ATRAPADOS POR LA IMAGEN
Cuentos y Relatos Presenta a...
MARIO KELMAN
"Artista de Atrapados por la Imagen"
en...
-Escansiones: I, II, III, IV -
"HISTORIAS BASADAS EN HECHOS REALES"
-Escansiones: I, II, III, IV-
Mario Kelman
"HISTORIAS BASADAS EN HECHOS REALES"
I - Modelo web-cam
El cuarto en penumbras está poblado de sombras que se mueven con sigilo.
Un destello de luz rasga lo oscuridad y baña una tersa piel cetrina, tibia, suave y femenina.
Los párpados se abren de una vez dejando asomar una mirada tensa y desafiante.
Una mano desliza sobre el hombro levemente alzado, transmite una desnudez sin amparo y un gesto de erotismo prolongado.
La respiración se altera apenas, comprimida por los apretados cornetes de la nariz, que contraen la piel y marcan algunas arrugas. El aliento se intensifica, dulce sobre agrio.
Enfrente, la cámara web impertérrita, anónima, mecánica.
Sin parpadear la lente se ajusta a la silueta ondulante, con redondeces, huecos sugerentes y recorridos susurrantes.
El mismo espectáculo recreado una y otra vez, se presta a sostener velos que ocultan y muestran, pasiones y fantasmagorías.
Una danza de ardientes y secretas seducciones despiertan suspiros y ritmos vergonzantes.
No obstante, relatos nunca comprobados y probablemente de mala fe; hablan de voluntades violentas que incursionan y se atreven a ir más allá de las imágenes.
Osan mostrar a sus ídolos un sacrificio criminal.
Mágicas ceremonias deleznables a cargo de almas infrahumanas capaces de blandir cruelmente azotes, cuchillos y garrotes.
Mujeres que deambulan como almas en pena, sin dejar huella en los suelos.
Etéreas y evanescentes, arrastradas por allí y por allá.
Llevadas y traídas, transfugadas golpe a golpe por sus verdugos, a través de túneles sombríos.
Vienen de lejos y van sin destino.
Desde muy lejos.
Desde tiempos antiguos.
Hablan variadas y confusas lenguas, ininteligibles, pero con la común cadencia que el sufrimiento imprime a la palabra.
Pero hay más aún.
No muy lejos, de las penumbras de los subsuelos, llegan lloriqueos quedos y quejidos entrecortados.
Gorjeos infantiles que hieren profundamente la sensibilidad.
¡Pero cómo es posible!
¡Se atreven al horror!
La infancia destrozada, en lo que resta de cuerpos de niños y niñas.
La ciudadela dura y siempre inhallable pero despiadada, de los no-hombres.
¿Hasta dónde la caída?
¿Hasta cuándo?
II - La Paz y la Guerra
Los sonidos acompasados del mar golpeando los muelles de la costa marítima, acunan la noche sin luna.
En el salón del viejo pub, se mezclan sudor, tabaco y miseria en el aire malsano, poblado de parroquianos envueltos en su soledad, cada cual sobre su banqueta; tirado sobre un rincón o arrojado en una mesa de madera raída y desvencijada.
Dormir la inconsciencia es el modo de escape de la pesadilla insoportable de cada día.
Algunas pantallas oscuras cuelgan del techo y echan un cono de luz discreto de tanto en tanto, mostrando piadosamente las humanidades caídas que proliferan.
En la mesa junto a la ventana un hombre no aparta su mirada de la ventana.
Mira fijamente y, de vez en cuando, bebe un trago de su cerveza y luego un sorbo de whisky en un vaso pequeño, que acomoda meticulosamente al lado de una jarra con la rubia bebida.
El umbral de la ventana extiende el paso a la calle, donde la vida transcurre.
Los transeúntes deambulan rápidamente, escapando al frío nocturno, y a una llovizna que, de a ratos fustiga con una brisa gélida, las superficies de personas y cosas, calando los sentidos.
A lo lejos, un chirrido de neumáticos sacude su embotamiento y llama la atención.
Un automóvil realiza un giro sorpresivo y pasa abruptamente sobre un bulto informe desprendiendo un ruido seco por el rebote.
Más acá, una pareja apura el paso acurrucados en la búsqueda ávida de la calidez del amor, que enciende los cuerpos.
Caricias y abrazos que se renuevan y redescubren con ansia y sorpresa.
El diálogo secreto de los amantes, interminable hasta lo doloroso, continúan en la búsqueda de refugio al abrigo del hogar con leños, y en el descanso relajado de los cuerpos satisfechos.
Un hombre avanza cansinamente por la senda diaria, rumbo a su trabajo. Enfundado en su abrigo, con la vianda de la jornada. Sostenido en el recuerdo firme de una esposa e hijo, que lo acompañan a su lado, y aguardan su regreso para celebrar el reencuentro.
No obstante, la dureza de la ciudad y de la fábrica, dejan su huella, tallan su rostro con el esfuerzo rutinario; haciendo reclinar levemente los hombros apenas encorvados por el peso del tiempo transcurrido.
Un reflejo ilumina el interior del pub.
Un sobresalto despierta abruptamente al hombre en la mesa junto a la ventana y lo saca repentinamente de los vahos del alcohol.
Sacude la cabeza para aclarar su visión, golpeado por la percepción inesperada de verse a sí mismo caminando por la calle, con rumbo desconocido.
¿Cómo es posible?
A su vez, el hombre en la calle detiene su paso, gira y se contempla a través de la ventana en el interior del pub.
Es sólo un momento, un instante; un espejismo que lo devuelve descubierto y a la intemperie, bajo la garúa fría, vulnerable, solo y expuesto a las urgencias de la vida.
Muy lejos y muy cerca, también transcurren otras vidas.
El mundo se ha convertido en un gran vecindario.
Otras tantas ventanas con mesas y alcohol y vulnerabilidades, tan urgentes como humanas.
Lugares próximos y lejanos donde resuenan furiosos tambores de guerra en sordina, apenas audibles cuando escapan al fragor de explosiones, bombas y metrallas
La amenaza siempre presente de un estallido que es necesario olvidar cada día, para seguir creyendo que mañana amanece.
Las pestes de la época recorren Europa y el Mundo entero. Ya no se trata del fantasma del comunismo ni del supuesto triunfo del capitalismo. Ya no hay símbolos, no se trata de eso.
Ya no hay razones.
La nueva peste es el odio, la segregación y la violencia.
La existencia afectada por una fragmentación inaudita, solo comparable a la efracción de los cuerpos y de los lazos.
Miremos por la ventana, seguramente encontraremos más allá del paisaje, el vacío de un futuro incierto poblado de amenazas y sombras.
Nadie queda indiferente ni resulta indemne respecto de lo que ocurre en el gran vecindario.
III - Invisibilidad, más acá…
Un día más, se repite la misma rutina.
Levantarse de un sueño incómodo, con contracturas y dolores.
Comer algún mendrugo acompañado de un té lavado.
Salir a la calle con el mismo gris de monotonía.
Mezclarse entre varios que van y vienen con la mirada perdida.
No hay saludos, encuentros ni palabras entre ellos.
Cada cual avanza sin percibir la existencia de otros.
Imágenes descoloridas y casi transparentes.
La masa anónima y evanescente deambula sin rumbo, sin fines, sin apuestas navegando en un mar de silencio y orfandad.
Pero en la ciudad, hay otras gentes con mirada presente, ropas con colores firmes y sólidos, dueños de sí, que avanzan con pasos decididos.
Pero inexplicablemente, ellos no perciben la existencia de los otros.
El hecho en sí, puede resultar un misterio, pero él sabe la respuesta,
Sabe lo que ocurre, porque él descubrió el secreto de la invisibilidad y supone que no es el único que aplica la fórmula.
Llevado por su curiosidad innata, lee libros y descubre que pergaminos muy antiguos contienen escrituras reservadas escritas con jugo de limón, que sólo con calor adquieren visibilidad.
Luego de una profunda investigación se decide a experimentar con su persona.
Se procura una cantidad apreciable de jugo de limón, le proporciona un tratamiento con frío y calor. Utiliza alambiques cuyo diseño extrae del legado de alquimistas y obtiene un extracto con el que diariamente unta su cuerpo.
Así, sale a la calle y disfruta de la invisibilidad, que confirma a cada paso en la ignorancia de ellos respecto de su presencia.
A veces, se detiene y hace señas y morisquetas, y comprueba excitado que nada altera la mirada indiferente de los rostros inmutables.
Feliz con su descubrimiento, decide confirmarlo una vez más y se saca una selfie con su celular. Su corazón late fuerte y la emoción lo desborda cuando confirma que en la pantalla no hay imagen de sí.
El extracto de limón da resultado, ha logrado la invisibilidad.
Inmediatamente supone que otros de la ciudad, ignorados como él cada día; han llegado al mismo conocimiento y lo aplican en secreto.
Con el paso del tiempo, experimenta nuevas sensaciones.
Hasta que en una oportunidad, tentado por la circunstancia decide tomar un chocolate de un escaparate y llevarlo aprovechando la protección de la invisibilidad.
Antes de llegar a la salida es interceptado por dos agentes de seguridad que lo detienen y le piden explicaciones.
Grande es su sorpresa por la aprehensión y demudado sólo atina a preguntar
“- ¿Uds. pueden verme? ¡Eso no puede ser posible!
No logra escuchar la respuesta. Sólo algunas sonoras carcajadas de los vigiladores, mientras lo llevan sujetado en vilo, por un largo y oscuro pasillo.
IV - La interpelación, más allá..
No muy lejos de allí…
El fino aire del desierto se filtra por una hendija oculta, ahora visible por el empuje de secretas cerraduras y resortes que entreabren una puerta entre las piedras inmutables y milenarias.
La atmósfera se renueva muy lentamente, la sequedad del sol abrasador perfora la acritud del encierro inmemorial.
Al fin, la grieta permite el paso de un cuerpo y las luces ambarinas descubren un pasadizo fascinante y desconocido.
Un camino pausado y precavido ante posibles trampas y defensas del hermetismo de los sellos.
Advertencias y prohibiciones, maldiciones que amenazan a la audacia de visitantes indeseados, interpelan la continuidad del avance.
Un único pensamiento, un único ímpetu, un único propósito que todo lo recubre y ocupa: Oro. ORO ¡Oro, OOOrrooooooo….!
Una insaciable sed de riqueza invade a la turba, penetra los cuerpos y anima movimientos rápidos, urgentes y entrecortados pero que empujan a proseguir una búsqueda a cualquier precio.
De pronto una corriente de aire renovado invita a elevar la mirada y una honda sorpresa cala en cada visitante hasta helar la sangre.
Una cámara enorme cuyo techo no se logra divisar.
Un ambiente con forma de cono truncado se eleva gigante desde un suelo circular, con proporciones inciertas, que simultáneamente asusta y emociona.
A nivel de la planta concurre el paisaje donde transcurren los hechos.
En torno a los altares se organiza el espacio, con objetos e intervalos dotados de un modo del vacío acorde a la escala de los cuerpos humanos.
Sólo está permitido a los atrevidos, alzar la vista. Único recurso que permite descubrir la existencia de otro vacío que impresiona. Visto desde muy abajo, el vacío que se erige hasta adquirir la estatura de los dioses.
La contemplación escapa al marco e impacta.
El espectáculo inenarrable de un espacio inconmensurable deja boquiabierta a la expedición depredadora,
El atisbo del vacío divino deja una impronta abismada en las retinas que rebota en una percepción invertida de la humilde dimensión del mortal humano.
Es la magia del arquitecto.
La gran construcción tiene por fin hacer espacio, hacer lugar. Conmueve y horroriza.
¿Cuál es su secreto?
La construcción del Demiurgo crea espacio y tiempo.
El arquitecto hace lugar.
Practica una magia por la cual imita la coexistencia del lugar de lo humano, con el lugar de los dioses.
Por su gesto inaudito, ocasiona que el hombre logre lugares que sacraliza.
Un gesto audaz, luego de lo cual, nada es lo mismo.
El Templo es salida de la potencia que da cuerpo a lo sagrado, la cosa retirada del contacto y del uso de los hombres, ahora doblados y recluidos en su retorno al mundo profano.
El efecto de la visión colosal en las mentes limitadas de los expedicionarios, moviliza la fantasía de que semejante construcción sólo se justifica para atesorar una riqueza sin proporciones.
Oro, oro, oro, oro, oro,
…………………………
Sabiéndose en la pista del ansiado tesoro, la marcha se acelera por la codicia desbordante.
El camino continúa entre luces que refractan y sombras que se zambullen; hasta desembocar en una mesoterra inédita.
Arriban a la cámara de un sepulcro. La cámara funeraria es una tierra intermedia e intermediaria entre las dignidades de la vida y la muerte.
Los visitantes exploradores al fin, dejan traslucir el regocijo por el hallazgo. Evidencian una ambición que no reconoce límites ni escrúpulos, sin que nada los detenga en transgresiones ni profanación alguna. El mundo se ha convertido en una búsqueda despiadada del tesoro donde vale todo.
Luego de un breve descanso componedor, para reponerse y recuperar la respiración, se desata la tormenta de movimientos precipitados en el vértigo para empuñar herramientas y aplicarse a la apertura del sarcófago milenario.
Riqueza, más, más,
……………………
El movimiento calculado hace desplazar la gruesa loza que obra de tapadera y un espectáculo sorprendente e imborrable sacude hasta los tuétanos a los profanadores ávidos de riquezas.
La imagen demuda a los presentes, inmoviliza y hace retroceder algunos pasos para recuperar la distancia y el respeto sobrepasado.
Una momia yace en su mortaja mortuoria, inmune al paso del tiempo, eterna y sobrenatural, pero con un detalle estremecedor.
En su rostro se dibuja una extraña mueca indescifrable a primera vista.
Su boca esboza un grito que se tuerce en mezcla de dolor y sonrisa ominosa.
Una sonrisa que es risa dolorosa y festejo demencial.
¿Burla sesgada, infamia bestial?
¿gesto duro, desgarro cruel?
¿Insulto procaz, amenaza, maldición?
Ninguno de los presentes puede desviar la mirada de esa boca rígida que contempla desde el más allá y se dirige a los contemporáneos del mundo.
¿Broma cínica inmemorial?
¿Mensaje vergonzante e implacable por la miseria humana de los descendientes?
Tal es el impacto, que los visitantes pálidos y estremecidos detienen su avance.
Retroceden instintivamente y sin cruzar palabra, se retiran lentamente.
En el sepulcro sólo queda el ataúd abierto exhibiendo el cuerpo amortajado reflejado por luces iridiscentes, donde se destaca el vestigio incrustado en una boca pétrea, implacable de un grito congelado y abominable.
El miedo suscitado surge del grito inaudible que proviene del más allá, volcado en la sonrisa siniestra que encarna el enigma humano, en la que se lee claramente la interpelación
“Hombres, ¿Quo Vadis?”
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Ilustraciónes: Libres de la Web
Edición: Editorial Atrapados por la Imagen
Febrero 2025
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