Hombre de Altamira

Hombre de Altamira
Tenemos todo tan a mano que al ver una imagen de las cuevas de Altamira tan sólo vemos eso.
Apenas logramos ver un puñado de bisontes o caballos. Y tal vez hasta sin darnos cuenta pensamos que están bien ; pero hemos visto tantas decenas y miles de bisontes y caballos dibujados, que sin querer los comparamos.
Tenemos tantas imágenes  en nuestro recuerdo que inevitablemente los parecidos surgen .
La emoción comienza cuando logramos ponernos por un momento en el lugar de ese hombre de Altamira, de ese genio pasional y apenas abrigado con harapos sucios, inmerso en una inmunda cueva húmeda , oscura, destemplada, desparramando con crines o tal vez con sus propias manos los pigmentos creado por el mismo , posiblemente malcomido, apenas alumbrado con un par de antorchas que lo sofocan con el humo que sube hacia donde él pinta .
Allí , en el techo de roca de la caverna , o en sus paredes abovedadas , este hombre creó, sin más modelo que su propia memoria, una obra fantástica , monumental, excelsa, de rasgos seguros, de armonías envidiables, de exquisita naturalidad, de síntesis.
Sin dudarlo lo comparo con Miguel Angel, con Picasso, con Leonardo, y aún lo pongo sobre ellos.
Este hombre de las cuevas no pintaba, sino mucho más , estaba inventando la pintura, generando la civilización de las artes , del lenguaje gráfico y del escrito.
Después vendrían los artistas, la imprenta , el cine y todo el mundo actual, pero eso ya es otra cosa.