ATRAPADOS POR LA IMAGEN
Cuentos y Relatos Presenta a...
JORGELINA PRESTA
"Artista de Atrapados por la Imagen"
en. . . .
(Un relato autobiográfico, futurista, escrito en el año 2045)
"Un pasaje, y Pilar…"
- Cuento inédito -
Editorial Atrapados por la Imagen, es un espacio dedicado al arte.
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Imagen libre de la Web. |
“Todo encuentro casual es una cita”
Jorge Luis Borges.
Son las 08 de la mañana de un día de otoño, como todos los días me despiertan los relinchos , abro la ventana de mi habitación, siento la energía del vasto verde que me rodea, y veo , iluminados por el sol, a los alazanes y a los zainos más brillantes que nunca. Voy a la cocina, me preparo un desayuno casero y embriagada por el calorcito de febo empiezo a escribir:
Hacía ya un año que me había mudado a ese barrio. El barrio del Abasto en Rosario, se llamaba así , porque desde 1918 a 1968 fue sede del mercado del Abasto ,un mayorista de frutas y verduras que marcó la identidad del lugar; y su historia.
En esa zona persistían casas de añares y ex conventillos bastante peculiares, como vestigios de ese pasado obrero.
Yo vivía en un edificio, también antiguo, de tres pisos por fortuna sin ascensor, por lo cual las expensas eran bajas. Mi departamento estaba en el primer piso, era de 40 mts. cuadrados, modesto, pero cómodo y con un lindo y ancho balcón a la calle, con ladrillos vistos y hermosos cerámicos. Vivía con Josué, mi perro quien me acompañó en momentos terribles, y ya enterrados de mi vida. Dios me salvó, y él.
Al lado había un “centro cultural”, no recuerdo su nombre. Se llenaba de hippies y olía todo el día a marihuana. Eran tranquilos, solo algunos fines de semanas hacían fiestas y ponían música hasta altas horas de la madrugada. Tenían talleres de pintura, kermese, y charlas de diversidad de género, esto último muy de moda en ese tiempo. Hablo de los años 2024-2025. Casi todos los asistentes fumaban y tomaban todo tipo de “hierbas” y de “yerbas “en la puerta. También usaban accesorios de color verde y los banderines de 6 colores. Era buena gente, y una compañía en caso de llegar tarde a casa. La cuadra estaba poblada de bastantes árboles, que tapaban el alumbrado público y se ponía peligroso cuando bajaba el sol. Ese lugar ocupaba justo la ochava, donde empezaba el pasaje Americano, el que me inspiró a escribir este relato.
Yo tenía en aquella época, unos 52 años. Trabajaba en dos consultorios y daba clases en la facultad de medicina. Los fines de semana iba a montar a caballo y a capacitarme en equinoterapia, una de mis pasiones.
Fui feliz esos años, aunque no tanto como ahora.
Dos veces por día y a veces tres, paseaba a mi Josué. Casi siempre doblaba por el pasaje porque me gustaba ver la colonia de gatitos callejeros que nacían a mansalva y vivían en la copa de un frondoso y centenario árbol. Siempre tenían comida y agua en unos recipientes rectangulares de plástico transparente, en la vereda, al lado del árbol. Ellos bajaban a comer y luego subían.
Me gustaba mirarlos y sacarles fotos, eran uno más lindo que otro, con colores exóticos. Les sacaba fotos con el celular y las publicaba.
Josué los miraba y se le erizaban los pelos, no le gustaban los felinos, pero pasábamos tantas, pero tantas veces por allí, que al final, logré que se acostumbrara a ellos.
Amaba ver esas casitas, como de cuentos, algunas de antaño, se notaba el paso de los años, y la humedad característica de Rosario. La mayoría a 30 o 40 cm del asfalto, no sé si porque era el estilo principios del siglo pasado o sería zona de inundaciones.
Entrar a ese pasaje me recordaba las callecitas angostas y tranquilas de Venecia y me alejaban un poco del bullicio y del ruido insoportable de Avenida Pellegrini que estaba a dos cuadras. Tomando ese camino podía salir vestida de entrecasa y sacar a Josué cantando bajito, meditando o rezando, como era mi costumbre.
Poseía una paz indescriptible. No pasaba casi nadie, eventualmente algunos perritos callejeros que nos seguían siempre.
Una mañana de sábado llamó mi atención una mujer de unos 80 y tantos años, de andar lento y tranquilo, que salía de una de las casas del pasillo, le iba a poner comida a los gatos. Me saluda, la saludo. Era de muy baja estatura, delgada, y de piel muy blanca con arrugas finitas en la cara. Sus ojos eran grandes, pardos tirando a verdosos. Usaba un pañuelito en la cabeza, que dejaba entrever su cabello blanco y frágil.
Una vez le pregunté su nombre y ella el mío. Me dijo: “me llamo Pilar”. Porque según ella la habían bautizado en la capilla de la Virgen del Pilar.
Pasaron los meses, llegó julio, invierno crudo en Rosario y no la vi más por un tiempo…….
Un domingo la encontré en misa y nos saludamos, me dijo que por el frío iba a las 11 de la mañana. Al mismo horario que yo. Así que nos veíamos los domingos y nos saludábamos. Ella siempre se despedía con un “DIOS TE BENDIGA”. Y me comentaba que el resto de los meses del año iba a misa diariamente a las 7 de la mañana.
Un día me atreví a preguntarle su edad; “89”, me dijo. Empezamos a tener más confianza, era una anciana angelical de voz tenue y dulce, y con un temple inefable.
Me gustaba verla y entrecruzar algunas palabras. Me contaba que siempre había tenido varios perros que el último había fallecido hacía 2 años y no lograba todavía reponerse y reiteraba, cada vez que nos veía que era parecido a mi Josué. Trataba de empatizar con ella y cambiarle de tema porque yo ya había experimentado la tristeza profunda que uno siente en esos casos.
Aunque no era muy locuaz, le gustaba charlar conmigo y a mí con ella. A pesar de la diferencia de edad, sentía que teníamos muchas cosas en común .Y que de alguna manera había un nexo invisible entre ambas.
Una tardecita mientras paseaba a Josué la encuentro sentada en el umbral de su puerta, y empezamos a conversar, me contó que había vivido en el campo y que se había dedicado durante casi 40 años a la crianza de caballos criollos. Pero hacía ya 5 años que por su edad había decidido dejar el campo y volver a Rosario, a su casa natal (allí en Pasaje Americano) Noté su voz melancólica cuando me lo contaba.
No pregunté más nada, solo le hablé de mi pasión por los caballos y le comenté que no podría dedicarme a eso por un tema económico. En ese momento me miró fijamente. Sentí que mi cara impactaba en su retina y a su vez se reflejaba en el espejo de sus inmensos ojos pardos. Luego de escucharme me dijo: “No abandones tus sueños, perseguilos y luchá por ellos, siempre”
Me quede con esas palabras en mi corazón, con la imagen de Pilar en mi mente, y seguí adelante.
Luego de esa charla no la vi más, pregunté por ella en el barrio, en la iglesia y nadie sabía nada. Sentí frío y un vacío raro. Le pedí a Dios que me diera una señal, o al menos encontrar a alguien que me diga qué le pasó, dónde estaba, aunque me imaginaba……
Recordé que nada o casi nada es casualidad. Pero creo que en este caso fue una serendipia haberla conocido.
Por eso, después de más de 20 años escribo este cuento. Y me pregunto: “Pilar sabrá que mi sueño se cumplió? Me estará, mirando desde algún lugar? Ojalá que sí!
Hoy, me atrevo a afirmar que hay ángeles disfrazados de personas que se cruzan en nuestra vida en el momento menos pensado, y nos ayudan a cumplir un sueño, a encontrar nuestra misión o a descubrir una pasión.
Gracias Pilar.

Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
El relato transmite una gran ternura y pone de manifiesto a la creencia como el imprescindible soporte de la existencia. Gracias Jorgelina
ResponderBorrarMuchísimas gracias por tu comentario querido Mario!!
ResponderBorrarJorgelina, me encanta la energía de tu relato. ¡Se nota que tenías una historia que necesitaba ser contada! El encuentro con Pilar es una gran lección de vida sobre no abandonar los sueños. ¡Felicitaciones, amiga! ¡Muchas gracias por estar en Atrapados! ¡Un beso enorme!!!
ResponderBorrarJorgelina, me encantó, es un relato amable que nos lleva y se deja leer. Ese encuentro íntimo y auténtico nos conmueve. Para los que creemos en Dios su evocación nos da sentido y esperanza. Siempre hay alguien que nos empuja a cumplir nuestros sueños, a veces quien menos esperamos.
ResponderBorrarGracias Sebaaaa!
ResponderBorrarLauri: muchísimas gracias por tu edición, también a ISA,y por tu comentario. Sí ,es como vos decís!
ResponderBorrarEs un honor compartir este espacio con uds!
Jorgelina, qué relato tan tierno y conmovedor. Es verdad lo que decís en tu relato, forma parte de una frase que siempre digo: En la vida todo pasa por algo y si no pasa, también es por algo. Ese ángel en la piel de Pilar, apareció en tu vida, justamente, para darte el ánimo que te faltaba para cumplir tu sueño. Un hermoso sueño, por cierto. A veces necesitamos que alguien nos haga ver las cosas desde otra óptica, porque lo que creemos imposible, no lo es tanto. Felicitaciones, ¡me encantó!
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