lunes, 2 de enero de 2023

EDITORIAL ATRAPADOS POR LA IMAGEN PRESENTA: "Crónica de hechos poco conocidos"

 


NUEVO RELATO INÉDITO DE: 


Mario Kelman


Registro de Atrapados por la Imagen -RL-2022-18030193-APN-DNDA#MJ


"Queridos amigos, la Editorial Online de Atrapados por la Imagen, es un espacio gratuito dedicado a nuevos artistas"


¡¡Gracias Mario, por confiar en Atrapados, te deseamos muchos éxitos!!


Imagen extraída de la Web.



Crónica de hechos poco conocidos – 1


Por Mario Kelman



Words, words, words….

La vida se presenta como un torrente que fluye, impetuoso, apasionado, irreverente.

Cada día, multitud de gentes deambulan, situaciones ocurren, circunstancias convergen; encuentros y desencuentros, valorados y maldecidos.

Hechos, hechos, hechos…

Algunos hechos pasan a lo público despertando polémicas encendidas, en una época de confrontaciones inevitables. Pero hay otros hechos, pequeñas historias sin pretensiones de fama; sencillas, simples, emotivas, que quedan en el conocimiento de unos pocos, en un tiempo y espacio aparte, aguardando los efectos de algún retorno que le devuelvan actualidad.

La historia comienza con la apertura de una media puerta de rejas de metal, que franquea el paso a un pequeño jardín en el que sobresale un rosal con un tallo erguido resguardado por un canal circular de terracota con agua, que impide el paso de las hormigas. Dos espléndidas rosas rojas se lucen a pleno sol, posando allí a modo de bienvenida al visitante.

El camino de lajas en el césped conduce a una galería con una vereda de mosaicos que da al ingreso de la modesta casa, bajo el alero que cubre la entrada. Puerta de madera verde y ventana lateral al tono, que ilumina el comedor tras los cortinados de tul. Una araña de antigua procedencia cae hasta una altura respetable sobre la mesa y sillas de algarrobo, cuyo centro está comandado por una fuente de porcelana con frutas esplendorosas, para alojar las reuniones importantes de la familia.

El pasillo angosto da paso a la cocina, aún con los vahos del desayuno matinal, que huelen a café con leche intenso y medialunas generosas. Más allá, el ingreso a los dormitorios.

Si bien la casa trasunta un estar apacible y digno, aunque austero; algo parece alterar su atmósfera, con un toque de mesurada tristeza y expectante alerta. A medida que está próximo el dormitorio menor, la luz se vuelve amarillenta, los objetos desparramados en un desorden tolerado, el orden fracturado por el dolor de un lamento súbito. Es lo que suele suceder en una casa, cuando uno de sus habitantes está transitando una enfermedad. La luz se entorna opalescente, el aire se espesa haciendo más difícil la respiración, y la enfermedad se huele con un olor rancio mezclado con aroma de medicamentos. Aunque no se crea, la casa misma sufre, refleja la agonía.

Un joven adolescente yace con movimientos limitados en su cama, enredado en sábanas de mil pliegues e incontables insomnios. Soporta dignamente los embates de una enfermedad de nombre impronunciable, de la que no se habla, procurando hacer pasar el tiempo de la mejor manera.

La historia se continúa en un paraje a más de trescientos kilómetros.

El chirrido de los neumáticos anuncia que el vehículo ha detenido su marcha en forma abrupta y calculada en la playa del autódromo. El conductor desciende y se dirige a los Boxes, donde le espera el alegre grupo de colaboradores para el ensayo en pista a fin de alistar su vehículo de carrera. Saludos, entrechocar de manos, abrazos y bromas en un magnífico día soleado. 

A punto de comenzar su prueba, recibe un llamado telefónico. Escucha y suspende la actividad para hacer otro llamado telefónico. Retrocede para subir a su automóvil y decididamente se dirige al aeródromo próximo. Estaciona nuevamente con el mismo estilo, a alta velocidad se detiene con un frenazo calculado, que deja el auto en un estacionamiento impecable.

Otros colaboradores lo esperan con las mismas sonrisas, abrazos y resolución ante las imprevistas instrucciones. El avión ya estaba en marcha y aguardaba que el mismo conductor subiera con un bolso ya preparado según su pedido, buscando su destino.

Así, recorre los más de trescientos kilómetros, para descender con pericia en el aeropuerto local. Lo espera otro auto que lo lleva hasta la casa con jardín, galería, puerta y ventanas verdes y los rosales que se agitan para saludarlo con alegría.

Con pasos decididos y pidiendo permiso, traspone el ingreso y se dirige al dormitorio menor. El joven yace en cama, entretenido con sus revistas favoritas y los pormenorizados retratos y fotografías sobre automovilismo. Especial atención le dispensa a la rivalidad entre las marcas favoritas, los corredores compitiendo, la pasión contagiosa del público que asiste a lugares cercanos y lejanos, seducidos por el rugido de los motores, los diseños y el vértigo.

El encuentro es electrizante, inesperado, emotivo. La sorpresa y el asombro dejan paso al llanto y a la alegría desatada, que como un torbellino se arrolla contra el pecho del conductor que, también alcanzado por la misma emoción, contiene al joven en un abrazo interminable.

Al recuperar el aliento, comienza una conversación intensa, apurada por la curiosidad y el afecto. Mil preguntas surgen, recuerdos, sensaciones; con las manos enlazadas y abrazos reiterados. Se suceden consabidas ceremonias de tomas de fotos, regalos, gorritos con emblemas, folletos, banderines, y entradas con la mejor ubicación para la próxima carrera. Un verdadero festival.

Llega la hora de la despedida, un adiós que es un hasta luego, un “- nos vemos en la carrera”.

El conductor vuelve sobre sus pasos para hacer el recorrido inverso. En auto al aeropuerto local, en su avión hasta el aeropuerto y de nuevo a las prácticas en pista. Apenas han transcurrido algunas horas, y un gesto imborrable se produjo en forma indeleble, registrado en la memoria de algunos. ¿Será justo sacar a este gesto del limbo de lo conocido por pocos? Y la nave va…

No es práctica de esta narración hacer nombres. Pero como todas las reglas, ésta también tiene su excepción. Se trata de Marcos, también llamado Marquitos, diminutivo que nombra al hijo menor de la familia; o “el loco”, por su estilo travieso y desafiante, con un talante transgresor que constituye su modo de cuestionar lo establecido, siempre con una sonrisa y una mirada risueña cómplice. Si se tratara de “el loco” ¿quiénes serán los cuerdos de este mundo?

Un enigma subsiste de esta historia. En ese momento la casa íntegra deja de sufrir, la luz vira a la transparencia refulgente, el aire se vuelve ligero y los aromas perfuman los ambientes. La casa entera resplandece y recupera su vitalidad, tan humana al fin. El misterio del viviente.




MARIO KELMAN

ROSARIO 2022

ARGENTINA



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12 comentarios:

  1. Mario , un relato que de a poquito va despertando nuestra curiosidad , donde la tristeza da paso a la emotividad y la alegría y buscamos el final con una sonrisa. Gracias Mario por tu crónica de esos momentos únicos .Te deseo muchos éxitos !!! y contenta que confíes en Atrapados por la Imagen.

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    1. Muchas gracias Tesi. He sido testigo de esta historia verídica, que también provocó en mí, esa mezcla de tristeza y emoción.

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  2. fascinante, qué ritmo Mario, gracias

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  3. La escritura sólo sigue el ritmo de los acontecimientos acaecidos, Así fue. Gracias por el comentario.

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  4. Muy bien escrito Mario y transmite emociones!

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    1. Así es, fue un gesto muy emotivo. Gracias por su lectura.

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  5. Descripción que contiene el vértigo y enigma que solo un personaje, al que muchos conocemos por sus entrañables excentricidades, puede protagonizar y ser narrado con la minuciosidad que lo hace Mario Kelman

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    1. Gracias Marta. Un personaje que, como pocos, encarna y transmite el ansia de vivir.

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  6. La historia, linda de un lindo indecible, crece por la forma atrapante con que Mario Kelman nos la transmite. ¡Cómo no reconocer a Marquitos "el loco" Di Palma! Muchas gracias, Mario, por esta bellísima crónica.

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    1. Muchas gracias amigo. En este caso, ha sido Marcos quién escribió la historia.

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  7. Hermoso relato, con unas descripciones que nos hacen entrar a esa casa, sentir el aroma de las rosas y de ese café con Leche de la mañana, así como también, vivir cada momento de oscuridad y de luz.
    Excelente! Muchas gracias, Mario ! Hasta me sentí testigo de la historia!!

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  8. Gracias Isa. Sin duda, un cuento siempre concluye con la lectura y lo que genera en el lector, para acordar su sentido. Que consuene en su sensibilidad, es el efecto esperado, y si se logra, bienvenido sea!

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