Cuentos y Relatos Presenta a . . .
Marcelo Colussi
"Artista de Atrapados por la Imagen"
en...
"El sombrero rojo"
Cuento perteneciente a su libro:
"Cuentos Filosóficos o El lupanar de París"
"El Sombrero Rojo"
Un martes por la tarde en aquel
lejano 1940 llegó al pueblo. Hacía mucho calor, y el polvo del camino se le
había pegado al cuerpo con la transpiración.
Buscó algún hotel con la
esperanza de poder darse una ducha y refrescarse un poco. El calor y la
suciedad lo tenían desesperado. Pero después de dos búsquedas infructuosas, en
el tercer hotel que visitó y donde sí encontró habitación, no había agua.
Se resignó: seguiría sucio. Al
menos, ya tenía dónde pasar la noche. En compensación, tomaría algo fresco. Fue
al bar contiguo a la pensión y pidió cerveza bien helada. Para aumentar su
disgusto le dijeron que desde un día atrás estaba cortada la energía eléctrica,
y que en todo caso podían ofrecerle cerveza a temperatura ambiente con cubitos
de hielo. Le pareció espantoso, pero no habiendo otra cosa…, aceptó.
La llegada al pequeño pueblo no
había sido muy triunfal precisamente. No esperaba un recibimiento apoteósico,
por cierto. Pero sí algo más de gratificaciones. Sucio, empapado de sudor y
polvoso, tomando cerveza tibia enfriada con trocitos de hielo –parecía orín,
pensó– y molesto por la falta de electricidad, ese día prefirió acostarse lo
más pronto posible. Mañana quizá las cosas irían mejor.
El miércoles despertó con
energía. Como siempre, alegre ante cualquier adversidad, su proverbial
esperanza volvía a renacer. Pensó cómo haría la campaña publicitaria.
Megáfono en mano, a bordo de su
destartalado Ford modelo 28 y siempre con su infaltable sombrerito rojo,
comenzó a rodar por las polvorientas calles anunciando el evento.
“¡Este domingo, después de
misa de diez, en la plaza central del pueblo, no se pierda la espectacular
presentación del Gran Dioso!”
Lo llamativo del anuncio
concitó la atención. Los rumores comenzaron a propalarse.
Esa tarde, de un calor
insoportable y sol rajante, después de la siesta volvió a salir con su vehículo
redoblando la invitación. “¡No se lo pierda: este domingo, después de misa
de diez, la extraordinaria presentación del nunca visto Gran Dioso!”
Nadie sabía exactamente de qué se trataba. Lo curioso del nombre atraía tanto como lo insólito de la oferta: ¿qué sería lo que haría este tipo?
Una vez más, el jueves por la mañana salió a anunciar la
función. Los corrillos en el pueblo no paraban. Lo habían bautizado “El del
sombrerito rojo”, porque eso era lo más llamativo de su figura. En realidad, no
tenía nada de particular, de grandioso, más allá del provocativo nombre.
Gordito, de baja estatura, cara inexpresiva y piernas arqueadas, su aspecto no
era muy atlético. No tenía nada que llamara la atención como personaje de
circo. En todo caso, parecía más un viajante llegado al pueblo a ofrecer
productos cosméticos, o ropa, o quizá medicinas. Fuera de su particular
sombrero, nada en él provocaba asombro.
Aunque sí lo
provocaba, lo que venía anunciando.
Tanto asombro
provocaba que ese mismo jueves, al mediodía, fue visitado por el alcalde y el
jefe de policía, junto a dos agentes, en el restaurante donde se había sentado
a almorzar. La conversación fue amable, aunque para las autoridades del pueblo
no sirvió mucho como aclaración. No quedó claro exactamente en qué consistiría
el espectáculo ofrecido. Lo único que lograron, cosa que los tranquilizó
bastante, fue arreglar que un cuarto de lo recaudado quedaría para la
municipalidad.
En realidad
nadie sabía si era legal o no poder cobrar entrada para un espectáculo público
en la plaza. De todos modos ni el alcalde ni el comisario se opusieron al cobro
de una entrada, dado que parte de esa recaudación volvería al pueblo. Bueno, al
menos… eso prometió dar el forastero, y nadie supervisaría el hecho, por lo que…
una sonrisa picaresca iluminó la cara de ambos funcionarios.
Prometieron
que le facilitarían las cosas, y para el domingo se dispondrían bastantes
sillas en la plaza, para que se acomodara una buena cantidad de público. La
propuesta no pareció entusiasmarle demasiado al Gran Dioso, pero tampoco se
opuso. Amigablemente se separaron, y nuestro héroe, después de una rápida
siesta, volvió a su campaña promocional.
Ese jueves, y
también el viernes por la mañana, continuó con la misma prédica, anunciando que
el domingo sería el “gran espectáculo”, pero sin dar detalles de, en qué
consistía. Recién el viernes a la tarde comenzó a develarse el misterio. La
gente del pueblo quedó boquiabierta.
“El domingo
por la mañana, después de misa de diez, el Gran Dioso se disparará una bala de
cañón ante todo el público. ¡El Gran Dioso no tiene miedo a nada, ni siquiera a
los cañones!”
La población no sabía cómo reaccionar, si eso era una broma de mal gusto, una provocación, la invitación a la más arriesgada prueba de circo nunca vista, o simplemente la locura de un chiflado que había aterrizado por ese pueblo. Se empezaron a tejer las más diversas –y disparatadas– conjeturas. Rápidamente, el visitante fue rebautizado como “el loco del sombrero rojo”.
El sábado por la tarde el clima humano del pueblo era una
mezcla rara de furor, fascinación y cierto toque de miedo. Nadie entendía a
ciencia cierta de qué se trataba todo esto. El alcalde y el jefe de policía,
consultados insistentemente sabiendo que se habían entrevistado con el
forastero –por lo que, se suponía, debían estar mejor informados– no dieron
ninguna pista concreta sobre lo que estaba en juego. No la dieron, porque
simplemente no sabían de qué se trataba todo.
El domingo por
la mañana el pueblo despertó en un verdadero estado de ansiedad generalizado,
de conmoción. Había llegado gente de pueblos vecinos incluso, enterada ya del
magno evento. En la misa de diez, el cura párroco hizo alguna alusión al hecho.
No lo alabó, pero tampoco lo fustigó. Indirectamente invitaba a la feligresía a
asistir a la plaza. La curiosidad general se desbordaba.
A las once de
la mañana, bajo un sol rajante, todo estaba listo para el esperado espectáculo.
El Gran Dioso, muy temprano, antes de misa de seis, había colocado un pequeño
escenario con un cañón de espaldas al público, apuntando hacia una silla donde
él se sentaría, la cual sí, miraba a la concurrencia. Para su sorpresa, el
alcalde había mandado a colocar infinidad de bancas mirando hacia la silla
donde se sentaría el actor principal. Entre la silla destinada al Gran Dioso y
el cañón –una antigua pieza de artillería de fines del siglo XIX– mediaban
varios metros de mecha.
Empleados de
la Alcaldía municipal se encargaron de cobrar la entrada. Toda la plaza había
sido rodeada con lazos, y estaba custodiada por policías. 25 centavos por
asistente, para varios miles que se agolparon, hacían una recaudación más que
considerable.
El Gran Dioso,
pasadas las once, apareció en escena. Siempre con su infaltable sombrero rojo,
una pulcra camisa blanca, pantalón negro y zapatos prolijamente lustrados, con
su inexpresiva cara recién afeitada se dirigió con parsimonia hacia la silla
que le estaba reservada. El silencio se hizo sepulcral. Todas las miradas
estaban concentradas en su persona.
Sin mediar
palabra, encendió la punta de la mecha; la llama comenzó a correr hacia el
cañón. La multitud contenía la respiración. Hasta el viento y los pájaros
parecían haberse puesto de acuerdo en no hacer ningún ruido. Todo era una tensa
espera.
La llama avanzó sobre la mecha, y en pocos segundos la misma se consumió por completo. De pronto, se produjo una gran explosión. ¡Bum!... y un denso humo cubrió la escena… Nadie pronunció una palabra…. Hasta que algún niño, ya aburrido, comenzó a marcharse, seguramente por no entender lo que estaba pasando.
Del Gran Dioso nadie vio nunca ni una uña. El sombrero rojo ahora lo usa, a veces, el hijo del alcalde, en general los días festivos. Eso fue lo único que se encontró. El Fordcito y el cañón fueron a parar a un depósito municipal, y allí siguen oxidándose a la intemperie.
Todos los Derechos de Autor y Propiedad Intelectual, pertenecen a:
©Marcelo Colussi
tercera entrega de su libro:
CUENTOS FILOSÓFICOS
o
"El lupanar de París"
Guatemala
Año 2018
Agradecemos a todos nuestros amigos, lectores y seguidores, por sus visitas y valoraciones.
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Marcelo Colussi nos lleva de paseo, gracias a su escritura mágica, por los rincones de un pueblo lejano, un poco aburrido... quizás, sin demasiadas expectativas ni de presente ni de futuro, hasta la aparición del gran Dioso gritando... “El domingo por la mañana, después de misa de diez, el Gran Dioso se disparará una bala de cañón ante todo el público. ¡El Gran Dioso no tiene miedo a nada, ni siquiera a los cañones!” ... Llegado el día, el gran Dioso, cumplió su promesa, el gran cañón apuntó sobre él y desapareció delante de los ojos del público, sin poder explicar qué sucedió! ¿"Magia" ? ¿O tan solo se trató de un engaño? ¿Tan fáciles seremos de engañar? ¡Cuántos interrogantes! ¡Mientras vamos recogiendo tantísimos sombreros rojos! ¡Felicitaciones por este fantástico relato! ¡Vamos por mucho más!
ResponderBorrar¿Y dónde fue a parar el tal Gran Dioso? Raro, ¿verdad? ¿Realismo mágico?
ResponderBorrarEl gran Dioso, hoy podría ser la verdad,
BorrarPor supuesto: ¡podría!
BorrarDetrás de una cortina de humo es frecuente que se agazape la trampa y el común sea estafado.
ResponderBorrar(El común, me refiero al ciudadano)
Muy bueno
Difícil decirlo ¿verdad? ¿Fue una estafa la de este raro personaje? ¿Un chiste de mal gusto? ¿O todo el cuento es solo una metáfora?
ResponderBorrarCómo metáfora de la realidad cotidiana
BorrarMarta Leonor vPuey
BorrarMarcelo, felicitaciones!! Un cuento que remite a todas las características del fantástico puro. Los lectores tenemos esa ambigüedad de no saber, realmente el final, de no poder decidirnos por algo real o irreal. Sinceramente, este Gran Dioso, era "grandioso". Nos lleva a la incertidumbre de pensar: ¿Engañó a todos y se fue con el dinero? ¿Era una especie de Houdini que pudo burlas al poder? Creo que llegó a un pueblo abúlico y logró despertarlo, al menos por una semana, aunque luego siguiera de la misma manera. Me gustó mucho, tal vez, muchas ciudades necesitemos de un Gran Dioso para despertar...
ResponderBorrarLa verdad es que nunca pude saber qué sucedió realmente con el personaje de marras. Tuve ocasión de ver el famoso sombrero rojo, pero no me atreví a ponérmelo. En fin... cosas de la vida.
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