Cuentos y Relatos
Presenta:
"Un chico parecido a Paul McCartney"
Del Escritor:
PEDRO PABLO LILLI
"Artista de Atrapados por la Imagen"
Ilustración: Portada del disco, Sgt. Pepper's de los Beatles
RL-2022-18030193-APN-DNDA#MJ
Registro de propiedad intelectual
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Editorial Atrapados por la Imagen, es un espacio dedicado al arte.
Cuento inédito para Atrapados por la Imagen
"Un chico parecido a Paul McCartney"
PEDRO PABLO LILLI
En Gerbens no había cementerio. En esa pequeña localidad, en la Provincia de Santa Cruz, escondida bajo la imponente mole del cerro Ngen-kürüf (Dueño de los vientos, en mapudungún, el idioma de los Mapuches) se continuaba con la ancestral tradición de los fundadores gerberos, de no enterrar ni cremar a los muertos, sino de embalsamarlos. Con esta práctica, no solo buscaban la preservación del cuerpo, sino que también y – por sobre todo- mantener un vínculo palpable con sus seres queridos, aún después de la muerte.
Masones expulsados de Prusia y llegados a la Patagonia araucana a fines del siglo XVIII, los gerberos, lograban, con una técnica propia jamás divulgada, dotar a sus momias de flexibilidad y movimiento. El acabado, de excelencia incontrastable, lo realizaban con ungüentos a base de hierbas medicinales y flores que permitían brindar a la piel un brillo y una tersura inalterables de gran belleza.
En cada casa, los difuntos se acomodaban en el interior o en el jardín, vestidos con sus prendas usuales y rodeados de objetos preferidos que los habían acompañado hasta último momento. Se los disponía en una pose que les fuera propia: sentados o de pie, apoyados a una columna o a un árbol, al volante de su automóvil, pateando una pelota o podando un rosal. Muchos embalsamaban incluso a sus mascotas. Lo cierto es que los vivos compartían el día a día con los muertos. Conversaban con ellos y los hacían partícipes de las reuniones familiares.
Pasados diez años del fallecimiento, para dar lugar a los nuevos extintos, se los trasladaba al "Museo de los Padres", un vasto parque arbolado que cubría una de las laderas del Ngen-kürüf. Los difuntos que no tenían familia eran acomodados en espacios públicos y se les reservaba la misma atención y los mismos cuidados que a los demás.
El viernes veintiséis de mayo de mil novecientos sesenta y siete la radio anunciaba:
- Hoy, es un día histórico. Los Beatles presentaron en Londres su nuevo LP: Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band
En Gerbens, llovía torrencialmente y soplaba un viento devastador. Hubo que atar a las momias ubicadas al aire libre para que las ráfagas no las dispersaran por el pueblo.
Según relató Anabel Grüber, esa noche, a las nueve y cuarto, poco después que iniciara en la radio el programa de rock and roll, dejaron caer desde un automóvil, frente a la puerta de su casa, el cadáver embalsamado de Luis Röttsvärd, ausente de la comunidad desde hacía diez años y tres meses. Los ocupantes del vehículo, que luego se dieron a la fuga, sonaron varias veces la bocina para que la chica se asomara a la ventana.
Alfredo Rosen, su vecino, la ayudó a acomodarlo en el sofá de la sala, mientras la radio emitía When I´m Sixty-Four, noveno tema del álbum Sargento Pepper.
Anabel buscó un toallón, el más mórbido que tenía, y procedió a secarla con gran delicadeza, como si fuera un objeto precioso.
- ¡Está igual!
-¡Sí! Quiere decir que falleció coincidentemente con su desaparición…
-Lo busqué por cielo y tierra, organicé una verdadera cacería…Nunca dejé de buscarlo ¡Nunca!
-¿Quién era el embalsamador, entonces?
- Schäfer, que a su muerte, fue reemplazado por Weber.
- Se podrían consultar los registros de taxidermia, de ambos, en aquella época.
-Ya lo hice. No hay nada.
-Pero una operación como ésta, fuera de Gerbens, no hay nadie que pueda hacerla.En la calle, tronaba.
- ¿Pensás que podés quedarte a solas?
-Sí, sí, gracias.
-¿Segura? Marta ya tiene lista la cena. Vení y esta noche te quedás en casa, con nosotros
- No, Alfredo, ¡gracias! Mañana hablamos.
Lo acompañó hasta la puerta y antes de despedirse agregó:
-Por favor, mantengamos silencio por esta noche. No puedo tratar el tema ni recibir a nadie en este momento.
Ya a solas, agregó leña al hogar y cerró los postigos de la ventana, con cierta dificultad porque el viento seguía muy fuerte. Corrió al baño, hizo pis, se lavó la cara y cepilló los dientes. Se maquilló, apenas. Con los dedos acomodó y dio cuerpo a su melenita rubio-ceniza. En el dormitorio se cambió. Eligió la minifalda de lana más corta que tenía y un sweater gordo de cuello volcado. Retocó nuevamente los cabellos frente al espejo y volvió a la sala.
Luis parecía observarla embelesado. Fue hasta él. Se sentó sobre sus rodillas y lo abrazó. Le acarició la abundante cabellera negra y las mejillas. No recordaba ese lunar en el mentón. Con la mayor naturalidad, le besó los labios. Conservaba el encanto veinteañero de su gran parecido con Paul Mc Cartney que enloquecía a todas las chicas de Gerbens. Pero ella, lo había enamorado. Se habían puesto de novios en cuarto año del colegio. Terminados los estudios, encontraron trabajo y planearon casarse.
Faltaba una semana para la boda cuando, una mañana, Dora Röttsvärd golpeó llorando la puerta de su casa para preguntar si Luis estaba con ella. Habían pasado cuarenta y ocho horas sin saber nada de su hijo. El pueblo entero se movilizó en su búsqueda. Después de tres meses sin resultados se lo dio por desaparecido.
Anabel se secó las lágrimas y fue a la cocina a preparar un té. Mientras se calentaba el agua, controló que Luis siguiera allí, temerosa de perderlo. Inmóvil, bajo la luz cálida del fuego en el hogar, parecía descansar de un largo viaje. Vertió el agua ya lista en la tetera de porcelana y, después de unos minutos, se sirvió el earl grey, con un chorrito de leche. Volvió a la sala, se ovilló en el regazo de Luis y, antes de terminar la segunda taza, quedó dormida con una paz que no conocía desde hacía diez años y tres meses.
Sintió frío. Los leños en el hogar se habían reducido a pocas brasas. Agregó otros y reavivó el fuego con la ayuda del atizador. La radio, a esa hora, terminada la programación en vivo, emitía música clásica. Bajó el volumen, que ya estaba bajo, un poco más y fue a la pieza por una manta de abrigo y una almohada.
-¿Sabré algún día qué pasó? Luis: ¿qué pasó? Por favor, ¿qué pasó?
Apagó la luz y dejó el ambiente al resplandor de las llamas.
Se recostó en el sofá, tapándose con la frazada y la cabeza apoyada en la almohada sobre las piernas de Luis. Estiró un brazo hasta su cara, pasó el dorso de la mano por una mejilla y luego con el índice recorrió delicadamente, las cejas, la nariz, los labios, de comisura a comisura, deteniéndose en el lunar del mentón.
-Éste es nuevo- le dió dos golpecitos con el dedo.- Te queda hermoso. Nada ni nadie va a separarnos ahora…. Serenamente libres, como dos cisnes en un lago.
Se incorporó y acercó la cara a la suya, perfumada ligeramente a esencias naturales de naranja y chocolate.
-¡Voy a devolverte al mundo!- y comenzó a besarlo en el cuello al tiempo que le abría la camisa.
Sintió que él la abrazaba, que le correspondía los besos, que la melancolía de diez años de ausencia se transformaba en incendiado deseo. Lo estrechó contra sí dejando caer sus cuerpos sobre la alfombra. Esa noche se tomó revancha sobre la vida y la muerte, lo irreal y lo posible, la razón y la locura.
Aún no había aclarado cuando la radio, a las seis, retomó su programación informando que era sábado veintisiete de mayo de mil novecientos sesenta y siete; que Onganía promulgaría por decreto, las Reglas de Uso del Aeromodelismo, que en Australia se llevaba a cabo un referéndum para eliminar las normas discriminatorias de los aborígenes; que en Canadá se inauguraba la Exposición Universal de Montreal y que en Estados Unidos la NASA lanzaba a Venus la sonda espacial Mariner 5.
Anabel se levantó sin hacer ruido y después de poner agua a calentar para hacer café, encendió el hogar que estaba apagado.
Fuera de la ventana se veían los estragos de la tormenta de la noche anterior: ramas y tejas desparramadas por todas partes, árboles torcidos amenazando caer, alcantarillas tapadas de hojas y nidos de pájaros.
Dejó encaminado el desayuno y fue al baño para una ducha caliente. Envuelta en el vapor cerró los ojos para revivir mentalmente las delicias de pocas horas atrás.
Programó el día: antes de recibir a los Röttsvärd prepararían kartoffelpuffer y luego harían el amor hasta quedar destruidos.
Salió de la bañera, se abrigó y se arregló con esmero. Pensó las palabras con las que anunciaría a los padres de él, el regreso de Luis. Imaginó, además, las reacciones de toda Gerbens. Sonrió irónica recordando la hipocresía de sus amigas, celosas y envidiosas, al momento de la desaparición.
- Pobre Anabel...¡Se le fugó el novio! - sabía que comentaban entre ellas, burlonas.
Se asomó para ver si aún dormía y, al no verlo, dedujo que estaría en la cocina desayunando.
- Lu, ya te dejo el baño. ¿Encontraste todo? En la heladera tenés peras, si preferís.
Se subió las medias tres cuartos sobre las can can, porque la casa todavía estaba muy fría y por enésima vez, se retocó el maquillaje.
Fue a la cocina en puntas de pie, para sorprenderlo, pero no lo encontró.
- ¡Lu! ¿Por dónde andás?
No obtuvo respuesta.
Recorrió la casa, en vano.
-¡Lu!
Salió a la calle, abriendo la puerta sin llave, como era habitual en Gerbens.
Tocó el timbre de los Rosen.
- ¡Qué descuidada tienen la fachada! – se subió la capucha- ¿Habrá ido a lo de sus padres? ¿Por qué no avisarme?
Por la vereda se acercaba Alicia con la bolsa de las compras. La anciana se mantenía guapa, caminando siempre derechita y a paso firme.
- ¡Anabel! ¡Buen día, lindísima! ¿Vino alguien para abrir la casa?
- ¡Hola! No sé. ¿Por qué? Estoy esperando que me abran. Estarán durmiendo todavía.
- No te entiendo.
- Quizás, hoy sábado se queden un rato más en la cama...
- ¡Anabel, los Rosen fallecieron hace dos años!
Pedro Pablo Lilli
Octubre 2025
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©PEDRO PABLO LILLI
Rosario - Argentina

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"Mantener un vínculo palpable con los seres queridos, aún después de la muerte", un duelo imposible y después...?
ResponderBorrar...Después....el borde de lo siniestro.
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