sábado, 29 de junio de 2024

HOMENAJE A ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY, A 124 AÑOS DE SU NACIMIENTO.

ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY, MUCHO MÁS QUE UN ESCRITOR.

 


 El pequeño Príncipe

Bautizado con cinco nombres, Antoine Jean Baptiste Marie Roger de Saint-Exupéry, nació en una familia aristocrática venida a menos, el 29 de junio de 1900. Perdió a su padre cuando tenía solo cuatro años, y desde entonces, fue su madre la que cuidó de él y de sus cuatro hermanos, un niño y tres niñas. 

Antoine, estuvo muy ligado a su madre, cuya sensibilidad y cultura lo marcaron profundamente, y con la que mantuvo una voluminosa correspondencia durante toda su vida. Desde que faltó el padre, les ayudó una tía, la condesa de Tricaud, quien les alojó bajo su protección en el castillo de Saint-Maurice-de-Rémens, muy cerca de Lyon.

El pequeño Antoine —siempre con su pelo rubio y alborotado— ya apuntaba maneras y era el centro de un torbellino de juegos y travesuras. Su imaginación era desbordante y el vuelo era uno de sus temas favoritos. Cuando le llamaban para bañarse, siempre contestaba lo mismo: “No puedo, decía con cara seria, estoy en mi aeroplano”.

Renunció a aquel paraíso infantil con la edad de nueve años, cuando junto a su hermano François y su hermana Gabrielle (los tres mayores), dejó la libertad del castillo para conocer la autoridad de un internado en Le Mans.

Su interés por la mecánica y la aviación se remonta a la infancia: recibió el bautismo del aire en 1912, y la pasión de volar ya no lo abandonaría nunca. Después de seguir estudios clásicos en establecimientos católicos, preparó en París el concurso de entrada en la Escuela naval, pero no logró su objetivo y se inscribió en Bellas Artes. Pudo aprender el oficio de piloto durante su servicio militar en la aviación, pero la familia de su novia se opuso a que se incorporara al ejército del aire, por lo que se resignó a ejercer diversos oficios, al tiempo que frecuentaba los medios literarios. 

El año 1926 marcó un giro decisivo en su vida: publicó su narración breve "El aviador" en la prestigiosa revista literaria Le Navire d'Argent, dirigida por Jean Prévost, y consiguió un contrato como piloto de línea para una sociedad de aviación. A partir de entonces, a cada escala del piloto correspondió una etapa de su producción literaria, alimentada con la experiencia. Mientras se desempeñaba como jefe de estación aérea en el Sahara español, escribió su primera novela, "Correo del Sur" (1928).

La escala siguiente fue Buenos Aires, al ser nombrado director de la Aeroposta Argentina, filial de la Aéropostale, donde tuvo la misión de organizar la red de América Latina. Tal es el marco de su segunda novela, Vuelo nocturno. En 1931, la bancarrota de la Aéropostale puso término a la era de los pioneros, pero Saint-Exupéry no dejó de volar como piloto de pruebas y efectuó varios intentos de récords, algunos de los cuales se saldaron con graves accidentes: en el desierto egipcio en 1935, y en Guatemala en 1938.

En los años treinta multiplicó sus actividades: cuadernos de invención, adaptaciones cinematográficas de "Correo del Sur" en 1937 y de "Vuelo nocturno" en 1939, numerosos viajes (a Moscú, a la España en guerra), reportajes y artículos para diversas revistas. Durante su convalecencia en Nueva York, después del accidente de Guatemala, reunió por consejo de André Gide los textos (en su mayor parte artículos ya publicados) que se convirtieron en "Tierra de hombres" (1939). 

 



Antoine y su vocación por la escritura.

Aquella intensidad infantil le caracterizó también de adulto. No era difícil encontrar a Saint-Exupéry insomne a altas horas de la madrugada, escribiendo absorto, cigarrillo tras cigarrillo hasta que las colillas desbordaban el cenicero. Detestaba las convenciones sociales, el orden y las rutinas. Incluso era habitual que en mitad de la noche despertara a algún amigo para mantener una fluida charla, mientras al otro lado del teléfono, todos aguantaban entre estoicos y adormecidos.

Yvonne Lestrange, una prima lejana de su madre, fue clave en su vocación literaria. Saint-Exupéry, que no era un estudiante aplicado y, en cambio, sí era un asiduo de la bohemia, había llegado a París para estudiar. La combinación de ambas características le condujeron a serias estrecheces económicas que decidió solventar con la invitación de su prima lejana, que lo acogió en una habitación. El apartamento, situado en la orilla izquierda del Sena, albergaba un salón literario al que acudían algunas de las personalidades de la cultura más importantes de la época.

Deslumbrado por aquel mundo al que Yvonne le abrió las puertas, Antoine, comenzó a escribir algunos poemas. Cierto que la prima los encontró demasiado sentimentales, pero también vio suficiente talento como para animarle a seguir escribiendo.

Algunos años más tarde, en una entrevista publicada el 27 de mayo de 1939, Saint-Exupéry definió su propia poética: “Para mí volar o escribir son la misma cosa”.

 

 

 

A pesar de sus primero éxitos, Antoine no pensaba dedicarse profesionalmente a la escritura, antes creía que tenía que vivir. Además, no se sentía cómodo con la etiqueta de escritor y todo lo que representaba: un despacho, una rutina de trabajo, reuniones, editores, cifras de ventas, etc.

 

 La desaparición

Saint-Exupéry fue al encuentro de su destino a pecho descubierto, viviendo de la forma más honesta que supo, siempre creyendo en un humanismo por el que luchó, ya fuera con su pluma o con su avión. Precisamente, ese ir al encuentro de su propio destino le llevó a desaparecer misteriosamente, igual que su personaje en, "El Principito", el aviador, acaba protagonizando su propia desaparición.

Dicen que su comandante en el Segundo Regimiento de Aviación de Estrasburgo le espetó: “Usted jamás se matará en la aviación, porque ya lo habría hecho”. Y es que Saint-Exupéry era tan valiente como despistado y ya en la formación había protagonizado algún que otro accidente. Lamentablemente, aquel comandante se equivocó.

A pesar de que la edad y su maltrecha salud lo desaconsejaba, Saint-Exupéry insistió hasta lograr ser aceptado de nuevo en el ejército. Francia estaba ocupada y él siempre había sido hombre de acción. Era 1944 y le autorizaron a realizar cinco misiones de reconocimiento. La mañana del 31 de julio de 1944, partió en vuelo de reconocimiento desde su base de Córcega, pero en breve se perdió su pista y ya nunca volvió. Tal vez aprovechase para sobrevolar por última vez aquel castillo cercano a Lyon, su refugio infantil.

 

Pulsera que, muy probablemente, llevaba Saint-Exupéry cuando su avión su estrelló. Allí puede leerse su nombre junto al de su esposa (también, los datos de su casa editorial en Nueva York). La halló un pescador en 1998 y permitió hallar su avión años después. 

 

 El padre del Principito


Poco podía imaginar aquel aguerrido piloto, mecánico, aventurero y periodista en la Guerra Civil Española que pasaría a ser recordado más como el padre de, "El Principito". Tampoco pudo llegar a imaginar que aquella historia publicada el 6 de abril de 1943 por la editorial Reynal & Hitchcock en Nueva York se convertiría en uno de los libros más vendidos y traducidos de todos los tiempos.

No es que a su autor le faltara imaginación para ver el futuro éxito de, "El Principito", si no que lo consideró una obra menor, igual que le pareció a la editorial Gallimard, que no la incluyó en su importante sello hasta 1946, después de la guerra y de la misteriosa desaparición del autor.

 El germen de la historia surgió como encargo del editor norteamericano de Saint-Exupéry, que le pidió un relato de Navidad, pero el autor no estaba inspirado, ni interesado, así que dibujos y borradores quedaron guardados en el cajón. Finalmente, escribió el libro en el momento en el que, el exilio y los sinsabores de algunas relaciones rotas le abocaron a una excesiva sensación de soledad.

La crisis vital requería recuperar la mirada soñadora de su infancia, escribir el cuento desde los ojos de un niño, pero el autor se desdobló a su vez en el piloto de la historia. Al final, todos los personajes y todos los símbolos —la rosa, el pequeño zorro solitario, los baobabs…-— están relacionados con su propia vida. Había llegado el momento de, por fin, tal como dijo al inicio de su carrera como escritor, plasmar la vida vivida en la escritura: eso sí, tamizada por una poesía enternecedora.


 ¿Qué inspiró a Antoine de Saint-Exupéry?

 


El personaje principal de “El Principito” es un aviador como lo fue Saint-Exupéry .

Las ilustraciones de "El Principito" fueron realizadas por Saint-Exupéry antes de volverse piloto.  El autor nunca se consideró bueno en el dibujo, algo de lo que se burla el piloto al inicio de la obra.

Los Baobabs, árboles que destrozan planetas con sus raíces, simbolizan al nazismo y sus intentos por dominar al mundo.

El Zorro, quien acompaña al Principito en su viaje, está inspirado en un fénec (o zorro del desierto). El autor conoció este animal cuando trabajaba como piloto postal en vuelos por el norte de África. Según los especialistas, el zorro fénec  es un animal precioso, limpio, afable y cariñoso que puede domesticarse con suma facilidad. Sin embargo, no es correcto pretender adoptar a esta bella criatura, ya que su hábitat ideal es el desierto. 

 

La rosa

Se conocieron en septiembre de 1930, cuando Antoine estaba en Buenos Aires trabajando como piloto comercial para una empresa de mensajería. Ella tenía 29 años (uno menos que él), había nacido en El Salvador y entre sus muchas facetas artísticas estaban las de escritora, pintora y escultora. Era joven, pero ya se había casado, divorciado, vuelto a casar y enviudado. Su carácter, alegre y magnético, además de su atractivo físico, encandilaron al entonces poco conocido escritor, quien quedó tan prendado de ella que al poco tiempo, le pidió matrimonio. Aún así, Consuelo puso algunas distancias hasta que, finalmente, en 1931 la pareja se casó en Francia, a donde habían ido tras perder Antoine su empleo.

En los casi catorce años que estuvieron juntos vivieron un amor controvertido, pleno de  momentos apasionados, pero también de peleas y altibajos, muchas veces por la vida bohemia y las infidelidades de Antoine. De hecho, aunque hoy pueda sorprender, dada la fama de la obra, "El Principito" fue, entre otras cosas, el resultado de esa tormentosa relación, pues en ella su autor expresó sus sentimientos, dudas y pensamientos, además de, como señalan los biógrafos, la búsqueda del perdón de su amada. Así, Consuelo sería la rosa del libro, a la cual el principito, ama y cuida, protegiéndola bajo una campana de cristal, pese a sus sentimientos encontrados.

 


Tras las confesiones de Consuelo en "Memoria de la rosa", muchos críticos creen ahora que, El Principito es una alegoría de la vida de Antoine, de sus preocupaciones, sus reflexiones y remordimientos.

Los tres volcanes del planeta del Principito son los tres volcanes de, El Salvador. La rosa, vanidosa pero de buen corazón, es Consuelo. Su fragilidad, el asma crónica que ella padecía. El campo de rosas que distrae al Principito durante su visita a la tierra y le hace dudar del valor de su rosa, una alegoría sobre sus numerosas infidelidades. 


Dicen algunos investigadores que es un error considerar "El Principito" como  una obra infantil. Y tienen razón. Aunque, al final, todo dependa de la perspectiva. Porque esa obra que nació de ese amor, el perdón y el recuerdo, ha volado, libre, ajena a todo lo demás, para acercarse al corazón de sus lectores. A los niños que la descubrieron y descubrirán, y a los adultos que quieren recordarse siendo niños. Quizá Saint-Exupéry no la concibió así, pero el tiempo ha hecho que su texto hoy nos pertenezca a todos.


ALGUNAS FRASES DE ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY

 

 

“Si al franquear una montaña en la dirección de una estrella, el viajero se deja absorber demasiado por los problemas de la escalada, se arriesga a olvidar cual es la estrella que lo guía”.

 

“Si queremos un mundo de paz y de justicia hay que poner decididamente la inteligencia al servicio del amor”.


“Si busco en mis recuerdos los que me han dejado un sabor duradero, si hago balance de las horas que han valido la pena, siempre me encuentro con aquellas que no me procuraron ninguna fortuna”.


“La perfección se logra al fin, no cuando no hay nada que agregar, sino cuando ya no hay nada que obtener”.


“Los niños han de tener mucha tolerancia con los adultos”.

 

"Al primer amor se le quiere más, a los otros se les quiere mejor".

 

"Lo que embellece al desierto es que en alguna parte esconde un pozo de agua".

 

"Si queremos un mundo de paz y de justicia hay que poner decididamente la inteligencia al servicio del amor".

 

"El amor es lo único que crece cuando se reparte"

 

"Conoces lo que tu vocación pesa en ti. Y si la traicionas, es a ti a quien desfiguras; pero sabes que tu verdad se hará lentamente, porque es nacimiento de árbol y no hallazgo de una fórmula".

 

"Uno es para siempre responsable de lo que domestica".


"A veces en el silencio de la noche, todos sus recuerdos le eran devueltos con la plenitud de una canción de infancia… En la soledad, nadie escapa a los recuerdos".


"La tristeza es una de las vibraciones que prueban que estamos vivos".


"Es mucho más difícil juzgarse a uno mismo que juzgar a los demás. Si logras juzgarte correctamente serás un verdadero sabio".


"Una victoria debilita un pueblo, una derrota despierta uno nuevo".



"Sé que solo hay una libertad: la de pensamiento".



"No heredamos la Tierra de nuestros antepasados. La legamos a nuestros".

 

"El hombre se descubre a sí mismo cuando se enfrenta a los obstáculos".



"Si quieres comprender la palabra felicidad, tienes que entenderla como recompensa y no como fin".



"Si alguien ama a una flor de la que sólo existe más que un ejemplar entre los millones y millones de estrellas, es bastante para que sea feliz cuando mira a las estrellas".

 

"El tiempo que perdiste con tu rosa hace que tu rosa sea tan importante".


"No se ve bien sino es con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos".


 

 Trabajo de Investigación y Edición: Isa Santoro.

Administradora de Atrapados por la Imagen.



 

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