Cuentos y relatos presenta:
"Historias dulces color de rosa"
Basado en una historia real.
MARCELO COLUSSI
"Hambre de amor"
Editorial Atrapados por la Imagen, es un espacio gratuito dedicado a difundir:
¡El arte de todos!
Imagen libre de la web |
"Hambre de amor"
Antonio Bressani, el joven antropólogo graduado con honores en Milán, lo pensó una y mil veces antes de tomar la decisión. Finalmente, aceptó: formaría parte de la expedición al Amazonas peruano que estaba organizando la universidad. Sólo imaginarse ese destino lo fascinaba; poder concretarlo, ni se diga.
Aunque no dejaba de preocuparlo también, pues la fiereza del grupo mawambi que visitarían, lo tenía algo consternado. ¿Caníbales? No lo podía creer. ¿Caníbales en el siglo XX?
Era la primera vez que visitaría una selva.
Se defendía aceptablemente en portugués (tendrían que remontar el río Amazonas desde Brasil) y en español (el pueblo a investigar estaba en territorio peruano, y aunque muy poco, algo hablaban en lengua española). Del mawambi, el idioma del grupo con el que estarían conviviendo por espacio de cuatro meses en lo profundo de la jungla, apenas si conocía los rudimentos básicos. Como todo el grupo de antropólogos italianos, lo terminaría de aprender con el pueblo originario en su contacto directo.
Fue llegar a la selva y quedar hipnotizado. Las incomodidades prácticas del viaje ya en terreno, no le preocuparon; la belleza de lo que estaba conociendo le pareció infinitamente más importante. En varias ocasiones pasó largas horas solo, en silencio, contemplando extasiado el follaje. Ese espectáculo se le hacía sobrecogedor. Parecía hipnotizado.
La universidad de Lima había hecho los arreglos del caso y, traductor mediante, más cuatro antropólogos peruanos que se sumaron al grupo, a los ocho antropólogos italianos, no le resultó especialmente difícil establecer contacto con los mawambi.
En realidad, había más mito que verdad en lo que se decía de este pueblo; no eran antropófagos en sentido estricto sino que tenían ciertas prácticas con contenidos más o menos cercanos a la antropofagia. Básicamente comían los huesos de los muertos, años después de enterrados, y una vez que los tejidos blandos habían desaparecido, molidos y mezclados con hierbas afrodisíacas. Había alguna información también, no confirmada por los antropólogos citadinos de Perú y por algunos estadounidenses que habían estu-diado esta etnia, que en determinadas ocasiones tenían prácticas caníbales con los enemigos derrotados. Por lo pronto algunos miembros, sólo algunos, solían llevar algún hueso humano colgado como atavío. Antonio, ante todo eso, además de aterrarse, quedaba cautivado.
Fue verla y quedar más cautivado aún que con la espesura de la vegetación. Estaba semidesnuda, al menos para la usanza italiana u occidental, aunque llevaba una indumentaria que, en todo caso, realzaba más lo erótico, ocultando más de lo que permitía ver. Vestía una falda de una rústica tela anaranjada brillante y un collar de huesos, extraños huesos, de variadas formas que, le daba un par de vueltas al cuello ocultándole a medias, los nacientes, pero ya bastante bien desarrollados pechos. Tenía 14 años. Se miraron y se sonrieron.
Awamble-puri, “Hija de la luna” en mawambi, era la hija del jefe principal. La última hija, la más pequeña, nacida cuando ya los padres no pensaban tener más descendencia. Por tanto, era la consentida, la especialmente mimada entre los once hermanos. En una mezcla de idiomas, más con gestos que con palabras, se comenzaron a comunicar. Para Awamble-puri hubo también algo de flechazo. Antonio, entre los italianos al menos, no era precisamente el más apuesto ejemplar: algo encorvado, de una delgadez extrema y aspecto desgarbado, lentes con un anticuado y pesado marco de carey negro, algo de acné juvenil , pese a sus 28 años, y una expresión de eterno despiste. Su figura distaba mucho de aquella del amante latino a la que, el cine de su país tenía acostumbrado al público con ese estereotipo. Pero para una muchacha casadera de un grupo indígena en las profundidades de la selva amazónica, un varón de piel tan blanca, cabellos amarillos y ojos color verde era una novedad absoluta.
Sin poder explicar cómo, se enamoraron.
En realidad, ninguno de los dos tenía mucho que explicar: el amor es así, no repara en detalles, etnias ni costumbres. Se enamoraron, aunque ello pueda parecer raro, y punto.
A los compañeros de Antonio, les resultó algo extravagante el hecho. Más que nada, fueron bromas las que surgieron, siempre con el ánimo de festejar la noticia. Pero por el otro lado, para la familia de Awamble-puri, la situación no era un simple detalle, tenía el valor de problema comunitario. Por lo pronto, todo el grupo se reunió en consejo especial de emergencia, sin convocar a los visitantes italianos. Incluso no era un pequeño problema, una cuestión práctica menor, era algo que tocaba los cimientos mismos de su cultura. Se debatía sobre si un miembro del grupo debía cruzarse con un extraño tan feo, por lo demás, según sus criterios estéticos, como Antonio. El debate tomó largas horas. Finalmente la tribu decidió asentir la unión. Solemnemente, el padre de Awamble-puri se acercó al italiano, y ante su asombro, lo abrazó. Antonio sólo comprendió que lo felicitaba, sin captar exactamente el porqué. Pero luego, cuando ya todos, primero el consejo de ancianos, luego sus futuros cuñados y por último los demás miembros masculinos del grupo lo continuaban abrazando con rostros felices, entendió: ¡ya se podían casar!
Y se casaron.
No sin discusiones, con otras nuevas interminables reuniones secretas del grupo mawambi, finalmente la tribu , los varones ante todo, la opinión de Awamble-puri no parecía contar mucho en esto, decidió sobre la propuesta de Antonio. Los recién casados podían viajar a la tierra del forastero. Es decir: se irían a vivir a Italia.
Los otros siete antropólogos italianos, más los cuatro peruanos que constituían el grupo investigador original, ya se habían marchado hacía varios meses. Awamble-puri y Antonio pasaron varias lunas hasta que decidieron irse, o mejor dicho, hasta que consiguieron la autorización para hacerlo.
Y se fueron.
Ya en Italia, para la muchacha todo resultó un cambio tremendo. Joven e inteligente como era, no le costó mucho aprender rápidamente un italiano básico que le permitía moverse con relativa soltura. Entre ellos dos se comunicaban parte en italiano, parte en mawambi. De todos modos, pese al amor enorme que los unía y a los esfuerzos inmensos que hacía Antonio para ayudarla en su proceso de inserción, el trasplante no le fue en absoluto fácil. Tuvo que aprender casi todo de nuevo; la vida en una gran ciudad como Milán, con gente nueva, en un contexto cultural tan radicalmente distinto, se le tornó agobiante. Sólo el inconmensurable amor que se profesaban logró retener a Awamble-puri en Italia.
Y así llegó el primer hijo.
Pasquale nació sano y robusto. Eso llenó de alegría al padre, pero no tanto a la madre. Los primeros tiempos Awamble-puri encontró en su recién nacido el motivo que más o menos la animó. Sin embargo, pasados unos pocos meses, la tristeza volvió a invadirla. Y esta vez nada logró moverla de ese estado. Regalos, paseos, promesas, cariños renovados, y ni siquiera el pequeño Pasquale, fueron suficientes para animarla. Sumida en una profunda nostalgia que la tenía postrada todo el día, finalmente Awamble-puri, con el más hondo dolor del alma, decidió volver a su tribu en la Amazonia.
Más grande aún fue el dolor de Antonio. Él no quería retornar a la selva, su vida estaba en la universidad, en Milán. El libro que estaba por publicarse sintetizando el trabajo antropológico desarrollado en el Perú. “Entre árboles, pantanos y esperanzas” llevaría por título, y él aparecía como colaborador principal, no logró disiparle la melancolía profunda que también lo había invadido. La llegada del hijo sólo en muy pequeña medida, lo lograba sacar de ese estado.
En principio habían pensado que Antonio acompañaría a Awamble-puri hasta Lima, y de allí a Iquitos, donde ella, con ayuda de gente de la zona, llegaría por sus propios medios a su tribu. El niño quedaría con el padre en Italia. Así lo decidieron.
Llegado el momento de la partida, Antonio no pudo resistir el dolor y cambió de parecer. No aguantaba acompañarla hasta Perú, por lo que la despidió en el aeropuerto de Milán, con un beso apasionado “para todo un siglo”, según le dijo en italiano.
Ambos lloraron desconsoladamente. Luego, como siempre, el tiempo va cerrando, al menos un poco, las heridas. Aunque nunca del todo. De todos modos, para ambos la vida siguió su curso. Awamble-puri pudo rehacerse más rápidamente. Con algunas pequeñas dificultades que fue resolviendo sobre la marcha sin mayores sobresaltos, llegó de regreso a su hogar. Luego de la tremenda sorpresa inicial, fueron seis días de celebraciones para darle la bienvenida, en una confusa mezcla de alegría por el retorno, llanto por el fracaso, vergüenza y cólera por la deshonra. Nada se podía hacer con respecto a Antonio y al niño, que habían quedado en el otro extremo del mundo. Sólo evo-carlos, con tristeza, con odio, pocas veces con dulzura.
Para Antonio, la separación fue infinitamente más traumática. Tres semanas después de la partida de Awamble-puri, en un rapto de emotividad, sin consultarlo con nadie y dejando el niño al cuidado de su madre, salió de forma abrupta hacia Perú. La misión que se había impuesto era traer nuevamente a su esposa hacia Italia, con la renovada promesa de que ahora las cosas serían distintas. La idea de otro hijo pensó que podría motivarla, y eventualmente, unirlos más.
Tras varias peripecias prácticas, una tarde de torrencial lluvia tropical llegó, solo, al poblado mawambi. La sorpresa fue mayúscula.
Nunca quedó claro cómo fueron exactamente los acontecimientos. Para un desprevenido y prejuicioso observador occidental sería muy fácil decir que “los aborígenes se lo comieron”. La situación fue mucho más compleja. Seguramente como parte de alguna, al menos para nosotros, incomprensible práctica cultural mawambi, los varones de la tribu, luego de someterlo a un penoso juicio, le dieron muerte, luego de lo cual las mujeres pudieron ver el cadáver, y sólo después, cuando ya estaba trozado convenientemente, Awamble-puri fue llamada y convocada a comer el trozo que le ofrecían. Ella nunca supo qué pedazo de Antonio fue el que se comió (cocinado, vale aclarar). Al hacerlo sintió una rara combinación de sentimientos,pero fundamentalmente, venganza que hacía justicia.
Un pequeño hueso del pie, una falange del dedo gordo más precisamente, fue agregado a su collar, que sigue luciendo altiva en su mundo, esa selva que la vio nacer y crecer como hija de un soberano.
En Italia Pasquale nunca supo el final de esa historia, más aún, nunca supo nada de su madre. Sus abuelos silenciaron los hechos, y el muchachito creció convencido de otra versión, la que le inventaron, mucho más suave. Ahora es músico. Más exactamente, etnomusicólogo, y ¿astucias de la razón?, ¿ironías del destino? está por viajar al Amazonas para estudiar en el terreno, la música de los pueblos mawambi, en las profundidades de la selva peruana.
©MARCELO COLUSSI
"Historias dulces color de rosa"
Guatemala
Agradecemos a todos nuestros amigos, lectores y seguidores, por sus visitas y valoraciones.
Afectuosamente...
Administración de Atrapados por la Imagen.
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Marcelo, qué terrible e injusto final el de Antonio Bressan.... "Ella nunca supo qué pedazo de Antonio fue el que se comió (cocinado, vale aclarar). Al hacerlo sintió una rara combinación de sentimientos, pero fundamentalmente, venganza que hacía justicia." -PERO NOOOOO!! Es tremendo!!- esta escena me hizo recordar a "El Cocinero, su mujer y su amante". ¡Admito que tu relato, logró ponerme nerviosa, mucho más al saber que está basado en una historia real!!! ¡Excelente desde todos los puntos de vista!!! Felicitaciones querido amigo!!! Te deseo muchos éxitos!!!
ResponderBorrarSi logra despertar sentimientos en quien los lee, significa que el relato no está tan mal escrito entonces. ¡Buena noticia la que me das, Laura! Muchas gracias.
BorrarMarcelo, una historia de amor muy bien narrada por vos, donde el contexto cultural tan diferente de los protagonistas, lleva a un final trágico y angustiante. Gracias amigo por esta nueva entrega, te deseo muchos éxitos.!!
ResponderBorrarMuchas gracias. Saludos
ResponderBorrarNarrado con intensidad la ventura, elamor y la tragedia están presentes en el devenir de los protagonistas.
ResponderBorrarLa estirpe puede más que el ocultamiento y quizás en la música Pasquale encuentre respuestas para cerrar su historia .
Marcelo, estoy segura de que esta historia no termina aquí.
Felicitaciones!
Bueno.... estas historias, en realidad, nunca terminan. Es quien la lee quien puede ponerles fin.
BorrarUn relato intenso y conmovedor. Excelente trabajo al plasmar las complejidades del amor y la vida humana en contextos tan dispares. Éxitos, Marcelo. Muchas gracias por esta nueva entrega!!
ResponderBorrarMuchas gracias a vos, Luisiana, por tener la valentía de aguantar hasta el final del relato.
BorrarMarcelo, escalofriante cuento, tan bien narrado, tan descriptivo, tan cruel...Yo pensaba que el amor todo lo podía, pero pensando en esta u otras tribus, cabe la pregunta: pueden ser más fuerte las costumbres , la idiosincrasia, que el amor...? FELICITACIONES i GRACIAS!!
ResponderBorrarEl amor, el amor.... tema complejo ¿no? ¿Alguien tendrá la respuesta exacta?
ResponderBorrarNo pocas veces, radicarse en otro país (emigrar) es fácil: no lo es adaptarse a otra sociedad, a otro contexto y a otras "reglas de juego". Aún entre países de un mismo continente. Cuando el cambio es radical, de una aldea de la selva amazónica a una sólida ciudad europea la adaptación es más compleja. "¡Pero el amor todo lo puede!" , no lo sé. De lo que estoy convencido es que si el costo es renunciamientos, nostalgias imborrables, humillaciones, etc. el amor no garantiza la felicidad y la infelicidad genera resentimientos y éstos destruyen el amor. El caso que nos presenta Marcelo Colussi lo describe a la perfección: "Al hacerlo sintió una rara combinación de sentimientos,pero fundamentalmente, venganza que hacía justicia." Awamble-puri no era una india traída de la selva a Milán, era la altiva hija de un soberano del Amazonas Peruano.
ResponderBorrar¿Y si uno de los límites del Amor, fuese la Dignidad?
El Amor no lo puede todo. ¿Quién dijo tamaña estupidez? El amor funciona siempre con cuentagotas. Es fabuloso.... pero no puede pasar del cuentagotas.
Borrarwow Marcelo que historia fuerte, existe el vuelo del águila y el de la paloma.....pueden volar un momento juntos, pero cada cual necesita volver a su rango. Extraordinario relato, amorosamente cruel!!! Gracias!!!!!
ResponderBorrarMuchas gracias Susi. Un abrazote.
ResponderBorrarExcelente narrativa
ResponderBorrarCoincido en que el hilo principal es venganza que hace justicia.
El enigma planteado es sobre la ofensa cuya existencia la venganza revela, antecedida por una tristeza insondable que también hunde sus raíces más allá del amor, la maternidad y el destierro