Cuentos y relatos presenta:
La Visita
Material inédito de:
Pedro Pablo Lilli
RL-2022-18030193-APN-DNDA#MJ REGISTRO DE EDITORIAL ATRAPADOS POR LA IMAGEN |
Editorial de Atrapadospor la Imagen,es un espacio dedicado a difundir:
¡¡El arte de todos!!
La Visita
—Colo, te espero a cenar en casa —dijo Fernanda por el celular—. No podés decir que no podés. Necesito hablarte. Es muy importante.
—¡Hola! ¡Vaya sorpresa! —fue mi primera reacción— ¿Pasó algo? —añadí, más curioso que extrañado.
—Esta noche te cuento. No traigas nada, tengo todo. Te espero a las 19:30. Un beso —y colgó sin agregar una sola palabra—. Sonreí deleitado; era su inconfundible estilo.
Terminé de bajar las escaleras y al llegar a mi auto, un Golf tres años viejo, noté que una de las ruedas traseras estaba totalmente desinflada. No tenía ganas de ponerme a reemplazarla por la de auxilio y, visto que ahí cerca había una gomería, decidí llevarlo a baja velocidad para no romper la cubierta. Mientras reparaban la pinchadura crucé al bar para resolver un almuerzo veloz: un sustancioso sándwich con pan árabe, agua gasificada y un café. Mientras comía pensé en la perentoria invitación a cenar. En una mesa no distante, un grupito de estudiantes secundarios bromeaba, en voz alta, alrededor de unos snacks y latas de Coca Cola. Me recordaron años lejanos, cuando con Fernanda compartíamos todo nuestro tiempo libre en el seno de la barra de amigos. Nuestra relación, muy a mi pesar, nunca pasó de una fraternal amistad, límite impuesto por ella, expresado siempre con gran cariño y firme determinación. En los últimos treinta años pasamos largos períodos sin vernos, hubo de ambos lados parejas y separaciones, cambios de ciudades, proyectos de vida y todos los etcéteras que ningún mortal puede eludir. Afortunadamente, por circunstancias fortuitas, nos habíamos reencontrado y reanudado la vieja costumbre de compartir con amigos, salidas y vicisitudes.
Llegué puntual a la cita, desobediente, con una botella de Extra Brut , una torta frutada y un pote de helado. Cuando abrió la puerta, me abrazó largamente, pegando su hermoso cuerpo al mío y al separarse exhaló un suspiro de alivio.
—¡Gracias por venir! Colo, te quiero.
Lucía un pantalón blanco muy ajustado, una camisola color beige y los cabellos con un corte jovial, fresco, de peluquería. Parecía una veinteañera.
—A tu lado parezco tu abuelo —bromeé.
—Gimnasio seis veces por semana, aquagym: dos, clases de salsa y merengue: una vez; bici todos los días —sonrió complacida mientras ponía al frío la torta y el helado en el congelador.
Había preparado una coqueta mesa para dos en el balcón, con un fino mantelito color crema, un pequeño bouquet de flores y un candelabro como centro de mesa. Desde allí se divisaban, con los últimos clarores del día, el Paraná y las islas del extenso humedal frente a Rosario.
—¿En qué puedo ayudar? —pregunté siguiéndola a la cocina, de dónde provenía un apetitoso aroma.
Se puso un delantal, me entregó dos vasos, la botella del Brut y añadió —:Preparanos un Aperol spritz. En la heladera tenés todo lo necesario.
—¡Bien! ¿Qué festejamos? —solté entusiasmado por el clima que se iba creando.
—Disfrutemos la cena y después vemos —mantuvo el misterio—. Al ver que mi cara se iluminaba con un guiño esperanzado, agregó: —Lamentablemente no hay nada para festejar; más bien para estar preocupados.
Apoyó sobre la mesada la fuente que sostenía con las dos manos y me fijó con expresión aterrada.
—¿Qué pasó? —me puse serio.
—Comenzó la invasión de los extraterrestres.
Largué una carcajada de la que me arrepentí en seguida porque se echó a llorar. Me acerqué y la abracé cariñosamente. Después de unos segundos de desahogo nos sentamos en el sofá del living y le ofrecí un vaso de agua.
—Prefiero otro Aperol, puro, sin soda —sopló su nariz en una servilleta de papel y se secó las lágrimas con el dorso de las manos—. Vi los ovnis detenerse aquí enfrente —añadió señalando fuera del balcón.
Me quedé callado un instante mientras preparaba el trago y ella continuó —: No es la primera vez, van mucho a Entre Ríos. Ayer abrí la persiana poco antes del amanecer... La luz era fuerte, dije: "viene un avión, qué raro no es la ruta"... Se movía raro y al observar con los binoculares su forma era rara... Siempre miro el cielo. Cuando aclaró, se disipó... Yo estaba sola en el balcón alrededor de las seis menos cuarto.
Estaba tentado de la risa pero, al verla tan afligida, me contuve. No obstante, para sacarla de ese estado tiré una humorada:
—¿Estabas vestida?
—Siempre, cuando me asomo; una nunca sabe si hay algún mirón.
—Pero ¿quién te dice, que los extraterrestres no sean gentiles y amorosos?
—Me informé: entran a una casa, por ejemplo, se adueñan del cuerpo de los habitantes a quienes hacen desaparecer, los reemplazan tomando su lugar…
—Bien, preparaste una velada agradabilísima para nosotros dos: ¿qué podemos hacer para que no nos la arruinen los marcianos?
—Colo, tengo miedo. Ayer ya me ficharon, estoy convencida. Esta madrugada vendrán por mí…, no quiero quedarme sola y no puedo dejar la casa… Necesito que estés conmigo. ¡Por favor!
—Todo el tiempo que sea necesario. No va a ocurrirte nada, te lo prometo—. Me senté a su lado y la besé en la frente. Se acurrucó pegada a mí para que la abrazara. Permanecimos de esa forma unos minutos, al cabo de los cuales dije —: Tengo hambre.
—Preparé un ceviche y un soufflé de espinacas y mascarpone.
Atenuamos la iluminación y nos acomodamos a la luz de la vela y de una luna creciente que se reflejaba en las aguas del río. La temperatura era templada, de modo que la elección de comer en el balcón resultó más que oportuna.
—¡Por nosotros!—. Brindamos dejando atrás cualquier aflicción.
—Bon Appetit!
La cena transcurrió despreocupadamente, contándonos particularidades de nuestras experiencias y recordando viejas anécdotas.
Sabía que había enviudado muy joven, pero no las circunstancias específicas; supe así que, el compañero, en una salida de buceo, había quedado atrapado en los restos de un barco hundido y fueron en vano los intentos para recuperar su cuerpo. Probablemente fue presa de los tiburones, de los cuales esas aguas están llenas. A raíz de esa pérdida, su equilibrio emocional se deterioró al punto de necesitar ser internada por un cierto período, en una Casa de curas y, aún hoy, era víctima de las secuelas. Actualmente hacía terapia con un profesional muy serio y sentía que estaba progresando en su recuperación. Sucesivamente había tenido un par de relaciones pero ninguna de las dos prosperó.
—Recuerdo —dije— tu cumpleaños de los diecisiete.
Serví vino.
—¿Qué tuvo de especial?
Levanté apenas mi copa que ella chocó con la suya en un brindis silencioso.
—Hiciste la fiesta en tu casa. Estaba toda la barra y habías invitado a Marcelo y a una parejita, que habíamos conocido en la excursión al Champaquí unos meses antes. Los tres habían venido de Buenos Aires especialmente; la chica se alojó en tu casa y el novio y Marcelo en la mía. Terminada la fiesta, los dos porteños y yo, que ya estábamos medio bebidos, fuimos a un bar y rematamos con unas ginebras. De nuevo en la calle, llegados a una esquina, me planto frente a un poste de la parada de colectivos, (en aquella época eran de madera pintada) y digo: “¡Quiero que se lleven este tótem de recuerdo de Rosario!”. Forcejeamos hasta que lo arrancamos del piso y lo llevamos a mi casa…, ¡mi padre nos quería matar!
—Sí, vos tenías esas locuras… No recuerdo a esos chicos.
—¿Cómo que no? ¡Vamos! Dos días después me citaste en el bar de siempre. Sentados uno frente al otro, tomaste una de mis manos y dijiste: ”Estoy enamorada”. Estabas radiante y, sorpresivamente, me ilusioné. “¿Lo conozco?” “¡Obvio!” Mi corazón iba a explotar "¿Él lo sabe?" "¡El muy bobo no se da cuenta…!" Creí que me moría “¿Nombre?” “Adiviná”. Tragué saliva esperando escuchar el mío. Tus ojos sonrientes brillaban de un modo increíble. Rompiste el silencio: “Marcelo”.
—¡Noooo! ¡Qué cretina! ¿Te digo la verdad?: ¡no me acuerdo de ese episodio!
—¡Ufff! ¡De esas experiencias tengo miles, con vos! Noviaste o saliste con todos mis amigos…, el único siempre rechazado fui yo.
—Sos el único con quién la amistad duró y seguirá toda la vida.
—Sí, para cazar extraterrestres que vienen de visita por el balcón —sonreí con un dejo de tristeza.
Terminamos de levantar la mesa y ordenar todo a las dos de la madrugada. Habíamos comido, bebido y hablado copiosamente.
—Pongo el despertador a las cinco, así nos da tiempo a tomar un café y esperar a que vengan —dijo mientras abría el sofá-cama del living y extendía una sábana y una manta—. Acto seguido me entregaba una almohada y un jogging con los colores de Newell´s Old Boys —Es de Alfredito, mi sobrino. Lo deja acá para cuando viene.
Me dio un beso de buenas noches y se encerró en su cuarto.
“El nene me saca una cabeza” pensé cuando vi el talle. Me cambié, fui al baño y después busqué una lata de cerveza en la heladera. Parado en el balcón miré el cielo con la luna muy en alto, el río corría majestuoso y en el horizonte se veían las luces del puente Rosario-Victoria. Controlé visualmente mi auto, estacionado en el Pasaje Julio Cortázar frente al Almacén de las Tres Ecologías. Un taxi se detuvo frente a la guardia del Sanatorio Británico sobre la Avenida Wheelwright. La temperatura seguía afable. Los extraterrestres llegarían en tres horas.
No escuché el despertador pero al abrir los ojos, Fernanda estaba a mi lado, sentada en el piso con el desayuno sobre una mesita pegada al sofá. Había café, torta frutada y pan tostado.
—Comé que en tanto voy a cambiarme —llevaba encima sólo una muculosa de algodón—. En veinte minutos tendremos “la visita”.
Al verla incorporarse y volver a su cuarto tuve un principio de erección y ganas de seguirla, pero, resignado, me acomodé mejor en el sofá y desayuné con apetito. “Esta mujer está completamente loca y yo, como un estúpido, ¡le sigo la corriente!”, pensé mientras me vestía.
—Apurate, faltan cinco minutos —dijo, pasándose un peine por los cabellos y corriendo hacia el balcón.
Me encerré en el baño, me lavé la cara y los dientes, pasándome dentífrico con el dedo, pues no había llevado cepillo. Controlé el celular y me distraje con los mensajes de mi socio y las cosas urgentes en agenda. Respondí tan rápido como pude y de inmediato tuve sus comentarios. Encontré otras misivas, entre las cuales, las de mi madre con las recriminaciones de siempre y las de mi tía con consejos y sugerencias.
Golpearon la puerta del baño.
—Ya salgo, Fer —dije mientras terminaba de cerrar el chat—, pero volvieron a golpear con mayor insistencia.
Abrí y me encontré con dos agentes de policía de porte gigantesco. A sus espaldas, Fernanda gritó histéricamente. —: ¡Es él! ¡Es un monstruo!
Uno de ellos me tomó violentamente de un brazo mientras el otro me esposaba.
—¿Qué pasa? —pregunté desorbitado.
—Tiene que acompañarnos —dijo el primero y me arrastró a los empujones hasta el ascensor del palier.
Fernanda desde la puerta del departamento me miraba irónicamente. Ellos no lo vieron, pero su cara se desdibujó un instante tomando la forma de una luz intensa color fucsia y luego retomó su fisonomía habitual.
Pedro Pablo Lilli
Septiembre 2023
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Muestra de un exuberante ejercicio de fantasía que juega con el borde de lo siniestro. Escritura lograda!
ResponderBorrarMil gracias, Mario!
BorrarPablo no deja de sorprendernos con sus relatos fantásticos.... pero con una cuota de realidad que aterroriza, "Abrí y me encontré con dos agentes de policía de porte gigantesco. A sus espaldas, Fernanda gritó histéricamente. —: ¡Es él! ¡Es un monstruo!" nuestra historia, se encuentra plagada de estos monstruos!!!! Un relato para leer, compartir y volver a leer!!! felicitaciones Pablo!!!!! bravooooo
ResponderBorrarNunca dejaré de agradecerte de haberme recibido en Atrapados!
BorrarUn placer querido amigo!!!!!
BorrarUn relato intrigante que juega con la ambigüedad entre la realidad y la paranoia de Fernanda.Elementos cotidianos, como la cena y la conversación entre los personajes, crean un contraste intrigante con el misterio que se desarrolla.El final inesperado sorprende al lector- Tu imaginación es admirable.¡¡ Éxitos Pablo y gracias por confiar en Atrapados.!!
ResponderBorrarHonrado, Tesi, gracias! Publicar en Atrapados, un lujo!
BorrarPablo, siempre te digo que me encanta tu manera de escribir, no dejo de maravillarme con tus cuentos. Éste, sin duda, tiene esa mezcla de realidad y ficción que asusta, ya que, dentro de su fantasía, nos retrotrae a una época muy oscura. Felicitaciones,amigo!!! Me encantó!! Qué no vuelvan nunca esos monstruos de otro planeta!!
ResponderBorrar¡En guardia! Nunca se sabe...😲 Mil gracias, Isa querida!
BorrarUna vez más nos sorprendes Pablo, con tu esencia iluminada por una energía mágica que combina tu picardia, romanticismo, misterio, ilusiones, en una dimensión que atrapa.La realidad vibra con la fantasía en su máxima expresión. Me encantó. El brillo de tu alma asoma con gran simpleza, pero conectando con el sentir y los sueños de los actores elegidos. Gran relato felicitaciones
ResponderBorrarCalan profundo tus palabras, Graciela Carreras. Abrazo fuerte.
BorrarJajajajajaja, Pedro Pablo, no puedo dejar de reirme, que final extraordinario........impensado, me super copó!!!!!!! que hermoso cuento!!!!Disfruté la cena, el Aperol, las vistas desde el balcón, los devaneos de Fernanda, tus ansias reprimidas de ella....y el final, un ET...genio!!!!!
ResponderBorrarNo dijiste nada del souffle de espinacas y mascarpone...😥 GRACIAS SUSI!
Borrar¡Literatura fantástica a toda orquesta!
ResponderBorrar“su equilibrio emocional se deterioró al punto de necesitar ser internada por un cierto período, en una Casa de curas y, aún hoy, era víctima de las secuelas…” a riesgo de contaminarse El Colo sucumbió.
Alguien dijo: ningún loco está loco si se conforma con sus razones.
Me encantó tanta locura!!
El primero que se sienta cuerdo levante la mano! 😂 Gracias Marta querida!
BorrarConozco a uno de los policías, el más grandote, dicen que viene de Venus...el cuento no permite dejar de saber algo más
ResponderBorrar¡Cielos! 😂
BorrarGracias por compartir tu talento Pablo
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