lunes, 2 de noviembre de 2020

Editorial Online de Atrapados por la Imagen Presenta: Luis Fernando Somma en "Aldo, la muerte y una broma"












Queridos amigos, nos complace compartir una nueva obra literaria de Luis Fernando Somma, fotógrafo destacado de nuestra comunidad, quien meses atrás presentaba su obra inédita "Habitación 16", sumándose así  a la Editorial Online de Atrapados por la Imagen, Espacio Literario para nuevos autores. 

Hoy en esta nueva entrega presentamos un  relato, de su autoría, basado en hecho reales: 
Aldo, la muerte y una broma (Una historia real).

Agradecemos a todos por su constante apoyo y valoración.

¡¡Felicitaciones  y éxitos Fernando!!




Afectuosamente.

Tesi Salado
Luisiana Ayriwa
Laura Jakulis




Aldo, la muerte y una broma
(Una historia real)

Luis Fernando Somma

Mil novecientos setenta y cuatro. Martín y yo habíamos sido los dos últimos practicantes en entrar a la guardia del sábado. 
Apenas estábamos cursando el segundo año de medicina, pero ya queríamos ser un poco “doctores”. 
Un día nos presentamos al Médico Interno con la emoción de sentir que comenzábamos la verdadera carrera, la del contacto con el paciente.
Nos aceptaron, pero por ser los dos últimos en entrar, sufrimos las consecuencias de este hecho fortuito. Fuimos objeto de las bromas y asechanzas de todos los demás miembros de la guardia. 
El lugar preferido para todas las confabulaciones era, por supuesto, la morgue. Estaba ubicada en un viejo pabellón, a unos cien metros del comedor de la guardia y para llegar, había que atravesar terrenos que, de noche estaban totalmente oscuros.
Luego de unos meses, nos dijimos: esto no es justo. 
La mejor manera de resolverlo era hacer entrar a otro practicante, para que él fuera el “último”.  Así nos liberaríamos de esa condición, y al mismo tiempo podríamos hacerlo objeto de nuestras propias acciones.
Ya lo habíamos decidido: el candidato ideal era Aldo, amigo y compañero de estudios de toda la vida. 
Reacio a entrar como practicante a la guardia, nos dedicamos fervientemente a convencerlo durante semanas enteras. 
Su primer día tenía que ser especial. 
Con Martín teníamos todo preparado: primero le contaríamos sobre un cadáver no identificado que estaba en la morgue, como para interesarlo en el tema. Luego haríamos comentarios sobre el estado del “muerto” y que tenía puesto un par de medias azules. 
Y esperaríamos que Aldo nos pidiera ir a la morgue a verlo. Este último punto era fundamental para que no sospechara.
Así lo hicimos. 
Fuimos cumpliendo cada uno de los pasos previstos, hasta que siendo mas o menos las doce de la noche, Aldo me pidió ir a la morgue.
A esa hora Martín ya estaba acostado sobre la vieja mesa de mármol, cubierto por una sábana blanca y dejando sobresalir sus pies, con un par de medias azules.
Cruzamos los oscuros cincuenta metros que nos separaban de la morgue, comentando las características truculentas de un cadáver encontrado varios días después de su muerte.
Al llegar abrí la puerta y encendí la luz. Mientras parpadeaba el tubo fluorescente, Martín se incorporaba mordiendo la sábana que lo cubría, con sus ojos bien abiertos y emitiendo un gruñido fantasmal.
Ese instante fue terrible y memorable. 
Aldo retrocedió hasta chocar con la pared, mientras señalaba al “muerto” con su índice derecho y repetía en voz baja y lastimosa: está...está...está...!
Por un buen rato no pudo decir más y esa noche le tuvimos que dar valium para que pudiera dormir. Luego nos explicó que había querido decir “está vivo”, pero no pudo. Tampoco le había gustado la broma.
Qué insospechables e inasibles son los caminos del destino, la vida y la muerte, que nos rodean y envuelven, que vienen y van...!
Mil novecientos noventa y cuatro. El lugar, la misma morgue. Los protagonistas, los mismos: Aldo, Martín y yo.
Pero esta vez fue un sábado por la mañana. Aldo yacía en la misma mesa de mármol donde había estado Martín veinte años antes, muerto. Un absurdo accidente lo electrocutó en un instante.
Y nosotros allí, parados frente a él, deseando con toda el alma que fuera una broma, como la que le habíamos hecho en la guardia veinte años antes. Que ahora fuéramos nosotros los asustados, que nosotros tartamudeáramos aterrados mientras él riera a carcajadas.
Pero no lo era, la muerte nunca es broma.




Relato: Luis Fernando Somma



10 comentarios:

  1. Excelente relato Fernando, me atrapó desde el comienzo, con un final conmovedor hasta las lágrimas!!! Gracias por compartir tu obra y pasajes de tu vida!!!!

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  2. Tremendo! Pasé de la risa al estupor amargo de un final inesperado. Lindísimo cuento.

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  3. Fernando, un relato muy bien narrado que habla de circunstancias de la vida y... de la muerte. Un final que sorprende y emociona. Gracias amigo por confiar en Atrapados esta experiencia ,te deseamos éxitos. !!!

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  4. Relato asombroso que nos hace redimensionar el sentido del tiempo/espacio.

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