lunes, 15 de marzo de 2021

Editorial Online de Atrapados por la Imagen presenta: "1983 - Recorte" un cuento de Marta Puey.



Queridos amigos, este mes los invitamos a disfrutar una nueva entrega de "CASIVEINTE"



Atrapados por la Imagen se complace en presentar: 


 1983 

RECORTE


Adaptación de un fragmento de CARDO RUSO

Novela de Marta Puey



Llegué anoche y elegí el mismo hotel. Es mediodía y camino en busca de la fonda de Hercilia. Doblo por el boulevard y desde la vereda de enfrente puedo ver el cartel; alguien con pretensiones de fileteador pintó flores y rulos entrelazados con las letras, para que se lea “Restaurante Hercilia”. Cruzo, entro al salón, lo veo renovado y atendido por mozas; Ethel, parada, atenta detrás del mostrador me ve y viene a mi encuentro, me ofrece la mesa que está al lado de la ventana como en los viejos tiempos, siento que me ha reconocido, pero lo disimula. Era poco más que una adolescente cuando dejé este pueblo hace más de veinte años. 

Pasado un tiempo empezamos a compartir el café y el licor de la sobremesa. Me hace saber que su madre falleció, que vive con su padre y que decidió reformar la antigua fonda porque entendía que en el pueblo un restaurante podía ser buen negocio. Siguiendo el juego de que nos estamos conociendo sin reconocernos, un día la escucho decir: 

 -Se vende la librería que está enfrente de la plaza. -Hizo un silencio y agregó: -Puede ser un buen negocio. Yo estaría en condiciones de comprarla, pero no encuentro la persona indicada para que la atienda.




Entendí la propuesta, entendí que el camino se iba trazando solo. Ethel sabe avanzar y yo no ofrecí resistencia. El capital, que ha sido motivo de conflicto a lo largo de mi existencia, ahora lo pondría ella y yo la fuerza de trabajo. 


Ethel cerró rápidamente la compra. Ya estamos renovando el lugar. Cuando estoy bajando el cartel que reza: “Librería Mitre” llega ella.

-¡No le podemos cambiar el nombre, es una tradición aquí!  -brama. 

-Mitre, no -respondo lacónico. Es pedirme demasiado. 

-Entonces en las estanterías de atrás se va a poner todo lo relacionado con el material escolar y en las de la entrada juguetes -acota en tono imperativo, buscando recuperar el espacio de poder.

-¿Juguetes?

-Sí, hay que pasar el verano -responde ella dándome la espalda. 

Entendí que sabía de estrategia comercial más que yo, pero con determinación agrego:

-Entonces la estantería del costado será para novelas, ensayos y poesía –  veo que ella asiente con un gesto; lo entiende, sabe negociar y yo aprendo que los acuerdos disminuyen la plusvalía. 


La trastienda fue acondicionada como mi vivienda personal; allí está mi cama, un ropero en desuso que estaba en la casa de Ethel, dos sillas, una mesa pequeña donde apoyo el calentador, pava, yerba y lo que tenga que ver con mi desayuno y los mates de la tarde; espacio al que ella sin esfuerzo le pone orden a diario; es su deporte favorito y la veo estirar las sábanas con el mismo placer que las arrugamos juntos.


Los clientes se van sumando día a día, la directora de la Biblioteca Popular Julio Argentino Roca, con quien comparto lecturas, análisis y críticas; insiste en hacerme partícipe de la institución como consejero. Ethel soslaya esta relación fingiendo ignorarla, no es su campo y donde no puede competir, sabe neutralizar todo vínculo que pueda molestarle.



Estoy apoyado en el mostrador de la librería leyendo el diario. El chirrido de las bisagras de la puerta de entrada me hace levantar la vista, es Rufino. Fue intendente de este pueblo hasta el 55, hombre respetado, político con vocación democrática, visitante habitual de la librería. 

-Buen día, ¿interrumpo la lectura? 

-Para nada, ya estaba por cerrar, busco mi abrigo y salimos.

Es su costumbre llegar cerca del mediodía para compartir el vermouth antes del almuerzo. Regreso con el saco puesto, él dobla el diario y lo deja sobre el mostrador, doy vuelta el cartelito que cuelga del vidrio de la puerta, le cedo el paso, salimos y cierro con llave: 

-Se vienen tiempos de cambio no más –comenta caminando lento.  

-¿Usted cree?

-Estoy convencido de que la apertura a la democracia traerá nuevos aires. 

-La democracia que nos quieren vender será un dibujo -interrumpo. 

-¿Vender?, convénzase de que es la única forma de salir adelante. 

-No va a ser fácil arrancar con tanta cuenta pendiente. 

Rufino no dejó escapar la oportunidad de contestarme:

A la clase trabajadora, este país le dio dos oportunidades ¿Por qué no pensar en una tercera? – contestó de inmediato.

-Sí, puede ser, pero la revolución no se logró. Ahora hablan de estado de bienestar, receta que enseña a producir para consumir, no para pensar. 



El sol quiere asomar, caminamos en silencio. Pasamos frente a la casa de los Arregui, Rufino la observa y dice:

-Es raro que las celosías estén abiertas; hace años que esa casa permanece cerrada - camina unos pasos más en silencio y agrega -. Vea, una familia con tanto rango, quién hubiera dicho… El último ruido en esa casa lo hizo el velatorio de su dueño, que tuvo más convocatoria que si hubiera presentado su candidatura. Aunque no era de esos, él cuando se hizo cargo de la municipalidad no fue por la voluntad popular. Lo pusieron desde arriba -. Hace una pausa: -Como le iba diciendo, ejerció el mandato hasta que llamaron a elecciones. Pasados unos años se enfermó, nunca se supo muy bien de qué, y murió. Llegamos a la plaza, tiro la colilla del cigarrillo en uno de los charcos de la vereda y lo interrumpo:

-Eso es lo bueno de tener raíces en un lugar. Usted se ha convertido en un registro de los sucesos. 

-Vea mi amigo, las pequeñas historias son las que escriben la historia de los pueblos; allí está el germen de lo que vendrá – agrega Rufino. 

Llegamos a la esquina del bar. Nos sentamos en la mesa de costumbre, traen los ingredientes junto al vermouth, fernet, soda. Rompo un silencio largo: 

-Hace muchos años, yo estuve en este pueblo.

Rufino escucha, trata de ensartar una aceituna y pregunta: 

-¿Acaso andaba de pasada?

Tomé el vaso, bebí un trago antes de contestar. 

-No, un año y medio estuve por aquí.

-Y volvió.

-Sí, volví.

Terminamos el aperitivo callados, nos levantamos, salimos a la vereda.

-Pasado mañana, a la tarde, ¿hacemos la partida de ajedrez? -pregunté.

-Como guste. Yo siempre estoy dispuesto.

Rufino se despide. Lo veo alejarse por la vereda, la espalda encorvada, la esperanza puesta…

 

 

Obra inédita - No musical


Número RE: 2020 - 02914244 - APN - DNDA#MJ


Referencia RL: 2020 - 02914217 - APN - DNDA#MJ



Fotografía: Marta Puey


Diseño y Edición de Tapa: Laura Jakulis


9 comentarios:

  1. Marta, muy buena la pintura de los pueblos chicos y sus historias de vida. Éxitos, amiga y gracias por confiar en Atrapados. un abrazo.

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    1. Gracias Tesi, siempre tan precisa, de eso se trata, los pueblos son una pequeña muestra de la sociedad en que vivimos y compartimos

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  2. Excelente!! me encantó Marta, tal como era de esperar... fui a buscar nuevamente tu novela, para dejarla en mi mesita de luz, a la espera de ser leída nuevamente!!! gracias por tu arte!!!! felicitaciones!!

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  3. Gracias Laurita por empeño en sumergirte nuevamente en esta historia de nuestro pampa seca, tan austera en su paisaje, tan rica en su historia.

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  4. Un viaje en el tiempo con emociones y vivencias, en el que pude recordar y recorrer esos lugares, a los que nunca he ido. Me encantó, felicitaciones Marta!! Feliz de que seas parte de la familia de Atrapados!! Éxitos con esta nueva presentación!!

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  5. Ly, sensibilidad viajera la tuya, exquisita a la hora de captar mensajes.
    Mil gracias querida!!

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