En Julio Editorial Online de Atrapados por la Imagen, se complace en presentar: "Frente al Lezama".
Desde Marzo, en nuestro segmento "El Cuento del Mes", hemos iniciado este ciclo, con un éxito extraordinario, valorando las visitas de los amantes del arte literario, que mes a mes se suman para disfrutar de las historias compartidas.
Agradecemos, a todos ustedes, por su constante apoyo.
Administración de Atrapados por la Imagen
Frente al Lezama
Andrés entra al bar por la puerta de la esquina; saluda con un gesto a Don Cosme y se dirige hacia la mesa de al lado de la vidriera; se sienta, mira la madera color marrón gastado marcada con estrías entrelazadas por el paso del tiempo; no pasa mucho tiempo cuando Tulio sirve el pocillo de café humeante, perfumado y desliza la copa de ginebra. Al mismo bar su padre concurre los domingos a jugar la partida de truco. Andrés, allí, de lunes a viernes gasta su tiempo entre cafés y partidas de billar hasta la hora en que don Cosme cierra las puertas y apaga las luces.
Con los amigos del barrio se encuentra cada vez menos, ellos van eligiendo una vida normal como dice su madre; para ella casarse, tener hijos y un trabajo digno es lo normal. Él nunca lo entendió. Toma el café, la ginebra y da tiempo a que esa tarde noche pase Estercita.
Tiene una servilleta escrita con cuatro líneas que dicen:
El parque dibujado por senderos caprichosos
derrama perfumes que se mezclan
provoca a los duendes
evoca los recuerdos, enreda a las parejas….
La ve pasar, espera a que cruce la calle hacia el parque y la alcanza. A su lado siguiéndole el paso le pide que se detenga; mira con devoción sus esquivos ojos claros y acariciándole la mano le deja la servilleta doblada en cuatro. La idea es entregarle un verso por encuentro. No pudo enredarse con Estercita. Ella es normal.
Dos o tres veces por semana empieza a estacionar frente al café una coupé negra con paragolpes y faros cromados. El que la conduce baja y camina lento rompiendo el aire tranquilo del barrio. Por su porte y estampa se nota que viene de otro lado; elije la mesa del rincón, se sienta, pide un whisky, fuma, mira de vez en cuando su reloj que es de los importantes y pasado un rato se retira.
Andrés sentado espera a que Tulio le sirva el café y la ginebra. Lo ve estacionar la coupé y entrar oteando el salón. Esta vez viene directamente a su mesa, se detiene a su lado y le dice: pibe, ¿me puedo sentar con vos? Así empieza la relación. Le habla de negocios importantes, desliza preguntas personales y va ganando su confianza. En el último encuentro, como sacada de la galera, hace la oferta: son cuatro camiones por semana, tres de día, el último, en el de la noche… es cuando la ves toda junta. Se lleva el cigarrillo a la boca, lo aspira, expulsa el humo hacia arriba y remata la oferta diciendo: tenés la oportunidad de salir de esto, pensalo, pibe. Termina el whisky, deja una tarjeta, paga la consumición de los dos, se levanta y sale. Andrés sigue con la mirada la coupé negra hasta que se pierde en la avenida.
Sobre el portón de entrada al depósito un cartel dice: Servicio de Transporte a Corta y Larga Distancia. No más entrar, a la derecha, está su oficina. Sentado detrás de un amplio escritorio, con camisa de seda gris abierta hasta la mitad del torso y recostado de medio lado en el confortable sillón, Andrés controla los servicios.
De vez en cuando pasa por el café; ahora llega en un Falcon rojo con cromados impecables, lo estaciona, entra por la puerta de la esquina, saluda a don Cosme y se sienta a la mesa de siempre. Cuando sale y se topa con alguno de los amigos que miran de reojo el auto y le preguntan cosas como: se te dio la buena Andresito, o: ahora te vemos menos, ¿en qué andás?, con evasivas y una palmada en la espalda del interlocutor de turno sale del paso sin dar explicaciones. No se las da a los obstinados interrogatorios de su madre, menos lo hará con el resto.
Hace más de un año que despacha camiones. Esa noche cuando el cuarto camión estaba por partir llega la policía. Allanan la oficia, buscan inscripción, registro, remitos y otros requerimientos emparentados con el mundo de lo normal. Él solo atina a decir: ¡paren!, pero ya tiene las esposas puestas y lo empujan adentro del patrullero.
Andrés por las noches sueña que camina por calles adoquinadas, entra a un sitio sin ventanas, se sienta en un rincón, le sirven café sin aroma y la copa de ginebra no hace ruido al deslizarse sobre la mesa… Despierta en el camastro del calabozo compartido.
La condena es larga, no delata a nadie. Traicionar no es de hombres. El único que lo visita es Tulio; por él sabe de la muerte de don Cosme y de la de su madre, que el padre se jubiló, vive solo y ha dejado de ir los domingos al café. Espera que entre los comentarios que hace Tulio surja el nombre de Estercita; se la imagina casada con hijos, pero nada sabe de ella y preguntar esas cosas tampoco es de hombres.
Tulio en la vereda de enfrente del penal lo espera el día que recupera la libertad. Se acerca y le dice: vamos maestro, la vida es así. Para un taxi, suben y le escucha decir en voz baja: usté no puede llegar al barrio de a pie. Llegan al bar, lo lleva al patio, suben la corta escalera, abre la puerta, con la mano le insinúa que pase y le dice: el lugar es suyo por el tiempo que le haga falta, es la piecita donde dormía don Cosme, le acomodé la cama, comida ya sabe que en el bar no le va a faltar.
Una semana necesita para hacer coraje y golpear la puerta que demora en abrirse; aparece la figura del padre apoyado en el bastón: ¡Andresito volviste, que largo fue el viaje!, entrá vamos a la cocina, tu madre fue a comprar algo, no sé por qué últimamente tarda tanto en volver. El padre con torpeza cierra la puerta de chapa sacudiendo con el ruido el silencio pesado y oscuro de la casa.
Andrés vuelve al bar los días de semana por las tardes. Tulio detrás del mostrador le hace un gesto de bienvenida. Solo, entre gente con celulares pegados a los oídos, espera que el mozo le traiga el café y la ginebra. A la tarde noche se retira a su casa.
Los domingos después de almorzar llegan los dos, entran por la puerta de la esquina; el padre apoyado en su brazo y con el bastón en la otra mano señala el camino hacia a la mesa, se sientan. Andrés mira el parque, observa como por detrás de los árboles crecen torres vidriadas. El padre apoya en la mesa las manos dibujadas de azules venas entrelazadas cuidando que el bastón no caiga al piso. Andrés sabe que traerán dos cafés, la ginebra y la grapa para el padre que ansioso repiquetea los dedos sobre la madera de color marrón gastado, repitiendo en voz baja: los muchachos todavía no vinieron, la partida de truco ya tendría que haber empezado.
Abril de 2018
Buenos Aires
Obra inédita - No musical
Número RE: 2020 - 02914244 - APN - DNDA#MJ
Referencia RL: 2020 - 02914217 - APN - DNDA#MJ
Fotografía: Marta Puey
Diseño de Tapa: Laura Jakulis
Muchas felicidades por esta nueva entrega Marta!!!! un cuento que atrapa desde el primer momento!!! gracias por confiar en Atrapados!!!
ResponderBorrarA "ATRAPADOS POR LA IMAGEN", ustedes grandes comunicadoras,!gracias! por el espacio y difusión
BorrarMarta, un cuento en el que un joven de pueblo se ve envuelto en una trampa. Todo narrado con gran soltura, muy bien insinuados los hechos, deja al lector comprender la vida monótona, de la gente sin esperanzas, cuyos días transcurren lentamene entre cafés y charlas con los amigos del bar.Todo muy bien sugerido, lograda la ambientación del relato y bien perfilados los personajes. Un cuento que atrae y nos transporta a las pequeñas localidades cercanas a las grandes ciudades, bien conseguidos los saltos de tiempos en que transcurre el relato.
ResponderBorrarExcelente trabajo Marta .
Párrafo aparte merecen las fotos de tu autoría ( un doble mérito de la escritora- fotógrafa ) que ilustran de maravillas el nuevo cuento.
Gracias amiga por confiar en Atrapados.
Un abrazo.
Tesi tus devoluciones siempre presentes, sensibles y coincidentes con el mensaje de la historia!!!
BorrarMuy bueno, Marta. Cariños.
ResponderBorrarGracias Viviana por pasar y por tu tiempo!
BorrarMuy bueno mami!! Me imaginé el bar de viamonte.
ResponderBorrar