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viernes, 25 de enero de 2019

Maruja Mallo, la surrealista olvidada

Con el término Generación del 27 se conoce al que seguramente es el grupo de literatos y artistas más influyentes y conocidos de la cultura española. Su legado es ampliamente conocido siempre y cuando hablemos de ELLOS.
























¿Pero qué sucede con ELLAS? ¿Es que acaso no había mujeres? Nada más lejos de la realidad. Dentro del Grupo del 27 existieron, crearon y triunfaron una generación de mujeres pintoras, poetas, novelistas, ilustradoras, escultoras y pensadoras, de inmenso talento que no sólo gozaron en su tiempo de éxito nacional e internacional, sino que a través de su arte y activismo desafiaron y cambiaron las normas sociales y culturales de la España de los años 20 y 30.



Hoy nos centraremos en Maruja Mallo (Lugo 1902 – Madrid 1995)
Pintora española.


Con veinte años se trasladó a Madrid para estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde se relacionó con artistas, escritores y cineastas como Salvador Dalí, Federico García Lorca, Luis Buñuel, Concha Méndez, Margarita Manso o María Zambrano, de la que era gran amiga. Es justamente Maruja, junto con su íntima amiga Margarita Manso, quienes idean la performance de ir por la Puerta del Sol de Madrid sin sombrero.





 Esto provocó el insulto y hasta la agresión de numerosos viandantes, que las tildaron poco menos que de prostitutas. De aquí nace el concepto “sinsombrerismo” que queremos que defina esta generación femenina.



Estampa cinemática, 1927.

En la década de los veinte Maruja Mallo se dedica a trabajar como dibujante para distintas publicaciones como El Almanaque literario, La gaceta literaria o la Revista de Occidente de José Ortega y Gasset, quien le organiza una exposición en 1928 en los salones de la revista que obtuvo gran aceptación.




 “La verbena”, Maruja Mallo, 1927
                                                                     
Su pintura siempre tuvo una influencia claramente surrealista, teniendo la oportunidad de relacionarse con otros maestros de la época, como Magritte, Ernst, Miró o De Chirico en sus viajes a París.
Comprometida con la República, al estallar la guerra civil viajó a Portugal y luego a América, pasando grandes temporadas en Buenos Aires y Nueva York, donde se instaló y recibió un rápido reconocimiento.

 “Antro de fósiles”, Maruja Mallo, 1930
                                                     
 Dijo de ella Andy Warhol que sus retratos eran un claro precedente del Pop Art norteamericano. Regresó del exilio en 1965 y se instaló en Madrid, donde siguió pintando hasta su muerte en 1995, sin que su tierra natal la prestigiara públicamente.

“Canto de las espigas”, Maruja Mallo, 1929

                                                       
Mallo nunca encajó bien en el mediocre mundo cultural de la época, motivo por lo que ni ella ni su obra fueron reconocidas en su época. Vitalista hasta sus últimos días, algunos protagonistas de la Movida madrileña de los ochenta todavía la recuerdan asistiendo a actos de la época.


 “Naturaleza viva”, Maruja Mallo, 1943
“Viajeros del éter”, Maruja Mallo, 1982
                                           





















Poco conocida, y de aspecto siempre extravagante, mucha gente la veía tan sólo como una vieja excéntrica. Solo posteriormente, ya fallecida, consiguió el reconocimiento institucional y artístico.





"En caso de llevar sombrero, llevaría un globo atadito a la muñeca con el sombrero puesto, y así cuando me encontrara con alguien conocido, le quitaría el globo al sombrero para saludar"


                           

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