Cuentos y Relatos
Presenta:
"Crónica de viaje"
Autor: Mario Kelman
Relato inédito
Registro de Atrapados por la Imagen -RL-2022-18030193-APN-DNDA#MJ |
Editorial Atrapados por la Imagen, es un espacio gratuito dedicado a difundir:
¡El arte de todos!
Por razones de edición y a los fines de facilitar la lectura, se divide el escrito original en dos partes consecutivas, hoy comenzamos, con "Cronica de viaje parte I"
"A Laura, Mujer y Compañera de Vida"
Crónica de Viaje Parte I
El viaje. Londres en su magnificencia
Un viaje siempre resulta una experiencia enriquecedora y deseable.
Es movimiento y encuentro, en el que lo no conocido, lo imprevisto y lo impropio se presentan a cada vuelta de esquina.
No obstante, hay incomodidad que se mantiene en todo el curso del viaje.
Incomodidad que acompaña y se convierte en interrogante.
Incomodidad que surge de la percepción de un hecho plausible, figurativo y sensible a flor de piel, dado en la tensión creciente entre turistas y locales, mezclados en una convivencia forzada y de conveniencia mutua; no exenta de enojos, roces y hasta golpes.
De pronto, la humanidad circundante se agrupa en dos grandes comunidades secretas, incluso para cada integrante; organizadas en base a códigos, complicidades, rituales tácitos y sobreentendidos, que prontamente se establecen y entran en silenciosa pugna. Pujas entre ambos conglomerados, a veces al interior de cada uno; o finalmente, todos contra todos y que cada uno guarde por su integridad y supervivencia.
La incomodidad revela mansamente la no condición de local ni el afán del turista.
Pero entonces, ¿qué?
Simplemente viajero, deslizando sobre la huella del rumbo que se abre y de la estela que se deja; sin pertenecer y sin intentar poseer lo que se presenta. Encuentro presente de memoria y futuro, abierto a las impresiones que puedan resonar en el cuerpo.
Viajero es un buen lugar, en sitios que se tornan hospitalarios cuando se pasa por segunda vez, cuando se vuelve a lo que ya se ha convertido en un hogar de tránsito.
El lector podrá objetar que se trata de una crónica banal.
Es posible.
Pero acaso ¿qué es la vida sino un extendido viaje sólo de ida?
El primer estremecimiento, la primera percepción del viajero es el encuentro con otras lenguas, y el descubrimiento de que cada lengua tiene musicalidad.
Particularmente se advierte en los saludos.
Los saludos son los umbrales de la lengua, al ingreso y a la despedida.
Las lenguas cantan. Incluso la lengua materna, pero para apreciarlo hay que poder salir y escucharlo desde una exterioridad.
Las lenguas canturrean.
“-Helloooouu” “Hi…Haiiiii…”
“- Bon Joouur..” “Ou revoir, orvuaaa..”
“-Hoolaaaa.” “Buuen díiiiiiiaaa” “ Buenaas nocheeeesss…”
Viajero incauto al fin, ignora lo que acontece a su alrededor.
Previamente a su llegada, locales y turistas habían decidido conjuntamente dirimir sus sordas peleas en un partido de rugby.
Quien ganara la partida impondría sus condiciones a partir de allí.
Una partida de rugby es una prueba física, aunque para sorpresa de los participantes, éste sería un partido sin la tradicional pelota ovalada.
Así, el viaje comienza con una llegada de improviso, en el medio de una tremebunda disputa internacional, en todos los escenarios, en todas las geografías, ciudades y descampados. Nada queda indiferente ni fuera de esta fiera disputa. Por un lado, el team turistas y por el otro lado, el team locales. Cada team con sus asistentes, estrategas y apoyos.
El primer incidente ocurre en el aeropuerto de Paris.
Como sería una costumbre que hace serie, se anuncia una demora en la partida del vuelo hacia Londres.
Acontece un fenómeno que merece detenerse a preguntar. Si las butacas están numeradas, ¿qué impulsa a los pasajeros a ubicarse en los primeros lugares de embarque? Primeros en subir al avión, primeros en subir las valijas, bolsos y mochilas en la baulera a bordo; y lógicamente al llegar, primeros en descender apelando a todo tipo de estratagema.
Por supuesto, se puja de un modo muy educado. Nunca falta el “-excusme” o el “excuse- moi”, a continuación de la embestida que lo ubica en primera fila. No se puede negar lo poolite ni el charme de los procedimientos, pero luego de embestidas infaltables al fin.
En forma disimulada pero no menos increíble, las aerolíneas han descubierto esta ansiedad de los turistas y locales por embarcar, por lo que aseguran una primera fila mediante el pago de una tarifa adicional junto a discapacitados y a mujeres embarazadas.
¡¡¡Encantador!!!
- Enchanté!!
- Very lovely!!!
No menos encantador que el resultado obtenido. Ahora hay una cola para lo que no quieren hacer cola, luego de la cual, embarcan los demás comunes mortales...
Hechos sólo comparables a lo que ocurre con el horario de apertura de los desayunadores en el hotel, previo a la salida de los transportes.
- Allez, allez!! Hay que aprovechar el día. Move on! Time is money!!!
Cientos de turistas aprontan en la línea de largada de sus respectivas habitaciones aguardando el horario de apertura, prestos a alcanzar ascensores cercanos o escaleras en su defecto; corriendo por pasillos y galerías, hasta la sala del continental breakfast. Presurosos por abrevar en fuentes y reservorios de los más variados e ingeniosas formas y mecanismos, en busca de abundantes alimentos y bebidas en un derroche de calorías y sabores; que deben alcanzar hasta la próxima vitualla.
Los turistas se apropian de historias, pasajes y objetos recluidos en museos.
Como dice Agamben, no hay figura que mortifique más la historia y la vida, que un museo, donde yacen restos cadavéricos pret a porter para un consumo insípido. Inevitablemente, salvo contadas excepciones, indigesta.
¿Se imaginan?
“Vea 3.000 obras de Picasso.” ¿Cómo seguir después de la número cien?
“Vea la historia de París” Muy atractivo. La sala uno comienza en el Pleistoceno. Piedras, piedras, piedras, piedras, piedras, piedras, fragmento….y después…cuándo?
- Uffff…
“Sala n°…” ¿?
Londres es directa, franca, espléndida, magnífica… pero, con cicatrices.
Una temporada en Londres es un curso expresso sobre pragmatismo y utilitarismo.
No se da cátedra. Se lo vive.
Una ciudad con historia milenaria que se renueva y recicla permanentemente. Sobre las ruinas de una construcción, se reconstruye. Sobre el testimonio de una historia, se hace lugar a una nueva.
El énfasis está puesto en el hacer y en lo práctico.
El sentimiento imperial inglés no radica en una pretendida superioridad, sino en la voluntad de hacer. Se compite con el valor de hacer. Prepotencia de trabajo diría Arlt.
Pero inevitablemente no se puede borrar los rastros dolientes de las grandes guerras. Hay cicatrices que la modernidad no alcanza a maquillar.
Aristocracia y privilegios de una minoría y vida austera de una mayoría.
Todo se acepta y el status quo funciona.
La vida se preserva en límites lógicos y no hay miseria extrema ni hambre. Hay austeridad que endurece el carácter de sus habitantes.
Londres es un espectáculo muy bien montado, con indicaciones precisas que establecen un orden de circulación y de límites; con un increíblemente hábil manejo de los símbolos.
Qué mejor ejemplo que el cambio de guardia del Palacio real.
En los palcos callejeros, su excelencia los turistas.
Los centinelas ataviados con uniformes refulgentes, con sus sones marciales, van y vienen en interminables desfiles. Aunque deja de interpretarse la Marcha de San Lorenzo, luego de la batalla de Malvinas.
La gente pugnan por conseguir buena ubicación y mirar. Quienes no alcanzan el sitial autorizado, deben circular.
Go on! Go! Go! Go! Go!Move on!Don´t stay here! Don´t stay here!
Keep moving! Keep moving!
Medidos gestos de Hombres y Mujeres policías que con calculada energía, sin empujones pero con firmeza, hacen circular a las multitudes en un circo interminable.
Luego del ritual, las bandas siguen su concierto, pero ya no de música militar. Suenan los sones de los Beatles, Elton John, Guns & Roses y otros que seducen al público.
El merchandising es abrumador e interminable, solo comparable al cholulismo de la gente.
Por qué se trata de mirar y de compra de souvenirs, sino por el intento de poseer, aunque sea a través de algún vestigio o una imagen almacenada.
Oh, las imágenes! ¡¡¡Oh, los celulares!!!
Los celulares han cambiado la forma de hacer turismo.
El celular se ha convertido en un endemoniado artefacto, munido de una pantalla capaz de captar a millones de personas y de llevarlos de la nariz por aquí, por allá y por más allá.
Los teléfonos móviles se han convertido en un instrumento decisivo que organizan movimientos y encontronazos, hasta confluir en más de un scrum inevitable.
A la salida del sol, al unísono del tañido de la campana; hordas de turistas se encolumnan y marchan tras las indicaciones de google maps, en compactas columnas de gente, que transita a pie firme por unos corredores y por otros, atravesando calles, cruces y curvas, aterrorizando a su paso a los locales, que resisten dando indicaciones erróneas cuando son consultados.
No obstante, el mismo google maps parece equilibrar su alianza con los turistas y con los locales; haciendo caer la señal del GPS en el momento oportuno, dejando a miles de turistas al garete o indicando una dirección justo cuando ya cayó el sol, sin incluir inexplicablemente en el mapa de la pantalla, una brújula que permita orientarse.
¿Y dónde está el norte? La referencia del Támesis no parece ser fiable, ya que a veces indica un punto cardinal, otras veces varía por su recorrido serpenteante.
Seguramente Google Maps mantiene un nivel de dificultad para evitar que la gente deje de pensar reposando en la I.A., procurando un entrenamiento para prevenir el Mal de Alzheimer.
¡¡¡Bravo por Googler Maps!!
Pero la influencia del celular no termina allí.
El teléfono móvil también saca fotos y filma videos, permite comunicarse, editar, ver las fotos obtenidas y enviarlas a amigos y conocidos, condición sine qua non de un viaje que se precie de tal.
El turismo se ha convertido en un vini, vidi, vinci. Pero fundamentalmente vidi, vidi, vidi a través de la fascinación de la pantalla.
Llegar y ver, capturar la imagen y lucirla, interponiéndose en la experiencia del encuentro y de las impresiones que dicha experiencia produce en el viajero.
Todo pasa a través de la lente mecánica del celular.
A esta altura, el team de los turistas tiene su propia interna.
Créalo estimado lector. Basta con que Ud quiera sacar una foto de un determinado ángulo y perspectiva, que seguramente otro turista tendrá la misma idea, invadiendo la escena; poniéndose delante suyo con su celular con idéntico propósito, o posando para vaya a saber qué posteridad.
Pero no alcanza con una foto. Se posa como si se estuvieran modelando en un imaginario desfile de celebrities.
Pero tampoco termina allí, faltaba algo más. Se invierten los roles, entre quién posa y quien saca las fotografías, multiplicando el tiempo de exposición y de interferencia para que otros turistas hagan el mismo ritual.
Ni hablar cuando se llega a un punto mirador panorámico. Las aglomeraciones, tironeos y roces a los codazos, pueden ser denodados y fatales. Por supuesto, no sin la cortesía de siempre, con una sonrisa breve.
“- Excusme Sr.” “-Excuse-moi Monsieur” “-Disculpas chaval”
El ojo de Londres, casas de té, infaltables pizzerías italianas, catedrales, iglesias y capillas de todas las épocas y estilos, reuniones vespertinas de pié a la salida de bares y pubs con infaltables pintas de cerveza, cristales con whisky, cocteles y tragos sofisticados de gente departiendo relajados luego de la jornada de trabajo; alegres o demasiado alegres. Barrios populares reciclados, antiguos mercados medievales reconvertidos, artistas callejeros.
Por supuesto, las grandes ciudades cuentan también con una vida subterránea, catacumbas y túneles. Esconden celosamente los secretos del pasado; alternando con una magnífica red de trenes y Metros, con galerías y salas enlazadas por escaleras mecánicas que incansablemente transportan a la gente.
En las escaleras mecánicas hay que guardar la derecha, para que por izquierda pasen raudamente la gente que sube y baja a pesar del movimiento mecánico que lo lleva. ¿Por qué esa prisa, por ganar a lo sumo 15 segundos?
Si se los observa un instante, se verán sus cuerpos rígidos de autómatas con miradas ausentes cargando con el cansancio de jornadas. Rostros endurecidos en un rictus expresivo, que reflejan una competencia con la escalera por establecer quién es más maquinal, quién es más robot.
No obstante, hay un lugar que muestra la capacidad de obra humana, donde la historia se bifurca.
Ingresar a los recintos, deambular entre sus paredes de piedra, permanecer en cada ambiente, permite experimentar por un lado, que la historia se ha detenido allí. Una historia que se siente y lleva a interrogar sobre lo que han debido sentir allí sus antiguos habitantes, imaginar las condiciones y adversidades que afrontaron.
Por otro lado, es una historia actual, que misteriosamente sigue viva en los fantasmas que la habitan.
Se trata de la Torre de Londres, ciertamente una ciudadela medieval, en cuya entrada se produce el encuentro con una Trovadora que canta melodías e historias de época y guía la travesía.
Llama la atención la transmisión de versiones de la historia acontecida que se propone en los relatos, con su crudeza y mordacidad, sin ocultamientos ni velos pomposos.
En espacio central, el dormitorio del Rey con su capilla. El cartel indica que allí murió el soberano, con dos versiones indiscernibles. Un Rey muerto de pena al recibir la noticia de la muerte del hijo en el campo de batalla, o un Rey muerto asesinado a traición, por apuñalamiento mientras rezaba en la capilla.
Relatos de batallas, construcciones inverosímiles de zoológicos, provisión de alimentos, herrajes y demás producción artesanal para lograr autosustento, rebeliones y castigos crueles, sentencias y condenas.
Por último, homenajes a los muertos en defensa de la Ciudadela y lo que ésta representa.
La circunstancia que enlaza lo antiguo y lo actual de la historia de este país se recrea en los homenajes a los muertos que sellan la alianza, en la alegría y en el dolor.
No se puede negar la sinceridad de los anuncios.
La travesía por Londres tiene su momento culminante en la invitación de la Trovadora y su bella hija, que a pesar de su juventud ya es ciudadana del mundo. Una cena tradicional en el Pub Mayflower, ocasión que deja una impresión cuyo recuerdo aún hoy emociona.
La llegada ocurre con el ocaso del sol, con un presagio sereno de un momento mágico.
Se trata del Pub más antiguo de la ribera del Támesis, que nace en el año 1550 con el nombre Shippie. En 1870 es reconstruido y rebautizado con el nombre Spread Eagle and Crown. Finalmente, en 1957 adopta su actual nombre, The Mayflower.
La entrada es un pórtico robusto y estrecho, que da a un ambiente a media luz con un mostrador de madera rústico.
Algunos parroquianos beben su trago ruidosamente, sentados en banquetas, al costado del salón no muy grande y poblado de algunas mesas.
Siguiendo un itinerario laberíntico, una estrecha e incómoda escalera conduce a un piso alto, con otras mesas distribuidas discretamente.
Una mesa en particular, aguarda nuestra llegada, iluminada por dos candiles, junto a una ventana vidriada que invita a un paisaje inolvidable.
Mientras nuestra querida Trovadora transmite la historia del lugar, un leve movimiento lateral distrae fugazmente la atención, pero debía tratarse de una confusión que no debe distraer.
Según cuentan The Mayflower es el nombre del barco que lleva a America a los Padres y Madres Peregrinos –Pilgrims Fathers- religiosos disidentes de la Iglesia Anglicana pero respetuosos del poder político de la época.
La Trovadora narra hazañas y muestras de valor de los peregrinos que harían un primer asentamiento en la nueva Tierra, con el valor de acordar con sus habitantes aborígenes un contrato de convivencia social.
Sobreviven a los rigores del primer invierno gracias a la ayuda de los Wampanoag, ayuda que retribuyen con una Jornada de celebración que pasa a conmemorarse cada año como Día de Acción de Gracias, o Thanksgiving Day.
El movimiento extraño y al principio imperceptible, se vuelve frecuente y evidente. Un agudo pinchazo en un dedo revela la presencia de dos duendes empuñando furiosamente un tenedor y arremetiendo con enjundia sobre la mano próxima.
¡¡Duendes!!
El lugar es mágico, ¡¡pero duendes haciendo travesuras, parece demasiado!!
Un manotazo alcanzó para dar con los duendes por tierra y retomar la calma del relato.
El Mayflower realiza varios viajes timoneado por su valiente Capitán Christopher Jones, cuyos restos reposan a la vera de la calle, en una tumba sobre la vereda opuesta y frente a la entrada del Pub.
Finalmente, el Mayflower pasa sus últimos días anclado en el muelle próximo a donde se erigiría el Pub.
Según cantos y alabanzas de época, el barco fue desguazado y con su madera se construyó el Pub. Si así no fuera, merecería ser cierto.
De pronto, tardíamente se advierte que cinco duendes llevan la pinta de cerveza al punto de no retorno de su derrame en la mesa. Con alarma se toma la jarra sin poder evitar que una parte de la dorada y apetecible bebida inunde la mesa, recibiendo todas las miradas acusadoras por la torpeza.
Duendes saltando por toda la mesa, llevándose el pan, corriendo los platillos con hummus y condimentos, amenazando la entrada de mariscos y los platos con fish and chips con cataratas de sal y pimienta…. Sin embargo, con sorpresa se corrobora que ningún comensal nota lo que está ocurriendo.
Había que neutralizar las amenazas de los duendes que parecían reír y divertirse impunemente. Hasta que la situación cobra mayor gravedad, por la acción de decenas de duendes aflojando el soporte de la araña central con velas que pende perezosamente del techo, cuya caída dejaría a oscuras el local y con riesgo de incendio.
Es un límite y algo debía hacerse. Se impone una negociación.
Los duendes tenían su reclamo para apaciguarse. Solicitan un tributo en homenaje a la historia y a sus caprichos: una provisión importante de obleas bañadas en chocolate, que fueron rigurosamente obsequiadas, y al parecer sometidas a un trabajo de campo preliminar y a la posterior deglución diaria en el Afternoon Tea.
Tras lo cual, los duendes acompañan, beben y cantan ruidosamente, en la mesa mágica junto a la ventana que da al Támesis, cuyo susurro de olas se hace escuchar, en una superficie calma que refleja la luna hasta el muelle donde algunas embarcaciones preparan su sueño reparador.
La noche continúa con una caminata a lo largo de la ribera del Támesis que permite atesorar una vista nocturna de la ciudad, en compañía de la cálida presencia y compañía de la amiga Trovadora y su joven hija, cuya despedida es un hasta siempre, caminando en la lejanía hasta perderse en la neblina de la noche.
Toda historia tiene su retorno. Créalo estimado lector.
Nunca el retorno es la simetría de un círculo, sino una elipse quebrada.
En algún momento, no se sabe cuándo, hay retorno. Apueste a ello.
Esta historia no ha de ser una excepción.
Mientras se concluye esta escritura, llega el retorno a través de un escrito de Pat, la querida Trovadora de Londres. Por el afecto que transmite, y por constituir una versión más seria y respetable que lo antedicho, se incluye a continuación.
El título de Trovadora se atribuye al cálido deseo de Patricia de transmitir la historia que a continuación leerán. Ese propósito motiva la invitación al Pub, y su trascendencia.
El rasgo que se acentúa en el afán de Patricia es conmovedor. La historia demuestra que es posible darse un conjunto de reglas que permita la vida en comunidad, un contrato social que sienta acuerdos entre diferentes y entre cada uno. Luego, es tomado como base de la constitución de un país que se irradió a otros países.
¿Acaso hay un propósito más digno en una época que parece empeñada en destruir sistemáticamente lo que hace comunidad?
Gracias Patricia e Irene. ¡¡Buena Vida!!
Addenda, "EL ENCUENTRO...."
"13 kilómetros"
Por: Patricia Gudiño
North bank.
Ahí estaban Mario y Laura, de pie, debajo del retrato de Ana Bolena, nuestro punto de encuentro después de cincuenta años de ausencia.
Mientras paseábamos por la ribera norte del Támesis, conversamos con la fluidez de viejos conocidos, como si hubiéramos retomado una conversación del día anterior. Mientras yo (saboreando cada palabra del castellano que salía por mi boca) contaba historias del viejo Londres, Mario me regalaba su mirada de asombro y curiosidad.
No olvido su cara de sorpresa y su reflexión sobre la importancia de los símbolos y el poder al escuchar por qué los colores de la bandera argentina colorean el Tower Bridge.
(Nota: La tradición de los ingleses es colorear las riendas del Tower Bridge con los colores de la nación vencida en la última guerra.
Con inmenso dolor notamos los colores argentinos. Más allá de todo chauvinismo, es el dolor por tantos jóvenes compatriotas muertos, vidas truncadas, amores perdidos y heroísmos llevados a una batalla desigual)
El Mayflower.
Aún recuerdo las miradas de incredulidad de Mario y Laura al ver la mesa que nos tenían reservada. Iluminada con velas y con vistas al Támesis, se podía respirar el auténtico estilo entre medieval y
temprana modernidad. ¡La mejor mesa del pub!, según el camarero.
temprana modernidad. ¡La mejor mesa del pub!, según el camarero.
Es el pub más antiguo construido sobre el Támesis (1550). Todavía conserva la estructura original, sus mesas y bancos de madera, sus gastados escalones imperfectos y los misteriosos recovecos que algún día cumplieron una función que hoy me cuesta imaginar.
El peso de la historia se te sube a los hombros en el Mayflower y es imposible no pensar en aquellas cuarenta familias de puritanos ingleses que partieron en ese mismo punto del río hacia América en busca de un nuevo mundo. Alquilaron un barco, el Mayflower, para llegar a las costas de lo que hoy es Manhattan, huyendo de la persecución religiosa de un rey fornicador y egocéntrico.
Con un sentido religioso muy alejado de las licencias y el boato de la iglesia de Roma, buscaban construir un mundo a su medida y con sus propias reglas. Religiosidad pura, sin intermediarios entre ellos y su Dios. Con muchos ideales, poco dinero y endeudados, se embarcaron en el Mayflower en el Puerto de Rotherhithe, en la ribera sur del Támesis, al este de Londres. El barco estaba anclado junto a una Public House llamada The Shippe. Me encanta imaginar que los pasajeros tuvieron sus últimas comidas en las mesas que, 473 años después, nos deleita con el Fish & Chips, especialidad de la casa.
Después de un viaje de dos meses, castigado por las tormentas, el hambre y el escorbuto, nunca alcanzaron las costas de lo que sería Nueva York. Se quedaron en la bahía de Cape Cod, en lo que hoy es la costa de Massachusetts. Allí exploraron, negociaron, construyeron, sembraron y cosecharon.
Mientras construían la colonia de Plymouth, vivieron en el barco. A pesar de la precariedad de las condiciones de vida, fueron capaces de redactar un paquete de reglas de autogobierno, una especie de “contrato social” que posteriormente sería la base de la Constitución de los Estados Unidos. Allí también redactaron un contrato de mutua protección y convivencia con los nativos. Un año después celebraron su primera cosecha en compañía de los nativos, cuentan por ahí que ese fue el origen de lo que posteriormente fue el Día de Acción de Gracias (Thanksgiving Day).
El viaje del Mayflower marcó el comienzo de la colonización inglesa en lo que ahora es Nueva Inglaterra. Tan centrados estaban en la tarea que, probablemente, nunca fueron conscientes de que estaban construyendo los fundamentos de toda una nación. El Mayflower se convirtió en un símbolo importante de los primeros colonos y su búsqueda de libertad y oportunidades en América.
Y mientras yo, muy peliculera, admiraba la tenacidad de estos visionarios, Mario (con la sabiduría que le ha dado analizar vidas ajenas) me hizo volver a la realidad con el comentario "esa gente que tanto admiras, ha generado mucho sufrimiento en sus hijos y las siguientes generaciones".
Y sí, es así. Estos "padres peregrinos", borrachos de mesianismo, inyectaron una sobredosis de autoexigencia y autocontrol que mataron el deseo en toda su descendencia.
Un año después (1621), el barco volvió al punto de partida y quedó anclado frente al pub hasta que fue muriendo poco a poco. Permaneció allí durante años hasta que el río se lo tragó. Ése fue su último viaje; su capitán murió meses después de su llegada y está enterrado en la pequeña parroquia frente al pub. Dicen que se usaron maderas del Mayflower para restaurar las vigas de la Public House. Con los años, The Shippe cambió de nombre y desde 1957 se llama The Mayflower. Actualmente, el pub tiene un libro que solo puede ser firmado por los descendientes de los 102 pasajeros del barco (Descendant Book).
South bank.
Después de la cena, hicimos el paseo de la Reina (the Queen’s walk) a lo largo de la ribera sur. Iluminado con sus neones celeste y blanco, el majestuoso Tower Bridge nos vigilaba con desconfianza. ¡Qué ironía!
Caminata nocturna desde el Mayflower hasta el Millennium Bridge, pasando por The Globe, el teatro en el que se representaban las obras de Shakespeare en el siglo XVII, y que aún hoy funciona. Hablamos de la familia, de la pobreza y la riqueza, de la salud y la enfermedad, y de la niña que nada entre tiburones.
La cúpula iluminada de Saint Paul's Cathedral nos miraba con indiferencia británica cuando nos despedimos con un fuerte abrazo y un hasta pronto.
Al llegar a casa, mi teléfono me avisó de que caminamos unos trece kilómetros en total. Trece kilómetros que me hicieron sentir en casa."
(Fin Parte I)
Continúara el próximo Jueves..... a las 9hs am Buenos Aires - Argentina en:
Atrapados por la Imagen
EDITORIAL - ATRAPADOS POR LA IMAGEN -
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Mario Kleiman, al presentarnos un minuscioso y detallado relato sobre los posibles avatares de un turista, fragmentos históricos y la descripción del Tower Brigde con nuestro pablellóm nacional flameando inmerecidamente como señal indigna... puede lograr que el viajero decida quedarse en casa o al menos obviar su paso por El Reino Unido.
ResponderBorrarGracias Marta por el comentario. Supongo que la segunda parte de la crónica agregará elementos de consideración.
BorrarMario, sin duda, una experiencia enriquecedora!! Has creado una obra que no solo relata un viaje a una ciudad, sino que también aborda temas más amplios sobre la experiencia humana, la cultura y la historia. Tu estilo literario es muy minuicioso y poético, lo que hace que el lector se sienta inmerso en cada escena y momento que describes. Me encantó cómo exploraste diversos aspectos del viaje y de la ciudad, desde los contrastes entre turistas y locales, hasta las anécdotas, la influencia de los celulares en el turismo moderno, la historia de lugares emblemáticos como la Torre de Londres y el Mayflower Pub y, los encuentros y conversaciones con personas que conociste durante tu estadía. Fue un placer leer tu crónica!! Espero al próximo jueves, para leer el final. Felicitaciones y muchas gracias por esta entrega!!
ResponderBorrarUn detalle más... Muy bellas las escenas captadas!! Bravo, gracias por compartir!!
BorrarGracias Luisiana. Viajar puede resultar en una experiencia donde dejarse alcanzar por los efectos de lo que se encuentra en cada encuentro. No hay prejuicios. Este relato ha sido el intento de reflejar eso
Borrar¡Excelente recorrido de un viaje, Impactante como lo es visitar Londres, su cultura, historia, arquitectura, costumbres y las grandes contradicciones que nos genera como argentinos, estar ahí, ver el Tower Brigde con nuestro pabellón nacional, me asaltan las lágrimas!! Gracias querido amigo por este arduo relato, y quedo a la espera de tu segunda entrega!!!
ResponderBorrarGracias Laura por el comentario y por tu arduo trabajo habitual.
BorrarMensaje de Inés Fiasconaro: Muy bueno, observación interesante del comportamiento humano, también en lugares públicos ( turistas y locales ) Felicitaciones!!
ResponderBorrarGracias Marta. Espero que la parte II no defraude la expectativa.
ResponderBorrarGracias Inés. Retribuyo el reconocimiento por las excelentes fotografías que estás publicando.
ResponderBorrarTu forma de decir te identifica aún cuando no firmes tus trabajos; es un mérito que pocos escritores/as alcanzan.
ResponderBorrarHasta el CAP. II!!!!
Mario en su relato de su viaje a Londres, habla sobre la condición del viajero y cómo se enfrenta a lo desconocido y lo imprevisto. Se adentra en la historia de la ciudad, destacando lugares emblemáticos como la Torre de Londres y el pub Mayflower, su historia y la transformación a lo largo de los años.
ResponderBorrarSurge la historia personal de un encuentro entre dos amigos, después de cincuenta años de separación. y todo es un motivo para reflexionar sobre temas como la historia, la familia y la vida en general
Una narración diferente , bien contada que despierta el interés del lector. Gracias Mario y muchos éxitos. !!!
Muchas gracias Tesi por su lectura.
BorrarConfidencial: desde que me dijo que el jueves próximo no cenaríamos (como es nuestra costumbre) porque viajaba, me asaltó la ansiedad por conocer sus impresiones. ¡Tiene una mirada sobre conductas individuales y colectivas que siempre me sorprenden y aportan! Obvio, es su profesión, pero -aun así- ...Le mandé casi a diario Wpp preguntándole por sus Londres, París, Venecia, Florencia, Roma, Nápoles...pienso que cansado de mi acoso me respondió: "Esperá mis crónicas en Atrapados" Bueno, acá están para el disfrute de todos. Sagaz, sensible, poético, implacable. Un placer leerlo. Este jueves reanudamos nuestros encuentros. Me preguntó si lo había leído en Atrapados: "¿Viste qué estupenda edición gráfica?"
ResponderBorrarGracias Pedro. Tu aporte infaltable por wapp, también ha sido incluido en la parte segunda de esta Crónica. Comparto el reconocimiento a las ilustraciones que acompañan el texto, fruto del trabajo dedicado de Laura Jakulis.
ResponderBorrarExelente! Me impacto su cultura ! Hermoso!
ResponderBorrarMario, sin duda un viaje inolvidable, tan descriptivo que nos hace viajar a esos lugares maravillosos, y hasta conocer a cada una de las personas que evocás, en los lugares por lo que estuviste. Muchas gracias por compartir esta crónica.
ResponderBorrarGracias Mario, tu mirada larga sobre los comportamientos, la batalla elegante entre turistas y locales, recorridos mágicos, gracias
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