Todos saben que las plumas, como los encendedores y cualquier otro objeto de uso, necesitan descansar. En consecuencia, cuando el poeta constató que la suya no funcionaba como debía no se extrañó demasiado y, en cambio, la apartó a un lado tomando en préstamo, de momento, una de la patrona. Pero tampoco ésta funcionaba aunque la trató con mucho miramiento, o sea, que la ayudó en sus posibles caprichos de pluma mediante oportunas inclinaciones o presiones. Lo que indujo al poeta a volver con espíritu más conciliador a la primera, que, sin embargo, seguía renuente. Finalmente, después de varias tentativas y después de haber derrochado paciencia unos días (con grave daño de su prepotente inspiración), se decidió a adquirir una pluma nueva. La misma patrona le adelantó el dinero necesario. El poeta se dirigió a la mejor tienda de la ciudad, eligió la mejor y más costosa pluma y, seguro ya de que nada obstaculizaría la libre expansión de sus sentimientos, regresó triunfante a casa.

Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Luisa, ¡tanto tu foto como el texto que la acompaña son bellísimos! Aunque quizás el poeta no habría podido expresar todo lo que sentía sin su vieja y sabia pluma descartada. Gracias amiga!!
ResponderBorrarEs un texto muy hermoso cuyo autor es Tommaso Landolfi
ResponderBorrarGracias por compartirlo! abracito amiga!!
Borrar