Fotografías de autor

¡Este espacio ha sido creado para que todos los amantes de las artes visuales y la literatura, puedan compartir sus trabajos e inquietudes! ¡¡Bienvenidos!!

lunes, 22 de marzo de 2021

Editorial Online de Atrapados por la Imagen Presenta: TRES ERRORES


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REGISTRO DE:

EDITORIAL ATRAPADOS POR LA IMAGEN


Editorial Atrapados por la Imagen, es un espacio gratuito dedicado a difundir...


¡El arte de todos!


Queridos amigos, nos complace compartir con todos ustedes:

TRES ERRORES.


Nueva obra literaria de Pedro Pablo Lilli, fotógrafo destacado de nuestra comunidad, y autor literario en la Editorial Online de Atrapados por la Imagen, espacio dedicado a nuevos artista. 

 


¡¡Felicitaciones y éxitos Pablo por esta nueva entrega!!

 

Agradecemos a todos ustedes por sus visitas y valoraciones.

Afectuosamente.

Administración de Atrapados por la Imagen.




TRES ERRORES



Probablemente había sido una imprudencia salir igual, tozudo de una excéntrica teoría, toda suya: " Cualquier malestar se cura, internándose a remo entre las islas del Paraná para unos mates sanadores. Lejos del manicomio criminal de la ciudad. Sin reloj, sin celular, sin otros sonidos que el trinar de los pájaros y la correntada..." Sabía que no siempre es así, pero repetirlo ante quién quisiera escucharlo, engrosaba su leyenda de "viejo hombre de río", de aquél que "del río marrón lo sabía todo y que las había pasado todas".

Esa mañana, cuando bajó el bote al agua ya no se sentía en sus mejores condiciones: percibía una ligera dificultad para respirar y un cierto decaimiento.

"En media hora soy Gardel!" se dijo poco convencido para no desistir de la salida. Mojó una mano en el río y se la pasó por la cara. Alejó de su mente el pensamiento "ya no tengo veinte años". Cruzó a la otra orilla y comenzó a alejarse.

Remar con las primeras luces del alba era, a su decir, "una prueba más de que la Felicidad existe": el agua corre dulcemente, alegre, imperturbada; el cielo respira hondo y se ilumina; toda la fauna se despereza y cada especie inicia su jornada.

"El Remo no es deporte", afirmaba. "¡Es mística!". No faltaba quien pensara que estaba medio loco y eso, lo divertía. Es más, le hacía aumentar la apuesta: " Cuando se hunde la pala en el agua, el Padre Río, enseguida te hace saber de qué humor está: quiere que lo acaricies o quiere jugar o no quiere saber nada. Y, en eso, se pone de acuerdo con el Viento. No hay sorpresas: el cielo te avisa con tiempo si esos dos, van a cambiar de idea. ¡La Naturaleza habla!" Para rematar: "Hay que escucharla o estás frito". Con sus prédicas y estímulos, había convencido a varios y de todas las edades, a volcarse a la actividad. Todos le estaban agradecidos.



Al inicio avanzó casi vigoroso, acompañado por el trinar de los pájaros y los reflejos del sol. Una garza lo  acompañó un buen trecho: esperaba que se acercara para elevarse en vuelo y detenerse más adelante para volver a repetir el juego un par de veces más.

Al cabo de una hora, comenzó a remar con fatiga pero siempre a ritmo constante. Fue tomando agua a intervalos regulares y alternando con alguna fruta.

En el trayecto, hizo un par de breves paradas, sin bajar del bote, porque sintió que el aire le comenzaba a faltar. 

Llevaba cuatro horas y faltaría una más para llegar a su lugar predilecto: alejado, escondido, solitario, "ideal para oxigenar cuerpo y mente". Para encontrarlo , eran necesarias referencias muy precisas ya que, a primera vista, pasaba desapercibido. "Un esfuercito más y ya estamos!" se dijo. Le dolían los músculos de  brazos y  piernas en modo inusual para el trabajo hasta allí realizado.

El sol ya estaba alto y fuerte. Sentía mucho calor, especialmente en la cara. Cargó el gorro con agua del río y se la descargó en la cabeza, dejando que escurriera refrescante por la frente, por detrás de las orejas y la nuca hasta la espalda. Inspiró hondo, con las piernas estiradas y el torso hacia adelante. Repitió la operación con los ojos cerrados y mientras el agua drenaba, secándose a mitad del pecho y de la espalda, advirtió un breve mareo que desapareció al reabrir los ojos. Controló tener el spray medicinal a mano; estaba debajo del carrito. No lo usó porque todavía no lo necisataba y, si podía evitarlo, mejor: por un lado le abría los bronquios, por el otro le provocaba taquicardia.

Intentó retomar los remos pero le faltaron las fuerzas. La correntada arrastraba el bote  y sintió, ahora sí, en el pecho, la amenaza de un  inminente broncoespasmo, de esos que reaparecían al inicio de cada verano. Tomó conciencia de que estaba en dificultades, que el cuerpo, improvisamente, lo había abandonado, que la situación estaba fuera de su control.

El bote, ya a la deriva, iba directo hacia un árbol caído en el río. Intentó corregir la dirección para evitarlo pero no pudo y se preparó para el inevitable impacto. La velocidad era sostenida y el choque fue violento: quebró un remo que quedó atrapado entre su rodilla y el árbol. La embarcación, seriamente averiada, se dio vuelta. Cayó al agua. El instinto de sobrevivencia hizo que, auxiliándose con las ramas, pudiera ganar la costa.

Se hechó boca arriba. Los pulmones estaban paralizados, sintió que no les entraba una gota de aire. La pierna derecha, que había recibido todo el impacto, le dolía muy fuerte.  

"¡Pobre Gardel...quedó destrozado!" trató de bromear. Permaneció boca arriba un tiempo, pero el sol le abrasaba la cara. Lamentó haber perdido su spray medicinal al volcarse el bote. Necesitaba reposar a la sombra hasta ser rescatado. El celular, en su estuche estanco, estaría en el fondo del río.   

Intentó levantarse, pero fue en vano. Se arrastró, con la fuerza de los codos, hasta un sauce. Estaba exhausto.

El río se veía desierto, no circulaba nadie.

Probó permanecer boca abajo, pero era peor. Le dolía el pecho de la fuerza que hacía para hacer ingresar algo de aire a los pulmones. Se puso en posición fetal, con la pierna dolorida plegada sobre la otra. Pareció sentir un cierto alivio pero no duró mucho, unas puntadas agudas le atravesaban el muslo y la rodilla. Quizás tuviese alguna quebradura. Pegó un grito de dolor.

Escuchó el ruido de una lancha, intentó hacerse escuchar pero no pudo. Se tocó la frente afiebrada antes de desvanecerse.

Al despertar escuchó dos lanchas que se cruzaban a velocidad, pudo oír la música estruendosa que salía de una ellas y voces alegres en la otra. No hizo tiempo a gritar que ya se habían alejado. Si apenas movía un poco la pierna, el dolor lo doblegaba. No había nada que no le doliera. De tanto forzar la respiración el torax había quedado resentido.

Sintió hambre pero evitó el pensamiento sabiendo que había perdido todo. Se resignó a esperar que alguien viera los restos del bote averiado y bajara a ver.

Su estado de indefensión le trajo recuerdos de la infancia, "la Abuela, cuando yo estaba enfermo, me llevaba a la cama sopa de avena y choclo, como a mí me gustaba... tenía laminitas de cebolla que flotaban como medusas...". 

El silbido de un velero pasando no lejos de la costa lo sorprendió, gritó, pero fue inútil: su voz era débil e inaudible a pocos metros.

Pasaron las horas y el sol comenzaba a bajar. Dormitó de a ratos. Imágenes lejanas reaparecían en su mente, desordenadas y confusas. "Físico 1000...cuando teníamos que rendir Física II, ella no se presentó. Se quedó a mi lado para cuidarme porque yo volaba de la fiebre, como ahora...No te preocupes, dijo, rendimos juntos en la próxima mesa...Apenas la ví en la Facultad la bauticé Físico 1000, porque tenía un cuerpo escultural... Fui un ingrato, un machista de mierda, un pelotudo..."

Oscurecía. El cielo mostraba nubarrones negros y le pareció ver un relámpago en el horizonte. Ya no lo rescatarían hasta la mañana próxima. Ante la falta de noticias, su familia daría la alarma a Prefectura y sus amigos proporcionarían información sobre sus recorridos más frecuentes. ¡Nadie conocía ese lugar! ¿Lo verían?

Había cometido el error de no hacer el Rol de Salida en la botera, antes de embarcarse. Esta norma náutica de registrar embarcación, tripulación, horario de salida, itinerario, horario estimado de regreso es, justamente, para poder auxiliar a los navegantes en casos como éste. Otra equivocación, había sido no haber comunicado la noche anterior, en el grupo de WhatsApp, su intención de salir. Siempre lo hacía, esta vez, no. Sabía que nadie se le sumaría, partiendo al amanecer. En la guardería, por ser el único de los veteranos que aún remaba, gozaba del exclusivo privilegio de poder salir antes de que abrieran al resto los socios. Era el único, todavía, en remar un single, de madera, con carrito. Todos navegaban en kayak. "¡Eso lo hace cualquiera!". Solo el sereno estaba al corriente de su salida. Su turno había finalizado a las siete de la mañana y no se reincorporaría hasta la noche.

Comenzó a levantarse viento S.E. y ya había oscurecido.

Cayeron las primeras gotas, gruesas. Por suerte, salvo alguno suelto por ahí,  no había  mosquitos. Al menos por el momento. El dolor de la pierna era continuo, agudo. La fiebre no cesaba y los bronquios volvían a cerrarse. "¡Calma! Están organizando la búsqueda" se dijo poco convencido. "¿Carajo, puede ser que hasta ahora, nadie haya visto el bote averiado?" se preguntó. 

Comenzó a llover, cada vez más fuerte, en plena oscuridad. No se veía nada. Se acurrucó, nuevamente, como un bebé. La fiebre lo adormecía. "Tengo que estar atento..." pero no podía concentrarse, se sentía muy mal. La lluvia arreciaba. El agua parecía atravesarle los huesos, atravesarle la cara, filtrarse por los ojos y los oídos, correr por dentro de su cerebro, en la oscuridad de la noche, interrumpida, cada tanto, por algún relámpago. Su cuerpo afiebrado temblaba. Rechinaba los dientes y sudaba. "¡No quiero morir así!" flaqueó, por primera vez. "¡Hice todo mal! ¡Todo mal!".



Escuchó los pasos de animales pesados que pasaban, a pocos metros, abriéndose camino entre las plantas. Serían vacas, caballos o cerdos. Eran varios, no pudo verlos ni determinar qué eran. Llevaban apuro por ponerse a resguardo. Tuvo miedo. "¡Padre Río ayudame, Padre Río querido, ayudame, no me dejes solo...!" sollozó ensordecido por los truenos. El último animal de la fila se detuvo y se le acercó. Sintió el hocico frío y húmedo en un pie deslizarse hasta el tobillo. Se paralizó. Rezó después de mil años. Escuchó un gruñido de cerdo. El corazón latía aceleradamente, estaba aterrorizado. Esperó el ataque. El animal lo olfateaba, sintió el hocico subirle por la barba, por la mejilla y la sien. Lo escuchó respirar. Era un vaho húmedo y caliente, de olor nauseabundo que le provocó arcadas. La vida pareció pasarle frente a los ojos en la infinidad de un segundo. El cerdo volvió a gruñir sobre su cabeza empapada por la lluvia y se alejó en la oscuridad cerrada del monte, dejándolo abandonado a su destino. Se orinó encima. Acarició la tierra. Su mente trabajó toda la noche.

Al amanecer, una  embarcación rastreaba, minuciosamente, cada rincón de la costa. Y el río fluía satisfecho hacia el mar.


Pedro Pablo Lilli

Rosario, Febrero, 2021


14 comentarios:

  1. querido amigo!!! termino de leer tu obra y realmente me siento sumamente emocionada!!! excelente relato, profundo, sencillo y emotivo!!! felicitaciones y vamos por mucho más!!!!

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  2. Excelente relato Pedro!!! Emocionante y vívido. Como si estuvieramos ahí.

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  3. Relato intenso, visual, magnífico.
    La descripción que Pedro Pablo Lilli hace del espacio que rodea al personaje recurriendo a sus cinco sentidos, aunado al desafío interno; es de una construcción literaria única. Los avatares, narrados minuciosamente, ponen de manifiesto el temple del mismo, dotado de una percepción especial dada por su condición de “viejo hombre de río”.
    Cuento con final abierto que puede despertar muchos finales, pero cuando un veterano marca como objetivo que, “Cualquier malestar se cura, internándose a remo entre las islas del Paraná para unos mates sanadores…” nos anticipa el final de alguien que sabrá afrontar con su experiencia cuanta dificultad se presente, que saldrá airoso y así hacernos entender que veteranía es sabiduría.

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  4. Pablo, tu cuento me ha sumergido en la vida de la gente del Paraná, un personaje conocedor de los secretos del río, audaz, valiente , que describe su entorno y sus aventuras con soltura, narrando una historia cuyo final deseamos sea feliz. Tu relato es espontáneo, y trasmite emoción. Así que felicitaciones y éxito amigo!!! Un abrazo

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  5. Un relato atrapante e intenso, en un escenario con situaciones que dejan expuesto la esencia humana. Felicitaciones Pablo, excelente presentación!! Éxitos totales amigo!!! Un gran abrazo.

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  6. A mis queridas (las nombro por orden de aparición en los comentarios, ja!) Laura, Marilyn, Marta, Tesi, Ly mil gracias! Por favor sigan llamándome por mi nombre, porque el Blog me bautizó "Unknown" y, para ser sincero, no me gusta: suena raro...feo...Daría cualquier cosa,para que nos encontráramos para unos mates sanadores de pandemias y otros rollos por esta tierras litoraleñas!Lo organizamos! Abrazo afectuoso.

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    1. Y cómo te llamás?, tenés razón suena onomatopéyico, de "no persona", perdón a quien te lo adjudicó.
      Y vamos por los mates sanadores a desenrollar los rollos!!!.

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  7. Que buen cuento, su realismo -y posibilidad de ser así asusta- muy buenooooooooooo Grabó -reafirmo- en mi mente el concejo de no salir a salir a remar solo y menos sin decir el recorrido que piensa hacer.... muy bueno....

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