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lunes, 26 de octubre de 2020

Editorial Online Presenta: "HASTA DONDE" un cuento de Oscar Zaitch.



 


Editorial Online de Atrapados por la Imagen, se complace en presentar una nueva entrega del escritor Oscar Zaitch. 

Agradecemos a cada uno de ustedes por sus visitas y valoraciones.

 Afectuosamente

Administración de Atrapados por la Imagen




 HASTA DONDE


Ella se lo va a preguntar, en cualquier momento. Lo va a encarar bien de frente, como cada vez, de ese modo en que no hay forma de zafar. Querrá saber qué hay de cierto detrás de esos parientes lejos y del viaje inminente, una explicación que a nadie del grupo había convencido. Todo un tema, porque Dalmiro no está demasiado seguro de tener una respuesta cabal. 

A falta de grandes explicaciones, tiene claro el horario: de ocho y media a diez de la mañana, porque uno está fresquito, recién levantado, y además no tiene que compartir las clases con el malón de trajinados que sólo disponen de las dos horas diarias, al anochecer, en que ya quisieran estar en casa para vengarse de los males cotidianos.   Dalmiro, libre de obligaciones, había elegido las mañanas, después de darle mil vueltas a ambos motivos. El primero, muy sólido, se desprendía de su realidad inexorable. Con más de sesenta vueltas al sol  completadas, no puede dar ventajas . Ni cansancio, ni sueño. Con toda la máquina que le queda, que funciona bien cuando se levanta.  Así había pensado para seleccionar el turno de los recién amanecidos. Y se camina las veinte cuadritas, martes y viernes, para llegar al viejo caserón donde funciona el Instituto de Lenguas.  Un lujo madruguero del que no se arrepiente, en cuanto el fresco de las mañanas otoñales lo despabila por los diques de Madero, yendo hacia el Centro.

Claro que ella va a preguntar. Desde que se le acercó la había fichado –con toda ingenuidad- como la bebota de tres años que pregunta los porqué de lo que todo el mundo conoce. Desde que descubrió que él es el primero en llegar, Mona aparece temprano para sentarse a su lado y hablar.

Porque él ya no llega sobre la hora, como al principio, por lo del ascensor. Las profesoras lo miran como a alguien del gremio, pero con extrañeza por no conocerlo; los alumnos, peor aún, le ceden el sitio en la cola por una cuestión de respeto, cosa que Dalmiro aborrece. Pero ha descubierto que llegando diez minutos antes, el edificio está todavía desierto y viaja solo en el ascensor.

Para cuando suele llegar Mona, un par de minutos después, Dalmiro hace el simulacro de repasar el inglés de la clase anterior, como si en realidad estuviera aprendiendo. Este es un tema que le molesta y lo tiene en guardia permanente. En el test de nivel que le tomaron cuando se inscribió tuvo que hacerse el olvidado, para que lo ubicaran en un curso intermedio; en realidad lo hubieran rechazado de haber mostrado lo que sabe, tal vez más que la profesora. Había logrado que lo pusieran en “inglés literario, segundo curso”, con el problema consiguiente de tener que esconder juego cada vez que interviene en clase. Con una malicia del todo ineficaz, supuso que en un nivel semejante tendría compañeros adultos, en especial señoras aburridas, proclives a considerarlo.

Craso error, el de Dalmiro, que se suma al del segundo motivo de elección de horarios. Porque ahí está Mona, la mayor de todos con apenas veintiocho años, representativa de una decena de otras jóvenes estudiantes, todas, bullangueras y atropelladas, lindísimas, tratando de mejorar su inglés para apuntar a algún posgrado afuera. Y la docena la completa David, un abogado de su misma edad, que vaya a saberse porqué, ha decidido desubicarse como él. Piensa en lo irónico de su elección: haberse desembarazado de los yupies del atardecer para caer en medio de las estudiantes matinales; con el agravante de que  señoras aburridas, ni una.

Pero aún no siendo lo que había deseado,  la movida de Dalmiro lo tiene conforme, hasta en cierto grado contento, con una sensación nueva parecida al orgullo. Las jóvenes lo han aceptado “casi” como un compañero más en el curso, después de un breve proceso en que tuvo que ir ganando puntos al aceptar códigos no sin la renuncia a algunas viejosidades de su carácter, aunque sin caer en lo que hubiera sido el error fatal de hacerse el pendejo. Esa sobriedad, unida a su invariable buen talante, le han dado a Dalmiro el OK general: las pibas lo tutean y comparten con él todos los vaivenes del curso. Y Dalmiro chocho, lozano como hacía años no estaba, con esa tormenta de frescura con que ellas lo envuelven y lo hacen parte de la jarana veinteañera.

A ella le tendrá que contestar cualquier verdura, tal como que estudia para poder leer a Marlowe en su inglés original. No. Mona no es boluda, sabe que nadie lee a Marlowe en ningún idioma, salvo que sea un viejo loco. Y eso, jamás. Además siente que ella no merece ser engañada, sobre todo por haberlo atiborrado de confidencias.  En esos seis o siete minutos en que están solos, hasta que llegan la profe y los demás, le ha venido contando que se lleva mal con la madre, que no encuentra un novio que le guste y  la comprenda, que nunca tuvo un papá.

Y Dalmiro se siente importante, recibiendo confesión de la chica, tal vez comprendiéndola. Se infla de placer incluso cuando ella empieza a inquirir, aunque sus preguntas sean algo embarazosas. Ahí es donde ya no maneja del todo y debe pensar rápido.  Al principio, cuando debió decirle que vivía solo, bastante solo, Mona lo miró de un modo extraño, en un silencio de muchos segundos que no quiso interpretar.

A partir de entonces, las caminatas por Madero van acompañadas de ideas algo confusas. Dalmiro tiene la sensación –apenas un esbozo intuitivo- de que algo está pasando, algo poco claro que para un tipo racional y viajado como él debiera molestarlo. Lo que lo perturba, sin embargo, es que no le suceda nada de eso.  

Es sólo una inquietud exótica, que lo acompaña entrando una vez más al aula. Mona está allí, como atenta a su llegada, así le parece al menos. A través de un good morning sin tonos, resuelve sentarse tres asientos separados de ella, simulando una distracción, una lejanía sin propósito. Ella sonríe, y se muda a su lado, como perdonando su gesto. Tiene que pedirle un favor, porque se vienen los exámenes y se siente insegura; tal vez Dalmiro quiera ayudarla a practicar conversación, un par de horitas; ella se adecuará a sus horarios, e irá a su casa para no incomodarlo. Dalmiro tiene todos los horarios del mundo, pero carraspea ocupaciones, de puro confundido. Mona insiste, no la va abandonar en el trance, le aprieta el antebrazo con una mano demasiado suave. Para no complicar los horarios de Dalmiro, irá de noche, esa noche si le parece. Inventa un desorden para negarse, están pintando su casa, no puede ser. Entonces que vaya a lo de ella, que también vive sola y comerán juntos. El no contesta, lo ayuda la llegada de los demás y el inicio de la clase. Al cabo de un rato, comienza una tarea de a dos, le toca con Mona. Escriben, se intercambian textos. Ella le pasa un papelito donde ha puesto “Malabia 2633, 4º “C”, 21 horas”, Dalmiro se lo guarda en un bolsillo sin abrir la boca.

Durante la tarde, convive con la idea insistente. No puede ser, está muy claro que no puede ni debe ser”. Se adoctrina a sí mismo, se cree seguro, en poder de la verdad. Pero a las ocho y media, aferrado a una botella de vino, está yendo hacia la calle Malabia, sin saber para nada hasta dónde llegará.



4 comentarios:

  1. Excelente e inquietante cuento Oscar!! "Hasta donde" logra liberar la imaginación del lector para darle un cierre a su medida!!! gracias amigo!! te deseamos Muchos Éxitos!!!

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  2. Un narrador que crea un clima perfecto.
    Inhibiciones, que crecen con los años, sentimientos que logran derribarlas...
    Felicitaciones Óscar F. Zaitch

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  3. Muy interesante! Muy bien llevado hasta dejar ese final abierto...Me gustó mucho. Otro, Oscar!

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  4. Oscar un muy bien llevado relato, que nos habla de momentos de la vida donde a veces la edad pesa, sin embargo aflora la esperanza de un cambio, de algo nuevo, todo un comienzo para que el lector imagine. Felicitaciones amigo y te deseo muchos éxitos.

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