Queridos amigos.
En Mayo, nuestro segmento
"El Cuento del Mes" presenta: "TIBIEZA".
Continuamos con el ciclo que inició en Marzo, junto al lanzamiento online de "CASIVEINTE - Cuentos Cortos",
de la escritora Marta Puey.
Este mes, Atrapados por la Imagen se complace en presentar el Tercer Relato, perteneciente a la obra literaria de Marta Puey; TIBIEZA.
Aprovechamos para agradecer a cada uno de ustedes, por sus visitas y valoraciones expresadas, en las historias anteriores.
¡¡Sin más, vamos con el Cuento del Mes!!
"TIBIEZA"
Desde la doble altura las ventanas destilan luz con color de siesta. Enciendo un cigarrillo, él duerme en el sillón, yo me siento en enfrente y abre sus ojos amarillos de mirada vieja, yo entorno los míos... Tres sombras unidas y desparejas van por la vereda del sol. Mi hermano de una mano, yo de la otra.
Iba a primer grado. Ese día al salir del colegio me esperaba la vecina. Se acercó a mí y dijo: “Tu mamá tuvo una urgencia y me pidió que viniera a retirarte”. Volvimos en silencio, entramos a la casa que compartíamos y fuimos a su cocina, allí dijo: “Sentate que te hago la leche”. -No gracias no quiero leche –respondí.
Iba a primer grado. Ese día al salir del colegio me esperaba la vecina. Se acercó a mí y dijo: “Tu mamá tuvo una urgencia y me pidió que viniera a retirarte”. Volvimos en silencio, entramos a la casa que compartíamos y fuimos a su cocina, allí dijo: “Sentate que te hago la leche”. -No gracias no quiero leche –respondí.
Ya era tardenoche cuando llegaron los dos. Mi hermano tenía los ojos colorados de llorar y se quedó en el umbral de la puerta. Mamá hablaba bajito con la vecina en un rincón, después nos fuimos a nuestra cocina. Mamá nos sirvió un plato con sopa; mi hermano con la espalda encorvada y la cabeza gacha la ignoraba, yo la revolvía con la cuchara. Llegaron los tíos, nos dieron un beso acariciándonos la cabeza. Mamá dijo: “Bueno, si no la van a tomar vayan a acostarse y apaguen la luz”. Ellos se quedaron murmurando, y escuché que mamá dijo: “Murió…” -y supe qué era urgencia.
A mamá la empezamos a ver poco, comenzó trabajar como secretaria, llegaba tarde y la traía un auto importante. Ella los sábados arreglaba las dos salas, dejaba comida preparada, se vestía linda y salía. No nos dejaba despedirla en la vereda, pero yo me trepaba a una silla, miraba por la ventana y veía como paraba un auto importante. Un brazo con saco y camisa de gemelos le abría la puerta desde adentro, ella subía y partían. En su ausencia mi hermano no hablaba, yo pasaba el tiempo en el patio del inquilinato saltando la soga y conversando con los vecinos atenta al regreso de mamá. Por la noche me acostaba sola en la cama grande. El domingo a la tardecita ella llegaba con regalos para los dos. Una vez le pregunté por qué los de mi hermano eran más importantes que los míos y me contestó: “No ves lo triste que está, tenés que comprender”. Nunca pude comprender cómo se miden los sentimientos.
Según mamá yo era atolondrada, de carácter demoledor. Dieciocho años tenía cuando terminé la escuela secundaria con los ausentes y aplazos necesarios para comprender que el estudio no era lo mío.
Llegué en mayo con mi obra en telas enrolladas, un bolso con la ropa necesaria, algunas palabras y frases en francés, contactos y recomendaciones que había logrado en Buenos Aires.
Comencé a convivir con la indiferencia de los parisinos, a contactar galeristas con poco éxito y buscando trabajo para sobrevivir. Pasaron varios meses y el único logro era lavar platos en un café de Montmartre y terminar con la limpieza después de la hora del cierre. Solo un día libre a la semana tenía para lograr mi objetivo. Ese día subí la empinada calle hasta encontrar la dirección. Una vieja puerta de madera con restos de pintura separaba el afuera del adentro. Tomé la pesada aldaba de hierro y la sostuve un espacio, un espacio de tiempo antes de soltarla y romper por un instante la voz de Nina Simone que se escapaba al afuera desgranando un blue sostenido por los acordes de un piano, y la seguí escuchando hasta que ella abrió la puerta. Se amplió el sonido, el espacio y algo dentro de mí. “Buenas tardes, pasa, pasa”, dijo en español. Su mano tibia se apoyó en mi espalda impulsando mi andar. -Merci – contesté, y me escuché provinciana. Desde la doble altura los ventanales derramaban luz sobre obras colgadas, otras superpuestas y apoyadas contra las paredes junto a bastidores de madera. Avancé con el rollo de mis telas hacia el centro del espacio. Dos viejos sillones, uno de cuero ajado, el otro cubierto con una manta y un gato que dejó de dormir para observarme con sus ojos amarillos; era todo lo que habitaba en el lugar. Ella se dirigió a un rincón, bajó el volumen de la música y volvió hacia donde yo estaba. Nos sentamos.
Al lado de Jeannette volví a pintar, crecí y mi obra se hizo conocida. Pasado un tiempo me convocaron a una muestra en Nueva York. Jeannette me despidió en el aeropuerto. Era la primera vez que nos separábamos. Acunada en su abrazo, trasmitiéndome tibieza a través de la fina tela de su blusa me dijo: “Sin miedos, estarás a la altura de ese público, sin miedos, es tu mérito”.
Miro mi dedo, ya se ha formado una ampolla. El gato estirado sobre el sillón se ha vuelto a dormir.
París no sabe de letargos, pero mi vida es una larga siesta desde aquel día en Nueva York cuando alguien con el teléfono en la mano me dijo: “Atienda, es de París para usted y dicen que es una urgencia”.
Mayo de 2019
Buenos Aires.
veoleo42@gmail.com
Excelente cuento Marta!!! lo estaba esperando con ansiedad!!! estamos felices de tenerte en Atrapados!!!! felicitaciones y éxitos amiga!!!
ResponderBorrarGracias Laura por lo que sumas a cada publicación
BorrarVidas! hermoso cuento
ResponderBorrarGracias hija! todas diferentes, todas y maravillosas de se vividas.
BorrarMarta , un cuento , donde la protagonista recuerda las experiencias en las distintas etapas de su vida . Un excelente relato bien narrado , con un lenguaje sobrio , donde a través de escenas retrospectivas, vamos conociendo las vivencias de la protagonista, sus pasiones y sueños . Todo los recuerdos que van dejando su huella de pena y dolor.
ResponderBorrarGracias Marta , por confiar en Atrapados para la publicación de tus cuentos. Tus fotos, acompañan adecuadamente al texto. Felicidades amiga!!!!
Agradezco tu devolución minuciosa y sensible... y el espacio por ustedes dado.
ResponderBorrarMe encanta este relato de hecho de diferentes pinturas, la de la infancia, la del viaje, la del encuentro personal! Fantástico!
ResponderBorrarGracias hija por estar!!!
BorrarMarta me encantó esta nueva entrega, nos ha regalado un cuento atrapante, que nos hizo viajar en el tiempo con cada evento revivido por el personaje en sus sueños y recuerdos, dejando metáforas sueltas librada a nuestra imaginación. Felicitaciones amiga!! Estamos felices de compartir este proyecto contigo!! Besos
ResponderBorrarLuisiana, que bonito es sentirse acompañada en estos desafíos, a vos por tus palabras, un estímulo, y a las tres por este espacio mágico que da vuelo a mis cuentos.
BorrarMarta, bellísimo! Poder de síntesis llevado al límite, en cada escena, sin perder un ápice de narración y atmósferas. Creíble, sobriamente descarnado. Otro!
ResponderBorrarGracias por tanto.
BorrarCuando escribir no es un ritual, manifiesta un saber hacer con la letra. En este texto hay una muestra lograda de ello.
ResponderBorrarAl dicho se agrega la transmisión de un sentido trágico de la vida, necesariamente recorrido por hallazgos y pérdidas inevitables. Se descubre que cada humano asume un estado de orfandad, en soledad ante la vida y la muerte. Pero allí hay oportunidad de hacerse un nombre, un lugar y un destino; en este caso a través del arte.