"PIZZA, BIRRA, FASO", EL NUEVO CINE ARGENTINO.
Hace casi veintisiete años, el 15 de enero de 1998, llegaba al cine "Pizza, birra, faso", la épica social dirigida por Bruno Stagnaro y Adrián Caetano. El estreno de este film, que contaba la historia de un grupo de amigos que debían sobrevivir en las calles de Buenos Aires , consolidó el llamado Nuevo cine argentino, el cual abarcó a una serie de películas que se desentendían de los mandatos cinematográficos previos y con nervio fílmico registraban de forma poco tradicional otro tipo de historias.
Bruno Stagnaro y Adrian Caetano se conocieron en el ciclo Historias Breves, una antología que se convirtió en la trinchera desde la cual jóvenes realizadores presentaban cortometrajes que respiraban una libertad absoluta. Eran piezas pequeñas, pero también eran la firme promesa de un nuevo cine. En esa época, ambos decidieron unir fuerzas para probar suerte en un concurso para realizar un largometraje para cable. "Me interesaba una cosa ligada a esa cuestión sucia, urbana, de cierta naturalidad en el léxico, en el modo de hablar. Yo leía mucho Bukowski y Salinger, que por ahí no tienen nada que ver, pero en ellos había una búsqueda de cierta verbalidad muy naturalista. Por otro lado, en esa época había visto Rapado y me había parecido muy interesante esa cosa despojada que tenía la película de Martín Rejtman. En tanto, Adrián venía haciendo unos cortos que si bien no tenían una cosa tan urbana, sí me parecía que tenían esa búsqueda realista de contar historias con pibes de barrio", recuerda Stagnaro.
Los personajes de Pizza, birra, faso como los de Salinger fantasmean por la ciudad, y esa fue la vida del propio Stagnaro en el tiempo previo a escribir su ópera prima: "Mi vinculación con el universo de Pizza... arranca al final de la adolescencia, terminando el colegio y recorriendo mucho esa zona, en donde después transcurrió parte de la historia. Recuerdo que hubo una noche en particular, bastante antes de la película, que en una de esas caminatas nocturnas llego a Rubén, el muchacho sin piernas del film, y lo veo rodeado de noche. Y eso fue impregnándolo todo hasta desembocar en ese relato".
La última pieza que completó el rompecabezas provino del lugar menos pensado y en el momento menos indicado. Mientras Stagnaro trabajaba en la provincia de Chaco para un documental sobre Chagas, se cruzó con un médico que le contó una anécdota que lo inspiró: "El disparador que teníamos era la grabación de un tipo contando el robo a un taxi, que luego fueron los primeros cinco minutos de película. Tuvimos la suerte que el tipo lo contó con una gran verdad, reproduciendo los diálogos de los personajes muy bien y eso sentó las bases del ritmo del habla de los personajes. Me pareció tan interesante el modo en que lo contaba, que le pedí permiso para grabarlo y eso después lo compartí con Adrián".
El aventurado rodaje.
Una vez finalizado el guion, Caetano y Stagnaro lo presentaron y ganaron el premio que les permitió hacer el film. En ese momento, "Pizza, birra, faso" no iba a ser más que una película para cable y su destino en la pantalla grande no era ni siquiera una posibilidad. Los directores tenían entre manos un relato muy atípico que iba a demandar una filmación más atípica aún, pero antes había que encontrar a los intérpretes correctos. El grupo de protagonistas presentaba a un muchacho de Córdoba, a su novia embarazada y a Pablo, su mejor amigo.
En la serie de castings apareció Jorge Sesán, un joven de 17 años que rápidamente se convirtió en el Pablo que los directores buscaban. "En esa época yo laburaba de albañil y ese fue mi primer paso en la vida profesional. La primera vez que actué fue en el casting de Pizza... Yo hice casting siete u ocho veces hasta que me confirmaron que hacía la peli y antes de filmarla también estuvimos como un mes todos los actores conviviendo. Pizza... fue algo muy importante para mí, los directores y el Cordobés me acompañaron. Yo nunca había estado en un set de filmación, así que esa actuación realmente es de los directores y de mis compañeros", recuerda Sesán.
No resulta extraño que para interpretar a Sandra, la novia del Cordobés, los realizadores hayan buscado a una actriz que realmente estuviera esperando un bebé, y que pudiera darle a su trabajo esa verdad que a Stagnaro y Caetano tanto les interesaba. Así llegó a la producción Pamela Jordán, una joven intérprete que estaba embarazada de siete meses, pero que no temió ponerle el cuerpo a la filmación: "El casting fue divino, nos encontramos en un bar con Bruno, Adrián y también con Héctor. Ahí me dieron algunas escenitas y ensayamos. Héctor era muy divino, súper carismático", recuerda Jordán. El Héctor que Pamela menciona es Héctor Anglada, el actor que tuvo el carisma suficiente para convertirse en el centro de la historia y que murió en 2002 en un accidente.
Héctor Anglada, el corazón del relato.
Héctor Anglada estaba transitando el comienzo de una prometedora carrera cuando en 2002 y con 27 años murió en un accidente, pero su breve currículum fue suficiente para convertirlo en uno de los emblemas de la época. Héctor no actuaba,Héctor era y esa honestidad lo convirtió en uno de los referentes obligados del Nuevo Cine Argentino. "Héctor ya había trabajado en dos cortos de Adrián. Cuando empezamos a escribir, él me lo propuso y me pareció una buena idea que, el protagonista tuviera una especie de rencor primario hacia el entorno que lo rodeaba. Eso le sumaba una veta de humor en medio de tanta crudeza. Cuando ganamos el concurso de Telefilms, me fui con Adrián a Carlos Paz para conocerlo y me pareció bárbaro, pegamos onda enseguida al punto tal que después durante gran parte del proceso de la película terminamos conviviendo", cuenta Stagnaro.
El Cordobés era el eslabón que unía a los personajes de la historia. Pablo era su amigo y Sandra su pareja. Para Jorge Sesán y Pamela Jordán, el tiempo que pasaron con Anglada adelante y detrás de cámaras fue muy importante. "Héctor era muy querible. Yo en ese momento vivía en Villa Urquiza, y Héctor me venía a buscar a casa, tomábamos mate y nos íbamos en tren juntos. La idea de los directores era que realmente nos juntáramos para que las escenas y los diálogos salieran naturales", recuerda Jordán y agrega: "Héctor hubiera hecho una gran carrera y de hecho la hizo en un tiempo corto [después del film trabajó en Pol-ka]. Era un pibe divino y nos regaló toda su inocencia y sinceridad en Pizza, birra, faso".
Jorge Sesán y Héctor Anglada se conocieron en Pizza y esa sociedad derivó en una fuerte amistad.
Para Sesán la relación con el Cordobés fue el de una amistad que traspasó la pantalla: "Mi relación con él fue la mejor, fue mucho más humana que profesional. Cuando yo hice la peli no era profesional, pero Héctor sí. Él me ayudó y me aconsejó y no sólo con la actuación sino con cosas que charlábamos de la vida misma. Me dejó una gran amistad. Con el tiempo yo me fui a su casa en Córdoba y después él estuvo viviendo en Laferrere. Hasta que falleció nos seguíamos viendo, nos queríamos y nos respetábamos un montón. Sin lugar a dudas, es mi compañero en todo esto".
Todos los que conocieron a Anglada lo recuerdan con cariño e indudablemente el vínculo que los unió con él hace eco en la actualidad. Stagnaro incluso reveló un homenaje que le hizo en su ficción más reciente: "El cordobés era muy niño, muy divertido. Tenía una adoración tremenda por su abuela, para él era como su madre. Un poco en homenaje a él fue que en "Un gallo para Esculapio" incorporé eso para el personaje de Nelson , pensando en la historia del Cordobés. Él era un tipo muy cálido, muy querible".
Cosas que hoy parecen locuras irrepetibles.
"Cosas que hoy parecen locuras irrepetibles", esta es una de las frases con las que Stagnaro sintetiza lo que fue el rodaje de "Pizza, birra, faso". La filmación, si bien estaba pautada y debía seguir un orden previsto, también tuvo altas dosis de improvisación. El rodaje incluso derivó en encontronazos con la policía. "El primer plano de la película, el de los chicos en medio de un operativo policial, fue algo que nos pasó de verdad", dice Stagnaro y agrega que el choque con la policía se produjo cuando un grupo de oficiales detuvo el vehículo que estaban utilizando para filmar una escena. "Salimos con el Fairlane de filmar una escena, iba manejando Caetano, y teníamos las armas de utilería arriba y en eso nos paró un patrullero y cuando vieron las armas nos llevaron a la comisaría", añade Sesán a la anécdota.
"El auto estaba detenido en medio de cinco patrulleros, con los canas muy nerviosos, las armas de fogueo sobre el capó y los policías con ithacas. Ahí intentamos explicarles que era todo una filmación, pero los tipos no querían saber nada. En un arrebato me puse a filmarlos un poco para amedrentar y para que vieran que realmente era una película y eso terminó siendo el primer fotograma. Esa era la impronta de lo que hacíamos: una mezcla entre cierto amateurismo y una urgencia que no se detenía", reconoce Stagnaro.
La escena final, en la que Pablo y el Cordobés escapan de la policía en auto, fue otro de los grandes riesgos de la filmación. Stagnaro consideró que eso pudo "haber sido un desastre" mientras que Sesán recordó: "Me animaba a manejar el volante, pero no tenía idea cómo se pasaban los cambios, entonces fue una locura porque era ir a ciento veinte por San Juan, con el Cordobés al lado mío diciéndome 'pisá el embrague'. Obviamente que lo refundimos al cochecito. Eso fue una locura".
Esas experiencias al límite no atentaron contra el espíritu de un equipo que se mantuvo siempre unido. "Ya desde el primer momento se respiraba algo muy lindo, muy natural, nadie estaba en pose, no había una cosa dictatorial de ninguno de los dos directores, era un re lindo equipo de laburo. Todos jóvenes, todos pilas y ayudando. Desde el primer momento de la filmación todos me trataron súper bien, a mí y a mi panza", sostiene Jordán.
Entrar al Obelisco, una misión difícil de cumplir.
Los protagonistas de la película buscan adueñarse, al menos simbólicamente, del centro porteño. Por ese motivo, el Obelisco es para ellos una obsesión constante, y así como para el Cordobés y sus amigos meterse ahí fue una aventura, para el equipo técnico fue una experiencia similar. "Teníamos la necesidad de filmar eso, pero no nos daban el permiso para entrar. Cuando vimos que no nos lo iban a dar, planeamos entrar en cuanto viéramos la puerta abierta y un día fuimos, la vimos abierta y dijimos 'lo hacemos'. Nos trepamos como se trepan los personajes, sabiendo que podía llegar la cana en cualquier momento y cuando terminamos de hacer la última toma efectivamente cayó la policía. Ahí empezamos a decirles que éramos estudiantes de cine, que no sabíamos nada", detalla el director sobre el rodaje de esa especial escena.
Atentos a no perder el material grabado en el Obelisco, el equipo técnico tenía previsto un plan muy sencillo en caso de que les requisaran la cámara. Marcelo Lavintman, el director de fotografía, le explicó a Martín Fernández Cruz, periodista que hizo la nota para La Nación, en qué consistía el truco: "Como sabíamos que nos iban a rajar, el único miedo que teníamos era el de perder lo que habíamos filmado, por eso teníamos una cámara de repuesto con cinta virgen. Entonces yo iba a meter la cámara de 16 en mi campera, para darles a ellos otra. Cuando llegó la policía y nos sacaron de ahí, entregamos la cámara de repuesto, pero no les importó demasiado. Simplemente les preocupaba que estuviéramos en un lugar en el que no se podía estar".
Música y luces de la ciudad.
En "Pizza, birra, faso" , la ciudad y sus sonidos se retrataron de una forma natural, poniendo el acento en cómo eran los lugares y los ruidos que convivían con el grupo de protagonistas. Al respecto, Lavintman comenta que hasta ese momento no había ningún largometraje que reflejara Buenos Aires como querían mostrarla ellos: "No tenía sentido ponerse a contar algo narrativamente tan crudo con una imagen estilizada o preciosista. La referencia que usábamos era el criterio. De hecho, en esa época había salido un tipo de película para filmar nuevo y nosotros sabiendo eso, igual decidimos usar el material viejo porque no queríamos que viniera ninguna innovación a sacarnos esa crudeza". Era imprescindible para construir el registro urbano que buscaba el equipo filmar así.
La cumbia es la otra gran protagonista de la trama y la bailanta también necesitaba estar presente en ese universo. El elegido para componer la música del film fue Leo Sujatovich, un prestigioso artista cuyo currículum incluye una extensa sociedad con Luis Alberto Spinetta. El músico recordó cómo trabajó la música de este film: "Los directores no querían generar la típica música incidental, que uno bien podría ponerle a una película como esta en la que hay momentos de tensión o persecuciones. Ellos lo que querían era trabajar básicamente con una música que rodeara al mundo de esos personajes".
Para encontrar ese registro musical, Sujatovich tuvo que interiorizarse con un ritmo que le era completamente ajeno: "Me encontré yendo a comprar discos de música bailantera para poder escuchar y sumergirme en ese mundo. En algún sentido tuve que poner en valor algo que posiblemente haya subestimado bastante como músico. Esa sordidez que los directores querían pintar en la historia estuvo dada entonces por esa música que sonaba a la luz de una pizzería y bajo el rostro angustiante de esos chicos".
Un legado ineludible.
Con todo el material filmado y con la promesa de debutar en el cable, el destino quiso que el largometraje llegara a las salas de cine. Para este cambio de pantalla fue clave la aparición del crítico de cine Claudio España, quien fue uno de los primeros en ver el gran potencial de esta producción. "La película fue filmada pensando en que iba a terminar en televisión, pero después alguien terminó viendo el armado y dijo: 'Esto tiene que ser un largometraje'. Ese alguien fue concretamente un integrante del equipo de selección del Festival de cine de Mar del Plata, fue Claudio España. Él ayudó mucho en la gestión para que el INCAA pusiera la plata para que Pizza... finalmente se convirtiera en una película", comentó Lavintman.
"Pizza, birra, faso" se estrenó en 1998 y su llegada fue la auspiciosa entrada en escena de nombres que comenzaron en los márgenes, pero que pronto se convirtieron en los protagonistas. La irrupción de Rejtman y este trabajo de Stagnaro y Caetano mostraron la necesidad de darle la bienvenida a otras voces cinematográficas como las de Pablo Trapero, Lucrecia Martel o Lisandro Alonso, entre muchísimos otros.
Como un viaje de egresados que se terminó y dejó huella en todos sus involucrados, el legado de "Pizza, birra, faso", se extiende hasta el presente y los que participaron del film lo recuerdan como una gran escuela. Sobre qué significa la película hoy, Sesán expresa: "Pizza, birra, faso", me despertó el tener ganas de hacer algo, porque yo tenía 17 años y era un chabón que no sabía qué quería hacer de su vida. Me dejó un oficio y hoy, después de tantos años, me dejó mucha gente que conozco y quiero un montón". En tanto, Jordan dice: "Estoy súper orgullosa de haber pertenecido a este film, para mí es un honor. Son esas cosas mágicas que pasan y sin darte cuenta terminás formando parte de algo que quedó en el sello de Buenos Aires, me encanta".
Para Stagnaro, quien cumplió 23 años el día que comenzó la filmación, la película fue un paso decisivo en su carrera: "Me dejó cosas buenísimas y también me dejó una carga importante que siento que me costó bastante elaborar y que fue la combinación de Pizza y Okupas. Durante mucho tiempo intenté encontrar algo para expresarme, que tuviera otro registro para no repetirme, y me costó y me cuesta salir de ahí. Como que tuvo su lado bueno y su lado no tan bueno".
A casi veintisiete años de su estreno, "Pizza, birra, faso", aún es el testimonio de una Buenos Aires en un momento de coyuntura. Sus directores supieron demostrar una gran sensibilidad para retratar a una generación de jóvenes que no tenían más planes a futuro que comer una porción de pizza en Ugi´s al final del día. Y con esa nueva cotidianidad trágica, Stagnaro y Caetano revolucionaron el cine argentino.
Sin duda,"Pizza, birra, faso" , perdurará entre lo mejor de nuestra cinematografía.
Si querés ver la película, hacé click en el link de abajo.
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Idea, Investigación y Edición: Isa Santoro.
Administradora de Atrapados por la Imagen.
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