ATRAPADOS POR LA IMAGEN
Cuentos y Relatos Presenta a...
SUSI SANTIAGO
"Artista de Atrapados por la Imagen"
en...
"Tiempo irreverente"
Relato,Perteneciente a la antología de cuentos y poemas:
"Tiempos"
Edición: Editorial Atrapados por la Imagen
"Tiempo irreverente"
Soy una persona tranquila, pero si me alteran, me saco mal.
Una tarde de mates en casa, se nos ocurrió y combinamos con Cristián una juntada para leer poemas y cuentos cortos. Creció la idea de hacerlo con público y mostrar nuestra producción.
Al taller literario, en casa de Enrique, un hombre inválido de mediana edad y excelente escritura, concurríamos un pequeño grupo: José, Pau, Sergio, Loti, Cristián y yo.
Visitamos al Presidente de la Comuna, le contamos el proyecto y entusiasmado nos ofreció el patio colonial del museo, sillas y todo el sistema de audio de última generación que le había donado la familia ilustre del pueblo.
Ahora había que trabajar y mucho. Nos repartimos tareas: José y Pau, que andaban noviando, se ocuparían de las invitaciones personalizadas, Sergio y Loti de los carteles para difundir el evento, Enrique y yo del programa en la radio local. Cristián solito quiso organizar todo lo relacionado al desarrollo del encuentro, el orden de lectura, la ubicación, la iluminación y fundamentalmente el cierre con brindis y bocadillos.
El error lo cometimos por vagos, dejar en manos de él la logística de la reunión era un pasaje al infierno. Pero preferimos dedicarnos a tareas sociales y encuentros para discutir los textos y poemas, tratando de buscar un hilo conductor y palabras claves que fascinaran al público. En realidad, lo confieso con un poco de vergüenza, sin hablarlo entre nosotros sentíamos un cierto menosprecio por este joven recién llegado al pueblo.
Nos relajamos y dejamos que, con su entusiasmo arrollador, actuara. Era un trabajo sencillo, lo importante era leer y que nos escuchen, captar el interés de la audiencia y de paso venderle la revista del taller.
Las mujeres nos dedicamos a buscar algo que nos distinguiera de los demás y que nos señalara como las actoras de la lectura. Elegimos llevar las tres una pashmina roja y sentarnos entre el público en triángulo, sabíamos que había micrófonos inalámbricos, que ayudarían al efecto teatral que queríamos lograr. Lo comentamos con los compañeros que lo festejaron con un entusiasmo inusitado, Enrique, con su silla de ruedas, tenía que estar en el centro.
Cristian pidió ir a la radio pues quería solicitar al público que asistiera, que llegara con media hora de antelación para ser acomodados en lugares especiales y anunciar que una vez iniciado el evento, se cerrarían las puertas sin dejar entrar a los retardados.
Llegó el ansiado día. Nervios y alegría se entremezclaban con miedo y excitación produciendo una alquimia deliciosa. Llegamos a la hora citada y Cristián nos llevó directamente a la sala de reunión del museo, nos sentíamos ciudadanos notables. Proveyó a los hombres de cascos mineros, esos que proyectan un haz de luz y a nosotras de una linterna prendedor que se sujetaba en el vestido. Nos sirvió una especie rara de bebida, parecida al mojito cubano, pero no tenía ese sabor. Yo solo mojé los labios y releí por enésima vez mi poema pensando en las pausas y entonaciones. Nos avisó que nos buscaba cuando el salón estuviera lleno, nos trataba como a realeza.
Oíamos susurros, risas contenidas, fragmentos de conversación y su voz ordenando escuetamente la ubicación de cada persona. A la hora exacta y como cortina musical “Dance to end of love” susurrada por Leonard Cohen, nos introdujo al patio en un silencio total. Una malla con pequeñas luces estaba tendida como cielo y era la única iluminación. Las sillas estaban colocadas en espiral y totalmente ocupadas por los asistentes que sostenían en su mano un vaso con el mismo brebaje que a mí me había mareado un poco. Nos ubicó en cada lugar asignado, nos pidió que encendiéramos nuestras luces, todo era mágico, soñado.
De pronto se empezaron a escuchar risitas, risas, risotadas, hasta que la gran mayoría explotó en carcajadas incontenibles. Cinco personas se pararon presurosas para ir hacia el baño, pero, la formación en espiral los confundía, produciendo en el público un estallido hilarante, hasta que empezaron a vomitar. Todo se desmadejó, entre gritos, risas, vómitos e insultos, el espectáculo se convirtió en algo dantesco. Mis compañeros encendieron las luces de sus cascos e iluminaban intermitente esas caras deformadas, era un pandemónium surrealista.
La decepción, el asco, el desencanto y la furia me invadían como trombas marinas. Enceguecida busqué a Cristian y lo azoté con mi bolso mientras el reía y vomitaba en secuencia infernalmente perfecta.
Se encendieron las luces, es espectáculo era digno del Infierno en La divina comedia. El presidente Comunal llamó a las fuerzas del orden, no quisieron entrar, sus caras expresaban muchísimo asco. Entonces recurrió a los bomberos que con chorros de agua corrieron a las gentes y lavaron el lugar. Se abrió una investigación sobre los hechos.
Cristian había armado el supuesto mojito con cogollos de cannabis, hojas de floripondio y menta piperina, ron, hielo y azúcar. Creemos que no midió las consecuencias, no lo pudimos saber, tuvo que irse del pueblo, fue declarado persona no grata.
Nunca más se reunió el taller y a nuestro pueblo ahora lo llaman “El Vómito”.
Todos los Derechos de Autor y Propiedad Intelectual, pertenecen a:
©Susana Santiago
Rosario - Argentina
año 2025
Ilustración: Imagen libre de la Web
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Susi, me divirtió mucho tu cuento, que, tranquilamente, podría ser real. Dio un giro inesperado que me llevó a imaginar cada momento, el cual era, claramente, surrealista y bizarro. Excelente. Me encantó!! Felicitaciones!!!
ResponderBorrarJaja muy bueno
ResponderBorrarBuenísimo Susi! Felicitaciones. La ingeniosa intervención del humor que me hizo reír tanto al final del cuento desde ya te lo agradezco. Que bien se siente reír, sobre todo en estos días, espero que no se extingan las bromas, sobre todo estás inocentes. Uno se prepara y dedica tanto tiempo a lo serio, a hacer ceremonias alrededor de lo culto ( no es una crítica) que de tanto en tanto una zancadilla no está mal. Abrazo grande
ResponderBorrar