Gustavo Adolfo Bécquer: la poesía hecha palabra
Adentrarse en la vida y obra de Gustavo Adolfo Bécquer supone iniciar un viaje por un mundo de luces y sombras, donde al final lo que queda es la sensación de haber presenciado la historia de un hombre, que como tal, está sujeto a múltiples contradicciones. De hecho, es precisamente esta característica la que nos permite leer sus poemas y hacerlos nuestros, o conocer los detalles de su azarosa vida, y experimentar los mismos miedos y alegrías que asaltaron al poeta.
Todo su mundo estará regido por un sinfín de oposiciones. Desde su postura política conservadora salpicada de ideas progresistas y filantrópicas, hasta la alternancia de períodos de máxima actividad y sabia pereza, pasando por un gusto musical que fluctúa entre la ópera y las seguidillas flamencas. De todo esto serán fieles testigos no sólo sus rimas y leyendas, sino también sus creaciones periodísticas o proyectos como la "Historia de los templos de España". Todos sus escritos dan muestra de un universo personal dividido entre el sueño y la razón, la mujer ideal y la mujer carnal, la idea y la palabra, la aristocracia y el pueblo, el sentimiento y la inteligencia...
Retrato del autor realizado por su hermano Valeriano Bécquer
Gustavo Adolfo Bécquer nació en Sevilla el 17 de febrero de 1836. Su nombre original era Gustavo Adolfo Domínguez Bastida, pero el poeta adoptó el segundo apellido paterno, Bécquer (originalmente un nombre flamenco, Becker). Su padre fue un estimable pintor sevillano cuyos antecesores habían emigrado a España en el siglo XVI. El hermano del poeta, Valeriano, llegó a ser un reconocido pintor y realizó el retrato más conocido de Gustavo Adolfo.
La muerte de sus padres (José Domínguez Bécquer en 1841 y Joaquina Bastida en 1847) se verá compensada con el cariño que recibe por parte del resto de la familia, especialmente de su madrina Manuela Monehay Moreno, así como por la constante actividad de Bécquer ya sea en la pintura, la escritura o la música. Aquellos que rodearon al poeta y lo conocieron de forma más íntima, como por ejemplo Ramón Rodríguez Correa o Narciso Campillo, señalan en sus testimonios tras la muerte del escritor cómo éste se destacaba en el campo del dibujo y la música. En este sentido, la infancia del poeta es muy importante porque sentará las bases de lo que serán más tarde sus escritos.
No obstante, y de nuevo gracias a los recuerdos de familiares y amigos del poeta, sabemos también que Bécquer tenía cierta fineza de oído así como bastante pericia a la hora de poner sus manos en un piano o una guitarra. De hecho, es curioso que sean precisamente estos dos instrumentos los que aparezcan vinculados a él, puesto que muy bien podrían reflejar de forma simbólica las dos corrientes musicales que más inspiraron a Bécquer: la música clásica (piano) y la música popular andaluza (guitarra). Desde la juventud del sevillano, los cantares y las coplas del pueblo estarán presentes en su obra, si bien, será gracias a su contacto en Madrid con Augusto Ferrán cuando su preocupación por lo popular tomará tintes más ideológicos, de preocupación social por el pueblo y sus manifestaciones.
La música estará presente una y otra vez en las leyendas y en las Rimas, íntimamente ligada con la naturaleza y con las teorías neoplatónicas de la armonía del cosmos que hereda de la escuela poética sevillana. De este modo, su pasión por la melodía no es algo postizo, sino que su proceso de creación aparece vinculado de forma muy estrecha con el de composición de la poesía. Esta conjunción de música, naturaleza y poesía se encuentra muy bien reflejada en la leyenda El miserere, donde el protagonista, que es un músico, y por extensión, la representación del artista en general, trata de encontrar la obra máxima ayudándose de la inspiración que le ofrece la naturaleza:
«mi único pensamiento fue hallar una forma musical tan magnífica, tan sublime, que bastase a contener el grandioso himno de dolor del Rey Profeta (...) La música sonaba al compás de sus voces: aquella música era el rumor distante del trueno que, desvanecida la tempestad, se alejaba murmurando; era el zumbido del aire que gemía en la concavidad del monte (...) Todo esto era la música y algo más que no puede explicarse ni apenas concebirse (...) el músico que la presenciaba, absorto y aterrado, creía estar fuera del mundo real, vivir en esa región fantástica del sueño en que todas las cosas se revisten de formas extrañas y fenomenales.»
(«El Miserere», El Contemporáneo, 17-abril-1862).
A la música y a la pintura habrá que añadir la huella indeleble que le dejará la literatura durante su juventud. El acceso que tuvo Bécquer a la biblioteca de su madrina Manuela le proporcionará un conocimiento detallado de los autores más relevantes del siglo anterior y del Romanticismo europeo. Por otro lado, una de las figuras clave en el proceso de aprendizaje literario del joven poeta será Alberto Lista, prestigioso representante de las bellas letras sevillanas. Bécquer entrará en contacto con el maestro a través de su obra Ensayos literarios y críticos y de su discípulo, Francisco Rodríguez Zapata. Con tan sólo doce años de edad, Bécquer compone la Oda a la muerte de don Alberto Lista, en la cual sigue los preceptos clasicistas que éste le enseñó.
Bécquer siempre tuvo claro el camino poético que debía seguir, y para ello recaba toda la información necesaria desde muy joven, interesándose por la literatura europea que le llegó, entre otras vías, a través de las enseñanzas de Lista. Bécquer trata de insertarse en la línea de los poetas del sentimiento como Garcilaso, Herrera y Rioja, que crearon un lenguaje propio para la expresión del amor, pero para ello necesita nuevos modelos, como Lamartine, Musset, Byron...
De este modo, puede decirse que el sevillano destaca de forma precoz en su concepción de la literatura, pues ya es consciente de por dónde quiere que se encamine su escritura, así como también desde muy joven realiza ejercicios de creación literaria terminando o empezando obras incompletas, componiendo poemas o planificando futuras piezas teatrales. Todas las preocupaciones sobre el amor, la muerte o la inspiración literaria que una y otra vez encontramos en los textos de Bécquer ya se intuyen en unas reflexiones que el poeta hace en el libro de cuentas de su padre. Del mismo modo, especifica cómo para el artista todas las bellas artes son simples manifestaciones de un único sentimiento:
«El ángel de las ilusiones nos conduce sobre sus doradas alas a un mundo desconocido, a esa región que tanto halaga nuestros sueños de juventud (...) Entre la niñez y los primeros sentimientos del amor hay una edad incomprensible para nosotros (...) Qué edad más hermosa que la juventud, que esa edad en que el hombre en el estado casi de una inocencia envidiable (...) La poesía, la música, la pintura, las bellas artes, todo lo más hermoso y más perfecto es hijo de este entusiasmo.»
(«Meditación», Libro de cuentas).
Durante una estancia en Sevilla en 1858, estuvo nueve meses en cama a causa de una enfermedad; probablemente se trataba de tuberculosis, aunque algunos biógrafos se decantan por la sífilis. Durante la convalecencia, en la que fue cuidado por su hermano Valeriano, publicó su primera leyenda, El caudillo de las manos rojas, y conoció a Julia Espín, según ciertos críticos la musa de algunas de sus Rimas, aunque durante mucho tiempo se creyó erróneamente que se trataba de Elisa Guillén, con quien el poeta habría mantenido relaciones hasta que ella lo abandonó en 1860, y que habría inspirado las composiciones más amargas del poeta.
En 1861 contrajo matrimonio con Casta Esteban, hija de un médico, con la que tuvo tres hijos. El matrimonio nunca fue feliz, y el poeta se refugió en su trabajo o en la compañía de su hermano Valeriano, en las escapadas de éste a Toledo para pintar. La etapa más fructífera de su carrera fue de 1861 a 1865, años en los que compuso la mayor parte de sus Leyendas, escribió crónicas periodísticas y redactó las Cartas literarias a una mujer, donde expone sus teorías sobre la poesía y el amor. Una temporada que pasó en el monasterio de Veruela en 1864 le inspiró Cartas desde mi celda, un conjunto de hermosas descripciones paisajísticas.
Económicamente las cosas mejoraron para el poeta a partir de 1866, año en que obtuvo el empleo de censor oficial de novelas, lo cual le permitió dejar sus crónicas periodísticas y concentrarse en sus Leyendas y sus Rimas, publicadas en parte en el semanario El museo universal. Pero con la revolución de 1868, el poeta perdió su trabajo, y su esposa lo abandonó ese mismo año.
Se trasladó entonces a Toledo con su hermano Valeriano, y allí acabó de reconstruir el manuscrito de las Rimas, cuyo primer original había desaparecido cuando su casa fue saqueada durante la revolución septembrina. De nuevo en Madrid, fue nombrado director de la revista La Ilustración de Madrid, en la que también trabajó su hermano como dibujante. El fallecimiento de éste, en septiembre de 1870, deprimió extraordinariamente al poeta, quien, presintiendo su propia muerte, entregó a su amigo Narciso Campillo sus originales para que se hiciese cargo de ellos tras su óbito, que ocurriría tres meses después del de Valeriano.
La obra de Gustavo Adolfo Bécquer
La inmensa fama literaria de Bécquer se basa en sus Rimas, que iniciaron la corriente romántica de poesía intimista inspirada en Heine y opuesta a la retórica y ampulosidad de los poetas románticos anteriores. La crítica literaria del momento, sin embargo, no acogió bien sus poemas, aunque su fama no dejaría de crecer en los años siguientes.
Las Rimas, tal y como han llegado hasta nosotros, suman un total de ochenta y seis composiciones. De ellas, setenta y seis se publicaron por vez primera en 1871 a cargo de los amigos del poeta, que introdujeron algunas correcciones en el texto, suprimieron algunos poemas y alteraron el orden del manuscrito original (el llamado Libro de los gorriones, hoy custodiado en la Biblioteca Nacional de Madrid).
El contenido de las rimas ha sido dividido en cuatro grupos: el primero (rimas I a XI) es una reflexión sobre la poesía y la creación literaria; el segundo (XII a XXIX), trata del amor y de sus efectos en el alma del poeta; en los poemas del tercer grupo (XXX a LI) predominan el desamor y el desengaño; y los del cuarto (LII a LXXXVI) muestran al poeta enfrentado a la muerte, decepcionado del amor y del mundo. Las Rimas se presentan habitualmente precedidas de la "Introducción sinfónica" que, probablemente, Bécquer preparó como prólogo a toda su obra.
Su prosa destaca, al igual que su poesía, por la gran musicalidad y la sencillez de la expresión, cargada de sensibilidad; siguiendo los pasos de E.T.A. Hoffmann y Edgar Allan Poe, sus Leyendas recrean ambientes fantásticos y envueltos en una atmósfera sobrenatural y misteriosa. Destacan por ese ambiente de irrealidad, de misterio, situado siempre sobre un plano real que deforma y desbarata. Así, en La Corza blanca, donde la protagonista se transforma de noche en el citado animal; o en El monte de las ánimas, en la que el mismo escenario de un paseo amoroso se transforma en el campo del horror fantasmal y en la que el terror llega hasta la alcoba mejor defendida y adornada; o, por fin, en Los ojos verdes y, sobre todo, El rayo de luna, donde lo irreal, enfrentado a la realidad, hace optar a los protagonistas por el sueño, por la locura en la que quieren vivir lo que la realidad les niega. Son logradas las descripciones de ambientes: el barullo de la entrada en la catedral en Maese Pérez, el organista, el silencio del claustro en El rayo de luna o las procesiones fantasmales de La ajorca de oro y El Miserere.
Gustavo Adolfo Bécquer representa la transición del romanticismo al simbolismo en España, principalmente en la poesía, pero también en la prosa. La crítica actual lo considera un precursor del modernismo. Las rimas y las leyendas son lo más conocido de la obra de Bécquer. En sus Rimas -poemas sencillos y breves- vemos una poesía desnuda de artificios, una poesía de máxima condensación lírica. Los temas que reaparecen en su obra son tres: el amor, la soledad y el misterio, no solamente del destino humano sino de lo poesía misma.
Algunas de las frases célebres de, Gustavo Adolfo Bécquer.
• “La soledad es el imperio de la conciencia”.
• “El que tiene imaginación, con qué facilidad saca de la nada un mundo”.
• “Los suspiros son aire y van al aire. Las lágrimas son agua y van al mar, dime mujer, cuando el amor se olvida, ¿sabes tú a dónde va?”.
• “Podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía”.
• “Mi cerebro es el caos, mis ojos la destrucción, mi esencia la nada”.
• “La soledad es muy hermosa... cuando se tiene alguien a quien decírselo”.
• “El amor es un misterio. Todo en él son fenómenos a cual más inexplicable; todo en él es ilógico, todo en él es vaguedad y absurdo”.
• “Por una mirada, un mundo; por una sonrisa, un cielo; por un beso... ¡Yo no sé que te diera por un beso!”.
• “Y el pensamiento es necesario ejercitarlo, se debe cada día y de nuevo y de nuevo pensar, para conservar la vida del pensamiento”.
• "En el majestuoso conjunto de la creación, nada hay que
me conmueva tan hondamente, que acaricie mi espíritu y dé vuelo desusado a mi fantasía como la luz apacible y desmayada de la luna".
• "Necesito descansar; necesito, del mismo modo que se sangra el cuerpo por cuyas henchidas venas se precipita la sangre con pletórico empuje, desahogar el cerebro, insuficiente a contener tantos absurdos".
• "El amor es un caos de luz y de tinieblas; la mujer, una amalgama de perjurios y ternura; el hombre, un abismo de grandeza y pequeñez; la vida, en fin, puede compararse a una larga cadena con eslabones de hierro y de oro".
• "He aquí, hoy por hoy, todo lo que ambiciono: ser un comparsa en la inmensa comedia de la Humanidad; y concluido mi papel de hacer bulto, meterme entre bastidores sin que me silben ni me aplaudan, sin que nadie se dé cuenta siquiera de mi salida".
• "Yo quisiera forjar para cada uno de vosotros una maravillosa estrofa tejida de frases exquisitas, en la que os pudierais envolver con orgullo, como en un manto de púrpura. Yo quisiera poder cincelar la forma que ha de conteneros, como se cincela el vaso de oro que ha de guardar un preciado perfume".
• “El alma que hablar puede con los ojos también puede besar con la mirada”.
• “El espectáculo de lo bello, en cualquier forma en que se presente, levanta la mente a nobles aspiraciones”.
• “El recuerdo que deja un libro es más importante que el libro mismo”.
• “Los sueños son el espíritu de la realidad con las formas de la mentira”.
• “¡Lástima que el Amor un diccionario no tenga donde hallar, ¡cuándo el orgullo es simplemente orgullo y cuándo es dignidad!”
• “¡Llora! No te avergüences
de confesar que me has querido un poco”.
• “Él la amaba; la amaba con ese amor que no conoce freno ni límite; la amaba con ese amor en que se busca un goce y sólo se encuentran martirios, amor que se asemeja a la felicidad y que, no obstante, diríase que lo infunde el Cielo para la expiación de una culpa.”
• “Cada mujer tiene su sonrisa propia y esa suave dilatación de los labios toma formas infinitas, perceptibles apenas, pero que les sirve de sello”.
• “Asomaba a sus ojos una lágrima, y a mi labio una frase de perdón, habló el orgullo y se enjugó su llanto, y la frase en mis labios expiró”.
• “Dices que tienes corazón, y sólo lo dices porque sientes sus latidos. Eso no es corazón…; es una máquina, que, al compás que se mueve, hace ruido”.
• “Dos ideas que a la par brotan, dos besos que a un tiempo estallan, dos ecos que se confunden, eso son nuestras dos almas”.
• “Es un sueño la vida, pero un sueño febril que dura un punto”.
Trabajo de investigación y edición: Isa Santoro.
Administradora de Atrapados por la Imagen
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¡Querida Isa, me encanta leer esta hermosa nota sobre el gran poeta de todos los tiempos, Gustavo Adolfo Bécquer, ya que conocí su literatura, cuando tenía apenas trece años!!! ¡Tu trabajo, me trajo muchos recuerdos!!! Muchas gracias y felicitaciones!!!
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