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lunes, 20 de octubre de 2025

©EDITORIAL ATRAPADOS POR LA IMAGEN, PRESENTA: "Ese del espejo" del escritor Emilio Bertero - Buenos Aires - Argentina


Edición: Editorial Atrapados por la Imagen

RL-2022-18030193-APN-DNDA#MJ

Registro de propiedad intelectual

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Cuentos y Relatos 

Presenta: 


"Ese del espejo"


DEL ESCRITOR:

EMILIO BERTERO

"Artista de Atrapados por la Imagen"

Editorial Atrapados por la Imagen, es un espacio dedicado al arte.




Cuento inédito para Atrapados por la Imagen

 "Ese del espejo"

Emilio Bertero


—A mí no me va a matar el cigarrillo, mejor que me mate una mujer.

         Está solo, frente al espejo del baño, pero lo dice en voz alta, como si hubiera algún otro para escucharlo. Se sonríe de la ocurrencia, siempre ha sido ocurrente con las frases. Cree que dentro de unos minutos va a pegarse un tiro y está diciéndose frases. No sos mujeriego, sos haragán, cambiás de mujer a cada rato para no tener que pensarte frases nuevas. Leticia se lo dijo, qué linda era la risa de Leticia, no como la burla escondida de esta hija de puta. Aprieta el revólver, demasiado lo aprieta, piensa, a ver si todavía se me escapa un tiro. Afloja la mano y se sonríe de nuevo, a ver si todavía se me escapa un tiro.

        Se mira. Fijo. A los ojos. Cree que quiere mirarse por última vez. Alza la mano, apunta a ese que lo mira desde el espejo, quita el seguro, aprieta el gatillo y lo hace trizas. Los que se van a matar hacen primero un tiro de prueba, lo que él quiso fue matar a ese, no fuera cosa que en el último segundo cediera a la clemencia que le está pidiendo.

        El estruendo ya es un eco contra la banderola del techo mugriento. ¿Habrá escuchado alguien? No, ¿quién va a escuchar un tiro al mediodía de un lunes en un hotel barato de Constitución? Qué asco el olor a orines. Cuando venía con María, los dueños eran otros, era igual de barato, pero lo tenían limpio de olor a orines. A orines se dice, si fuera orín sólo sería olor de mi orín, y acá hay olor a orines de muchos. A cuántos que no se preocupan por hablar con precisión los va a matar el cigarrillo, no una mujer.

        María. Otra vida, la misma cagada: alegría efímera, tristeza inextinguible. Cagada no es del mismo registro que inextinguible y efímera. Bosta de talleres literarios. ¿Cómo lo hubiera dicho Soriano si en vez de matarlo el cigarrillo lo hubiera matado una mujer?

        El libro sobre el inodoro. Otro. Pero también es un libro triste, solitario y final. Se leyó de un tirón las veinte páginas del prólogo, tomándose un whisky en un bar de la estación. Estuvo bueno chupar whisky antes de que cayera el sol, nunca se había dado ese permiso.

        Hace un rato, sentado en el inodoro, leyó los tres primeros capítulos. También de un tirón. Buena novela para uno que cree que dentro de unos minutos va a pegarse un tiro. No voy a terminar de leerlo, se va a quedar acá, arriba del inodoro. Pone el seguro al revólver, lo deja adentro de la pileta, va al maletín que quedó arriba de la cama, escribe en un postit “devolver a Fernando”; lo pega en la tapa del libro y lo mete adentro del maletín. No sea cosa que se manche de sangre. Y de nuevo una sonrisa. Burla dolorosa.

        Y ahora de nuevo ella, la mujer que cree ha de matarlo. ¿En la frente, en la sien, en la boca? Da igual, lo único que importa es aniquilarla de la memoria. El roto del espejo, ese que quedó en el piso del baño, se estremece. Peor que dejar de querer es que dejen de quererte, le dice. Hace tiempo podría ser, ahora no, aunque más no fuera desearía desearla. ¿En la frente, en la sien, en la boca? Es una suerte que los viejos se hayan muerto la semana pasada, uno atrás del otro. Qué cosa mamá no aguantar pensarse sola. Una suerte las manos libres, no van a verme en el cajón con un agujero en la cabeza. Martín sí, y le va a doler. Pero se le va a pasar, él no es como yo, es más como la madre, los dolores se les pasan, sangre de pato los dos.

        ¿A quién más le va a doler? A Leticia. Si se enterara, pero no va a enterarse. ¿Seré un halo tibio y dulce en la aglomeración de su memoria?; así le contestó la última vez que se vieron. Ella le había preguntado, qué iban a ser de acá en más; con esa tristeza tan grande que estaba flotando en aquella mesa de la Puerto Rico, él no quiso contestarle en serio. Pero entonces ella no se rio de sus frases rimbombantes, ella se puso a moquear como la vez que llevaron al Pompita a sacrificar.

        Los demás. No están, no son. A nadie va a dolerle, “no puedo creer que se haya matado” y a otra cosa. Y de ella ni el consuelo de la culpa, hace rato que demolí mi estructura de culpa, si no se lo dijo en la primera salida habrá sido en la segunda, y nunca me arrepiento de nada. Puta digo, creído que dentro de unos minutos esa va a volarle la cabeza, aunque más no fuera desearía desearla. 

        Qué quilombo la bocha. Un happening de neuronas. Jueguen guachas que les queda poco. El pericardion, las dendritas y el axón. Fisiología de cuarto, la Ciorciari, vieja podrida me mandó a marzo, con Sandra Zurita, los únicos dos tarados estudiando fisiología en febrero. Sandra perra inmunda, cuando me fui de la joda se puso a apretar con Campolongo, el negro Bidú me lo contó al otro día, un perfume le había regalado, un frasco de vidrio grueso con forma de osito, qué berretada, quién sabe lo que le habrá regalado Campolongo que ya laburaba. Capaz nada.

        Sandra, nombre de más adelante, las chicas de entonces no se llamaban Sandra, se llamaban Carmen, Liliana, Silvia, Estela; o Patricia, como el hada de Anteojito, que mariconazo ese Anteojito. Sandra era más del tiempo en que se pusieron de moda, las Andreas, las Valerias, las Marielas, las Roxanas, un millón de Andreas, Valerias, Marielas, Roxanas, todas atorrantitas igual que Sandra. Mal no la pasamos, dice el añicos de espejo. Una sarta de atorrantas. Leticia, ella decía atorrantas, yo te avisé que no tenías que engancharte con minas así, yo te lo dije, buscate una bien boluda, una chica de su casa, si hasta te presenté a una, una nada te duró, de toda la vida te gustaron más las atorrantas. ¿Y cómo a vos nunca te cogí? Oleme un pedo, cabeza de maní. Una chica no dice “oleme un pedo, cabeza de maní”. Leticia sí. Lo real y lo verosímil. Más bosta de talleres literarios.

        Leticia, rea, mal hablada, cuánto se extraña, Leti, generosa en serio, puta madre no haberme dado cuenta que la lastimaba. Y vuelve a entrar al baño, agarra el revólver y le saca el seguro. Ni amiga hubiera sido, le dice el pedazos de espejo. Pero Leti no me hubiera matado, con Leti me hubiera matado el cigarrillo, no una mujer. Y apoya el caño en la sien.

        Dios. ¿Y si hay? No, no hay; hubo, demasiado tiempo hubo, padre nuestro que estás en los cielos, amarás a Dios por sobre todas las cosas, no fornicar, Ave María purísima, sin pecado concebida, ¿cuánto hace que no te confiesas hijo?, no fornicar, pésame Dios mío, curas de mierda. Los curas no son Dios, reclama el desbaratado del espejo, a lo mejor hay un Dios distinto al de los curas. No, no hay, y aún creyendo que va a matarse, aplasta el caño contra la sien.

        ¡Señor!, dos golpes a la puerta, quizás sí alguien escuchó el tiro de prueba. ¿Qué importa, ¿para qué ir a mirar? Los ojos cerrados. Fuerte. El astillas de espejo ya se siente muerto por una mujer, la última ella a punto de gatillar desata un temblor. ¡Señor!, otros dos golpes a la puerta. Carajo. ¿Qué vienen a joder? El dedo en el gatillo. No tan firme, no tan decidido. ¡Señor, señor!, y de nuevo dos golpes, más violentos que los otros. Puta que lo parió. Pero.

        Un delantal celeste desteñido. Joven, ojos grandes, boca grande, tetas grandes. Los ojos de él se clavan en los ojos del delantal, bajan a la boca, se quedan en las tetas. Regresado, el del espejo también se queda en las tetas. Y quizás sea él quien pregunta: —¿A vos qué te parece mejor que mate a un hombre?, ¿el cigarrillo o una mujer?

        Ella se mete la mano entre las tetas, saca un encendedor barato y un cigarrillo, lo prende, le da una chupada y se lo pasa.


Todos los Derechos de Autor y Propiedad Intelectual, pertenecen a: 


©Emilio Bertero

Buenos Aires - Argentina

Ilustración:  Imagen libre de la web


Edición: Editorial Atrapados por la Imagen


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3 comentarios:

  1. Muy bueno!! Que gusto leerte de nuevo

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  2. Emilio, un cuento maravilloso. Un diálogo interno, un fluir de la conciencia de ese personaje al borde del suicidio, que nos lleva a acompañar cada minuto de su indecisión; con un final, que cierra perfecto con su yo verdadero, a mi entender. Felicitaciones!

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