ATRAPADOS POR LA IMAGEN
Cuentos y Relatos Presenta a...
Mario Kelman
"Artista de Atrapados por la Imagen"
en...
"Crónica de una carrera"
Relato basado, en una historia real.
TRABAJO INÉDITO
EDITORIAL ATRAPADOS POR LA IMAGEN
RL-2022-18030193-APN-DNDA#MJ
REGISTRO DE PROPIEDAD INTELECTUAL
EDITORIAL ATRAPADOS POR LA IMAGEN
"Crónica de una carrera"
MARIO KELMAN
PH: LAURA JAKULIS
La tarde es propicia para un paseo por la ciudad.
La claridad del atardecer atenúa el brillo de los colores, otorgando a las superficies un reflejo con textura otoñal y satinada.
La tierra conserva el césped verde seco, aunque raleado por la aridez estacional, pero compensada por multitudes de hojarascas crujientes que se deslizan en remolinos encrespados por el soplo de una brisa morosa.
¡Cuánta simpleza y cuánta magia hay en el encuentro fugaz del viento con las hojas secas! Para el lector desaprensivo se trata de una vulgata de otoño.
Pero si se dedica un poco de tiempo y observación, se capta fácilmente que no es un hecho corriente.
El viento juega, se arremolina, va y viene siguiendo los compases de una música inaudible y de notas invisibles.
Las hojas hacen su parte, mecidas plácidamente por el vaivén, realizan la coreografía de una danza secreta.
¡Cuánta belleza en la naturaleza!
Las gentes de la ciudad se reúnen en la gramilla, formando tribus dispersas en torno a lonas y manteles, con abundantes manjares y bebidas. Buscan un hálito de paz y algún cobijo cálido del sol, que asoma por sobre las nubes.
De pronto se disipa la apacible letanía del paisaje y estalla el movimiento furioso, veloz. El ruido atronador de los motores, encendidos y llevados al máximo de revoluciones, perfora el silencio. De tanto en tanto, se moderan para retomar el ritmo avasallante y embriagador.
Los conductores parecen bultos fundidos sobre las motos, deslizándose sobre un óvalo plateado que serpentea alternando rectas y curvas de diseño inverosímil, que obligan a aminorar y acelerar. Rebajes, rectas y embestidas para pasar rivales o aguardar el momento de un sorpasso audaz, que enfervorice a las multitudes aullantes y contagiadas por el vértigo.
El público se pone de pié. Contemplan el paso raudo de una fila de bólidos ululantes en el moderno circo romano. Uno y otro, y otro y otro…
Al espectáculo dado a ver, se le agrega la mirada.
La televisión ha hecho sus progresos también y todo se muestra, sin pliegues ni opacidades, tal como reflejan grandes pantallas que soportan una profusión de imágenes que se suceden con la misma velocidad.
Han organizado un sistema con infinidad de cámaras. Ojos electrónicos que enfocan el circuito, cada curva y cada recta, a la entrada y a la salida. Cámaras en el chasis de cada vehículo y en los cascos de los conductores. Cámaras que muestran paisajes y la región, y un gran broche final con los drones que aportan su cuota desde la atalaya de los dioses.
El espectáculo es riguroso. Cada movimiento, cada rictus, la gota de sudor, los rostros deformados por el esfuerzo, las manos atenaceadas sobre los manubrios, los cuerpos inclinados y bamboleantes, y las sombras del vértigo.
Para el conductor todo parece a la inversa. La moto se siente inmóvil y eterna mientras las sombras y las luces del mundo pasan extrañamente a su lado, consumiendo el tiempo en una ráfaga interminable. El único indicio sensible de la diferencia, es una vibración sorda que atraviesa jinete y corcel metálico.
No obstante, la televisión es omnímoda. Su sed permite acceder a una imagen real que aplana la realidad y la convierte en contante mercancía presta a consumir de un modo que sea digerible, no exenta de excesos ni adicciones.
Los estímulos repentinos son necesarios para romper la monotonía y mantener la tensión del espectador. El estímulo del riesgo y del accidente, siempre en juego en la carrera real más allá de la meta y la coronación, respecto del fondo oculto de la muerte.
De pronto, lo inesperado ocurre. Un momento en que la vida cambia.
La curva parece desdibujarse con el derrape de los neumáticos, que lanza a la moto y al conductor en un vuelo al vacío, envuelto en una brillante luz blanca. La parábola se ejecuta en un movimiento lento, cada vez más lento hasta quedar suspendido en la vacuidad.
En ese momento detenido, los recuerdos se agolpan, las escenas se suceden y la historia se despliega como una película, en un instante que comprende toda una vida.
La intensidad de la angustia proviene de la búsqueda de una respuesta sobre lo ocurrido. ¿Cómo se llega a esto?
Se presenta la imagen de un niño arrullado por padres que alientan y llaman a continuar un linaje de una familia-estirpe de corredores.
La épica del héroe que se consagra a extender el legado familiar ante un Ideal excesivo y las miradas de ancestros que lo quieren en un podio con la corona de laureles.
La velocidad está en la sangre y no hay límites. ¿Una vida sin límites? ¿Una vida sin lugar?
¿Una vida que pierde su naturaleza?
La velocidad se transmite en los movimientos del cuerpo y hasta en la aceleración con que se habla. La hiperactividad no permite estar quieto. No permite estar ni establecerse. Pasajero fugaz y efímero de la existencia en el mundo en la más absoluta soledad.
Dolor apenas compensado por la satisfacción del triunfo. ¿Triunfo de quién?
Pero la escena del triunfo es apenas un velo que disimula una verdad atroz.
Tras el velo, la verdad es la tentación.
Tentación con el desafío.
El desafío del corredor es acelerar más y más…
El desafío de embarcarse en una prueba de fuerza, acercándose al límite, siempre faltando algo… aún.
La atracción reside en el vértigo, el acortamiento de la distancia con el fin.
Permanecer allí, pujando por mantenerse apenas en la vida, acercándose fascinado con la muerte, hasta casi sentirla. Casi… sin llegar.
Cuando se asiente a esta tentación, se desactiva la causa.
El desafío sustituye la causa propia en procura de una satisfacción mortífera ante lo sin límites, que se consuma en el mejor de los casos, con una errancia a pérdida.
He allí el testimonio de lo que no capturan las cámaras ni se refleja en la imagen de la pantalla. Pareciera una burla costosa a la tecnología.
El hallazgo de una dimensión que humaniza la existencia en un instante de vacuidad blanca y brillante, sustraída al espectáculo televisivo.
De pronto, otra vez el movimiento y el estrépito repentino.
Los cuerpos vuelven a tomar peso, se mueven en la gravedad terrestre y en los tiempos humanos.
La parábola del vuelo retoma su curso.
Se constituye un destino con un final imprevisible.
Todos los Derechos de Autor y Propiedad Intelectual, pertenecen a:
©Mario Kelman
Rosario - Argentina
ATRAPADOS POR LA IMAGEN
2024
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