lunes, 31 de mayo de 2021

Un sueño - Relato de Franz Kafka.

 




Josef K soñó:

Era un hermoso día y K quería pasear. Pero apenas había dado dos pasos, cuando ya se encontraba en el cementerio. Allí había dos caminos muy artificiosos que se entrecruzaban de forma poco práctica, pero él se deslizó por ellos como por un torrente, con una actitud imperturbable y fluctuante. Desde la lejanía descubrió un túmulo reciente en el que quería detenerse. Ese túmulo ejercía sobre él una atracción poderosa y no creía ir lo suficientemente rápido. Algunas veces apenas podía ver el túmulo, pues quedaba oculto por banderas que se entrelazaban con fuerza. No se veía a sus portadores, pero parecía como si allí reinase un gran júbilo.


Seguía mirando a lo lejos, cuando vio de pronto la misma sepultura a su lado, cerca del camino; pronto la dejaría atrás. Saltó rápidamente al césped. Pero como en el momento del salto el sendero se movía velozmente bajo sus pies, se tambaleó y cayó de rodillas precisamente delante de la tumba. Detrás de ésta había dos hombres que sostenían una lápida en el aire; en cuanto llegó K plantaron la lápida en la tierra, dónde quedó sólidamente encajada. Entonces surgió de un matorral un tercer hombre, en quien K reconoció inmediatamente a un artista. Sólo vestía pantalones y una camisa desabrochada; llevaba una gorra de terciopelo, y con un lápiz iba dibujando figuras en el aire mientras se acercaba.





Apoyó el lápiz encima de la lápida; como la lápida era muy alta, el hombre no necesitaba agacharse, aunque sí inclinarse hacia adelante, porque el montículo de tierra (que evidentemente no quería pisar) lo separaba de la losa. Estaba de puntillas y se apoyaba con la mano izquierda en la lápida. Con prodigiosa destreza, trazó con su vulgar lápiz letras doradas; escribió: "Aquí yace". Las letras eran claras y hermosas, profundamente grabadas y de oro purísimo. Cuando hubo escrito las dos palabras, se volvió hacia K, que, ansioso por saber cómo seguiría la inscripción, apenas se preocupaba por el artista y sólo miraba la lápida. El hombre se dispuso nuevamente a escribir, pero no pudo; algo se lo impedía; dejó caer el lápiz y nuevamente se volvió hacia K. Esta vez K lo miró y advirtió que el artista estaba sumamente asombrado, pero no podía explicarse el motivo de su estupor. Su anterior vivacidad había desaparecido. Esto hizo que también K comenzara a sentirse perplejo; intercambiaban miradas desoladas; había entre ellos algún odioso malentendido, que ninguno de los dos podía solucionar. Sin venir a cuento, comenzó a repicar una campanita de la capilla fúnebre; pero el artista hizo una señal con la mano, y la campana dejó de sonar. Poco después comenzó nuevamente a repicar; esta vez con mucha suavidad y sin especial insistencia; inmediatamente cesó; era como si solamente quisieran probar su sonido. K se sentía afligido por la situación del artista; comenzó a llorar copiosamente en el hueco de sus manos. El artista esperó que K se calmara y luego decidió, a falta de otra alternativa, seguir con su inscripción. El primer breve trazo que dibujó fue un alivio para K, pero era evidente que el artista tuvo que vencer una extraordinaria repugnancia antes de terminarlo; además, la inscripción no era ahora tan hermosa, parecía haber mucho menos dorado, los trazos eran vagos e inseguros; pero la letra resultó bastante grande. Era una J; estaba casi terminada ya, cuando el artista, furioso, dio una patada a la tumba, y la tierra voló por los aires. Por fin comprendió K; era tarde para pedir disculpas; con sus manos escarbó la tierra, que no le ofrecía casi resistencia; todo parecía preparado de antemano; sólo para disimular habían colocado esa fina costra de tierra; inmediatamente se abrió debajo de él un gran hoyo, de empinadas paredes, en el cual K, arrastrado por una suave corriente que lo tendió de espaldas, se hundió. Mientras lo recibían las insondables profundidades, esforzándose para erguir la cabeza pudo ver su nombre grabado en la lápida, con magníficos adornos.


Fascinado por esta visión, despertó.


 Franz Kafka

(Praga, 1883 - Kierling, Austria, 1924)

Escritor checo en lengua alemana cuya obra señala el inicio de la profunda renovación que experimentaría la novela europea en las primeras décadas del siglo XX. 

 

 

Franz Kafka dejó definitivamente atrás el realismo decimonónico al convertir sus narraciones en parábolas de turbadora e inagotable riqueza simbólica: protagonizadas por antihéroes extraviados en un mundo incomprensible, sus novelas reflejan una realidad en apariencia reconocible y cotidiana, pero sometida a inquietantes mutaciones que sumergen al lector en una opresiva y asfixiante pesadilla, plasmación de las angustias e incertidumbres que embargan al hombre contemporáneo.

 

 

Segmento: Cuentos y Relatos. 

Trabajo de investigación, edición y presentación:

Luisiana Ayriwa.

Administradora de Atrapados por la Imagen.


4 comentarios:

  1. Un relato fantástico y psicológico la última frase deja un interrogante entre lo real e irreal, que también trata de llevar alivio al lector, luego de sumergirlo en la más alta angustia!!! maravilloso Franz Kafka!! gracias Liliana Gauna!!! besossss

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  2. Ly, menos mal que era un sueño !!! , Kafka, sabe dosificar la angustia y el miedo para sorprendernos después con un final inesperado. Un autor que es creador de magníficos cuentos donde lo real se confunde con la fantasía. Gracias amiga por tu trabajo . Besos.

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  3. Muchas gracias amigas!!! Me alegra que les hayas gustado!! Besitos

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  4. Magnífica elección Ly.
    Se desliza por dos caminos y así no lleva de la mano en este relato que lo deja a nuestra disposición...
    Así Kafka comparte con sus lectores lo suyo dándo lugar al otro.

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