciones, amigo, te deseamos muchos éxitos!!! Pedro Pablo Lilli

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  2. maravilla de relato dónde reina el terror psicológico!!! Bravo Don Pedro Pablo!!!!!!

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  3. Desde el inicio el grotesco, género complejo, es expresado en su justa medida a la hora de describir los personajes. El remate final hace pensar si los “boteros” eran reales o producto de una mente alucinada… giro impensado del autor. Pablo sorprende al lector y es lo que le da atributo al relato.
    Felicitaciones!

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  4. Soy amigo de Amintor Gomez...le mostré tu cuento Pedro...le encanto me decia cuanta imaginación y q x suerte se refleja en esta página casi surrealista q nos transporta a una irrealidad desconcertante..inasible...a un museo imaginario...q no admite opiniones psicoanaticas......Bahhh.en realidad Amintor gomez no me dijo todo eso...me dijo. TA LINDO EH!!!. abrazos Pedro.a seguir delirando

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  5. Pablo, una historia que cautiva y sorprende, dejando una impresión duradera en el lector. "Hotel Ocean" nos sumerge en un torbellino de emociones, donde la obsesión y la confusión se entrelazan de manera cautivadora. A través de una prosa detallada y evocadora nos transportas al mundo interior del protagonista, Martín, haciéndonos compartir sus emociones y pensamientos en cada momento; con un desenlace impactante que nos deja reflexionando sobre los límites difusos entre la realidad y la imaginación. Me encantó!! Felicitaciones y muchos éxitos, querido amigo!! Gracias por confiar en Atrapados.

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    1. Gracias a vos, Ly, por hacer posible cada entrega en el mejor de los modos!

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  6. Pablo, tu relato hace una descripción detallada de los personajes y sus acciones que crean una atmósfera de suspenso y desconcierto. Además,has sabido usar la ironía y el humor hábilmente. La presencia de elementos inesperados y un desenlace sorprendente hacen que la historia sea memorable . Gracias Pablo por tu aporte y te deseo muchos éxitos.

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    1. Tesi querida, gracias por recibirme en Atrapados y seguir mis trabajos con atención y premura!

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  7. soy Mabel!! no Anónimo jaja será porque no inicié sesión???

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    1. Mil gracias Mabel! Muy feliz por tu comentario. Anónimo: creo que tenés que registrarte con tu e-mail. Abrazo!

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  8. Un relato cinematográfico que mantiene la tensión de una escena mientras el sentido está en suspenso. El desencuentro que incluye una resolución fatal, muestra que la realidad no es una ni universal. La realidad está habitada por el fantasma de cada uno.

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    1. que lindo verte por acá Mario, se te extrañaba!!!

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    2. Es así Mario! Gracias! Confieso: aún no sé cuál fue la verdad de esa historia...

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