LA FÁBULA
Pese a venir de tan atrás en los tiempos como las mejores épocas de la Antigüedad, sobreviviendo muchos y sucesivos cambios de visión del mundo; pese a haberse usado largamente para “educar” nuevas generaciones, la fábula ha perdido relevancia y difusión en la actualidad. Las causas pueden ser variadas y muy argumentables, pero el hecho es que el género languidece en los estantes de las librerías casi como una curiosidad de la historia literaria. El desprestigio ha llegado hasta el propio vocablo, puesto que todos sabemos que tildar de “fabulador” a alguien es claramente ofensivo. Un facilismo inmediato llevaría a sostener que la turbulencia del presente no es el ámbito adecuado para la rigidez de principios que el género ha detentado siempre al calificar, premiar o reprobar la conducta humana. Sin embargo, igual trayectoria recorren los credos religiosos, que pese a todo proliferan.
Para eludir una polémica interminable, puede ser útil centrar el análisis en aspectos específicos. De los muchos posibles, siempre me ha interesado en la fábula el de su forma literaria, absolutamente contrapuesta a las formas en uso actual, lo que conduce a la antinomia alegoría vs. símbolo. El arte alegórico –y su literatura, por supuesto- transmite su discurso desde lo universal hacia lo particular, mientras que el arte simbólico lo hace al revés, o sea desde lo particular hacia lo universal. En la novela moderna, el protagonismo es el de seres individuales, con nombre y dirección, de cuyas conductas y avatares el lector infiere cuestiones generales que atañen a muchos. En la fábula, el protagonismo está ubicado en ciertas generalidades que por serlo ni siquiera requieren ser personalizadas. La astucia humana, ejercida por el zorro, la vigilancia de los menores, a cargo del cazador, el poder, en manos de príncipes sin nombre, la nobleza en el león… En el simbolismo, está reservada para el lector la tarea de determinar las cuestiones fundamentales que afectan al protagonista y el modo en que lo pueden afectar. En la fábula, en tanto literatura alegórica, se espera que reconozca el cuadro de valores en vigencia y acepte que se debe manejar con él.
Es fácil advertir que este segundo sistema no es el actual, basta con gastar cinco minutos en la publicidad televisiva, donde los ejemplos son con el suceder individual. Es la teoría del héroe; lo que le pasa a él, lo que le gusta o rechaza, es lo que sin duda le corresponde a todos y debería condiciona sus conductas – y su consumo.
De todos modos, el contenido ético y crítico que siempre ha intentado la fábula sugiere que podría funcionar como receptor del trémulo cuadro de valores de la actualidad y del incesante criticismo que lo cuestiona. Intentarlo parece interesante…
Hay diversos ejemplos de una cierta actualización del género en el siglo XX, siendo uno de los más destacados la obra del guatemalteco Augusto Monterroso, genial cuentista latinoamericano que detenta el curioso título de haber producido el cuento más breve de la historia…
Oscar muy bueno tu texto referido a la fábula, y tus reflexiones sobre su devenir. Gracias amigo y éxitos con tus publicaciones.
ResponderBorrarExcelente trabajo Oscar, me encantaron tus reflexiones sobre este genero literario, gracias amigo, te deseamos muchos éxitos y esperamos que te sientas cómodo en futuras publicaciones!!! bravo!!!
ResponderBorrarGracias a todas, son unas dulces. Por si no lo conocen, el cuento de Monterroso tiene siete palabras. Se llama El dinosaurio. Y dice: "Al despertar, el dinosaurio todavía estaba allí."
ResponderBorrarHabía agregado algunas fábulas propias muy breves, a modo de ejemplo. Se habrán traspapelado?
Gracias Oscar!!!! no te preocupes, nada se pierde, simplemente vamos cumpliendo con la programación acordada en nuestro calendario, nos organizamos de tal forma para hacer posible que todos tengan su lugarcito de expresión artística!!! miles de abrazos y gracias por confiar en Atrapados!!!
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